Al bajar Izbet sintió algo con su pie, era la lanza que mató a la Comandante, la tomó.
— Vamos, mátame — pidió con rabia la Reina.
— DEBES VIVIR PARA SENTIR LA HUMILLACIÓN DE MI VICTORIA... RECLAMARE TU TRONO Y TENDRÁS QUE SER MI ESCLAVA PARA SIEMPRE — le dijo con una sonrisa demoníaca la del mechón blanco, en ese momento olvido a Piccolo, a sus amigos, y su vida en la Tierra.
— ¿Qué le pasa? No parece la misma — preguntó Bulma.
— Su energía es totalmente maligna, la parte de luz que había en ella ya no está. Si algo no la hace reaccionar, no volverá a ser la de antes — explicó la mujer del pelo rosado preocupada.
—Prefiero morir mientras todavía tengo el sabor de tu hombre en mi boca, y su esencia en mi cuerpo — dijo con tono malicioso la soberana.
— ¡¡¡¿¿¿QUÉ???!!! — por fin recordó a Piccolo.
— Crees que lo elegí por su gran... personalidad... "probé" los que me interesaban, y el tuyo fue el mejor en la cama... en la cama, contra la pared, en el piso... donde yo se lo ordené — el ki de Izbet se descontroló, apareció un halo plomo alrededor de su cuerpo — mátame, no eres mejor que yo.
La mujer ciega sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas de ira.
"¿Será verdad que esa maldita ya se acostó con Piccolo?".
De sólo imaginárselo sus emociones se desbordaron, lanzó un grito, todo el lugar tembló, aparecieron sus alas oscuras y sus ojos parecían despedir fuego negro, tiró la lanza, pero no contra la rubia, sino hacia donde estaba el trono en el palco.
— ESTAS MINTIENDO... — Izbet tomó aire para tranquilizarse, por fin la luz volvió a ella, aunque todavía sentía que su sangre hervía — ahora me llevaré a la persona que amo y que me ama, nunca sabrás lo que es sentir el deseo y el amor libre de un hombre, sólo puedes conseguirlo obligándolos... tal vez tengamos el mismo padre, pero nunca te consideraré mi hermana, eres mentirosa, cobarde, y una asesina... te dejare viva, eso te dolerá más que la muerte.
En el momento que hizo aparecer sus alas, las guerreras que había en el anfiteatro se arrodillaron, ahora que derrotó a la soberana empezaron a gritar DIOSA, DIOSA, la mujer ciega se distrajo con eso, la Reina China aprovechó de tomar la espada que estaba cerca, cuando fue a descargar el golpe, gritó muere maldita, pero la lanza que estaba en el trono la atravesó, la arrojó una de las mujeres de su guardia.
— Quien trate de dañar a la diosa debe ser ejecutada inmediatamente, eso dice la ley, no importa que sea la Reina quien lo intente — estaba feliz porque podría vengar a su amante secreta, la comandante — además según tus propias palabras no debes seguir viviendo por ser débil.
— Hermanita... — dijo riendo la rubia mientras se desangraba, en menos de un minuto su mirada quedó congelada al morir.
La escolta de la Monarca se acercó a Izbet, y arrodillándose le ofrecieron su protección, Myrina llegó volando, N°18 traía de la misma forma a Bulma.
— ¿Qué pasa? — preguntó la mujer de las alas negras, confusa.
— Eres la viva imagen de nuestra diosa viajera — le explicó en un susurro la del cabello rosado — la leyenda dice que cuando más la necesitemos volverá, no sabía que podías hacer aparecer alas, sino no hubiera habido necesidad de luchar — gritó a viva voz para que todas la escucharán — la diosa ha vuelto luego de mil años, se disfrazó para ver si la Reina China merecía seguir siendo nuestra gobernante, le dio la oportunidad de seguir con vida, pero quiso traicionarla. Para agradecerle que viniera le daremos la posesión del hombre por el que combatió.
— Diosa ¿De verdad nos dará el honor de quedarse a dirigirnos? — preguntó la guerrera que mató a la anterior Reina.
— Lo he pensado mucho, pero debo volver a mi viaje, todavía me quedan lugares por visitar. Por su fuerza interior, valentía, e inteligencia, Myrina será la nueva soberana de nuestro pueblo, lo que ella diga y ordene, es como que lo hiciera yo, hará los cambios que crea necesarios en nuestro mundo.
— Gracias diosa, ahora le daremos un regalo a sus acompañantes para demostrarles nuestra buena voluntad — la nueva gobernante hizo traer a Yamcha y se los dio.
—Te pido por favor, Reina Myrina, que la Tierra y el planeta Namek queden fuera de sus territorios de caza de hombres.
— Concedido diosa, dame las coordenadas y ninguna de nuestras naves se acercará a esos sectores — le susurró — no hagas desaparecer tus alas hasta que te vayas.
— Entiendo ¿Podemos quitarle los collares a Piccolo y Yamcha?
— Lo siento, debo ir de a poco con los cambios — rió feliz porque pronto todo sería distinto para ellas — además el sonido los hará caer inconscientes, cuando se vayan del planeta pueden sacárselos, les daré la llave electrónica para que puedan desactivarlos.
Mientras esperaban que les cargarán los víveres para el viaje, la científica y la mujer de las alas negras conversaban en una parte del palacio, junto con ellas estaban el namek y Yamcha, N°18 ya se había ido a la nave a esperar la vuelta a la Tierra.