— Era genial cuando íbamos a la cascada con Dende — dijo Izbet cuando vio una foto de todos en ese lugar.
— Aunque hubo un tiempo que no quería acompañarnos, y tenías que convencerlo.
— Fue cuando empezamos a ser pareja, creo que no quería hacer mal tercio jajaja.
RECUERDO
Piccolo y su familia iban a la cascada a entrenar, Dende los acompañaba ya que cuando estaban allí todos hablaban en namek, y mientras el joven dios tenía los ojos cerrados descansando, su mente volvía a sus recuerdos del antiguo Planeta Namek, antes de la llegada de Frezzer, cuando los habitantes de la aldea terminaban de plantar los árboles de Ajisa, y se sentaban a la sombra a descansar. Durante la mañana Yun y su madre hacían equipo para luchar contra Piccolo.
— ¿No sigues? — le preguntó el dios al joven.
— No — Yun se sentó en la hierba — ahora le toca luchar a mamá y papá solamente — los vio en el cielo — VAMOS, TÚ PUEDES.
— ¿A quién alientas?
— A cualquiera de los dos — sonrió, siempre le había llamado la atención que sus padres fueran tan diferentes, no sólo en su físico sino en su forma de ser, había escuchado que los polos opuestos se atraían, en este caso estaba seguro que era así.
— ¿Y cómo sigues en la escuela?
— Todavía algunos compañeros me molestan o me miran raro, pero no les hago caso — mirando a sus padres — esos nunca se cansan. Voy a ir a nadar un rato ¿Quieres acompañarme?
— No, gracias, acá estoy bien.
A las horas la pareja terminó el entrenamiento, Izbet se fue a sentar al borde del río, Piccolo se acomodó a meditar cerca de la cascada.
— Mamá sabes nadar, ven, no está tan hondo.
A pesar que ella decía que le encantaba el agua, su hijo nunca había podido lograr que entrará en la parte alta, cuando le salpicó un poco en el rostro se devolvió.
— Voy a preparar algo para que comamos, ya es tarde — salió del río.
— No escapes — le gritó riendo su hijo.
— No escapo, y no sigas con eso o te castigo, recuerda que YO TENGO EL PODER... jajajaja.
— No es justo mamá... ¿Te ayudó?
— No es necesario, tengo todo bajo control.
— Como siempre.
El joven se tiró a descansar en la hierba, nunca olvidaría el momento en que entendió que significaba que ella fuera ciega, ese día dejó un juguete fuera del área de juegos que tenía en la casa, su madre pasó y se cayó, él no comprendía porque no lo esquivó, cuando entendió tuvo mucha tristeza, y trató de ayudarla en cualquier cosa que hacía, hasta que conversaron, y le hizo entender que aunque tenía limitaciones, debía dejar que hiciera las cosas sola, si no podía entonces le pediría ayuda.
— EN 5 MINUTOS TODO ESTARÁ LISTO, DENDE, PICCOLO, ACOMPÁÑENNOS, LES TRAJE LA AGUA PURIFICADA QUE TANTO LES GUSTA — les dijo la medio demonio.
— Hummm... no tienes por qué gritar — refunfuñó el namek.
"A pesar que a veces me hace enojar, me encanta cuando está cerca, aunque no hablemos, siempre me sentí en calma a su lado, desde que nos conocimos algo en mí me decía que debía cuidarla, no fue casualidad que cuando se cayó esa tarde yo estaba cerca para tratar de ayudarla. Ya cuando termino su año en el Templo y empezamos los entrenamientos, nuestras conversaciones cuando terminábamos eran variadas y entretenidas, muchas veces no nos dábamos cuenta de la hora, casi siempre terminaba durmiéndose, y debía quedarse en el Templo, la iba a dejar a una habitación, me quedaba un rato a su lado por si despertaba decirle donde estaba y no se asustará, pero siempre era al otro día que se levantaba. Incluso me decía a mi mismo que la próxima vez, si seguía con las visitas al Templo, sería más suave en la lucha porque la cansaba demasiado, pero era imposible, a ambos nos gusta probar nuestros límites. Me sentía intranquilo si no la acompañaba a su casa al otro día, y una vez allí aprovechábamos de meditar un poco más, luego mientras ella almorzaba yo leía algo de su biblioteca.
Sin darme cuenta la convivencia con Izbet me hizo cambiar, cuando nació Pan fui cariñoso con la pequeña, incluso ayude varias veces a Milk en algunas cosas. Luego fui humano, cuando volví a ser namek y aparecieron mis sentimientos de amor hacía ella casi me vuelvo loco, me costó comprender lo que me pasaba — sintió el ki relajado de Yun — ella creyó que yo no deseaba tener hijos, pensó que la haría elegir entre él o yo, ya había decidido criarlo sola, siempre tan impulsiva — por un momento abrió los ojos para ver a Izbet, su mirada se ensombreció — a pesar de lo que hemos vivido, me pregunto qué hubiera pasado si pudiera ver ¿Qué pensaría de mí? No soportaría que me mirará como la mayoría de los humanos, con ese miedo que he visto en ellos".
Yun miró a todos ya que estaban en silencio por mucho rato.