— Aunque no sé artes marciales, voy con ustedes ¿Qué me puede pasar? — razonó Ann, al ver que el hombre de la piel verde se acercó para tomarla en brazos — Izbet, puedes llevarme tú — a pesar de todo, todavía no se sentía cómoda cerca del namek.
Llegaron al lugar donde sintieron al joven, rápidamente Piccolo dejó inconscientes a los ayudantes de Alejandro en el exterior de la casa. Mientras en el interior Yun empezó a despertar, para asegurarse que no escapará lo tenían atado a un pilar de cemento con una soga gruesa.
— Eres muy fuerte, con la cantidad de cloroformo que te di, pensé que dormirías dos días al menos — dijo Alejandro.
— ¿Dónde estoy? ¿Qué pasa? — estaba mareado y confundido.
— Le pedí a tu mamita mucho dinero para dejarte libre.
— ¿Y Amanda? — por fin su mente estaba más clara.
— ¿Por que te preocupas por ella? No te das cuenta que te trajo a mi trampa.
— Eso es mentira, no debe saber nada, ella es una buena persona.
— Tan buena — dijo en tono irónico — que quiere un cuarto de lo que pedí por ti. Para ella sólo eres dinero, y tú sintiéndote el galán.
Mientras esto ocurría, Ann encontró el cuarto donde estaban los niños encerrados.
— Ayúdenos, nuestra amiga está mal — gritó Rubén, como Ann no pudo romper el seguro para entrar, Piccolo la apartó suavemente y arrancó la puerta.
— Tú debes ser el Caballero Verde que ayudó a Amanda en estas semanas — dijo alegre David al verlo.
— ¿Caballero Verde? — preguntó confundido el namek.
— Sí, quien compró la comida y la ropa para nosotros — respondió el otro niño.
— ¿Qué le pasa a su amiga? — se agachó la periodista para ver como estaba la jovencita.
— Cayó desmayada recién, hace tiempo que dice que le duele la cabeza y no tiene fuerza para casi nada, pero Alejandro la obligaba a ir a pedir para su operación, hoy tuvo que hacer un trabajo especial en la tarde, sino... nos dejaría de nuevo sin comida... y nos volvería a golpear — ambos niños tenían moretones en el cuerpo.
— Por favor, ayuden a Yun... deben salvar a mi amigo — dijo por unos segundo que estuvo consciente, luego la jovencita de nuevo se desmayó.
— Ann, llama a la policía, y a una ambulancia, por favor — pidió Izbet — iré a traer a mi hijo. Piccolo, cuídalos, si es necesario te llamaré, pero no debe verte nadie más.
Cuando llegó donde el jovencito, esté acababa de romper las sogas, y tenía al secuestrador tomado del cuello.
— Mientes, ella no es así, es una buena persona — lloró de rabia.
— Hijo — nunca lo había sentido así, su ki se estaba oscureciendo.
— Este tipo dice que Amanda está en esto... no lo creo... no puede ser — las lágrimas seguían cayendo por su rostro.
— Mi amor, la encontramos inconsciente, encerrada con dos niños, Ann llamó pidiendo ayuda, ella te trajo porque... está bestia... amenazó con volver a golpear a los pequeños, y dejarlos sin comer. Esta escoria trae niños sin familia, y los hace pedir dinero para él.
— Eres un desgraciado — su ki se volvió totalmente negro — una basura que no merece vivir.
— No lo hagas... eres mejor que él — ella no quería que tuviera en su conciencia esa muerte, su hijo no lo soportaría, pasado el momento de ira el remordimiento lo destruiría — no eres un asesino... recuerda lo que te enseñaron en el Templo — se acercó y le tomó el hombro.
Por un rato el joven de piel verte tuvo al otro sujeto de la garganta, luego lo llevó a la columna y lo deja atado, sin decir nada se fue a buscar a su amiga.
— Gracias amorcito — dijo el tipo irónico, tosiendo, todavía sentía los dedos del joven en su garganta.
— Mi hijo no va a ensuciarse las manos con una basura como tú. La Justicia se encargará.
Piccolo se fue cuando llegaron las autoridades, mientras Izbet y Yun llevaron a la jovencita al Hospital, Ann se hizo cargo de los pequeños. Luego de unas semanas la muchacha fue dada de alta.
— Gracias por todo, no sé cómo agradecerles que hayan cuidado a Rubén y David, no son de mi familia, pero los quiero mucho — dijo de corazón la de ojos violeta.
— No ha sido nada, se quedan con una amiga mía. No te preocupes por ellos, ahora debes ganar peso y cuidarte para cuando se dé la posibilidad del trasplante estés en las mejores condiciones — entendió porque pasó todo y no la culpó de nada.
— Me da vergüenza lo buena que es conmigo, luego de lo que le hice a su hijo.
— Ya lo conversamos, tuviste tus razones, no soy quien para juzgarte. Yun, llévala a la casa, tengo algo que hacer, nos vemos.
Esa tarde Izbet entró en el horario de visita a la cárcel donde fue trasladado Alejandro, él deberá estar allí 50 años, fue lo que le dieron por todo lo que le hizo a los niños, a la joven y el secuestro.