— Entre nosotros hay monjes guerreros que usaban ese poder para detectar y destruir los seres mágicos malignos que estaban al servicio del Hechicero Oscuro — continuó explicando el Señor del lugar — por eso se vio en la necesidad de activar ese talismán. Consultamos un oráculo, nos dijo que sólo un ser mitad Luz y Oscuridad puede destruir esa joya, lo segundo es que si eso ocurre Curaem perderá la vida. Él tiene muchas criaturas mágicas a su servicio, así como un gran ejército de onis.
— ¿Esos son los que se llevaron la máq... la carroza en que llegamos? — preguntó Piccolo.
— Exacto Mi Señor.
En ese momento Izbet volvió en sí, inconscientemente extendió sus alas y se puso de pie, pero seguía manteniendo los ojos cerrados.
— ¿Dónde estamos? — la mujer se afirmó en el guerrero, todavía algo mareada.
— Luego te cuento, aunque te cueste mantente callada — le sugirió el namek en un susurro.
— ¿Cómo? — no le pareció conocido el lugar.
— Sr. Netzi, ella es hija de un ser celestial y un demonio.
— Entonces es a quien invocamos ¿Y usted es su esposo?
— Soy su protector — dirigiéndose hacia la mujer ciega — por favor, guarda tus alas.
Todos quedan admirados al ver como desaparecieron, se arrodillaron ante los dos ya que con eso confirmaron que estaban en presencia de deidades.
— Por favor, vayan a descansar — sugirió el Señor Feudal — mañana seguiremos hablando, mi hermana Omnoto quedará a su servicio Diosa. Disculpe ¿Le pasa algo en la vista?
— Es que... — iba a decir que era ciega.
— Este ambiente tiene demasiado brillo para ella, incluso está oscuridad le hace doler los ojos si los tiene abiertos — Piccolo dijo la mentira sin vacilar.
— Lo lamento mucho, pero cuando destruya el amuleto podrá volver a su reino. La llevarán a sus aposentos, hermana — una jovencita de unos 15 años fue a tomar de la mano a Izbet para que la siguiera.
— Yo la llevaré — el namek se puso al lado de la medio demonio.
— No se preocupe protector, ella estará bien cuidada, le tenemos preparada una habitación a usted cerca de la diosa — dijo el amo del castillo.
— No es necesario, como su guardián siempre debo estar cerca de ella.
— Pero... — el líder quería imponer su decisión.
— Es mi deber — la mirada del hombre verde no dejó opción a réplica.
— Comprendo — dijo Netzi bajando la vista.
Cuando llegaron al lugar donde alojaría la diosa, el namek se quedó de pie fuera, mientras la hermana del Señor del Castillo la ayudó a prepararse para dormir. Cuando ya estaban solos pudieron por fin hablar tranquilos.
— ¿Qué diablos pasó? — preguntó Izbet.
— Esa máquina donde te escondiste debe haber sido algún prototipo para viajar en el tiempo, nos trajo coincidiendo con la invocación, aunque...
— La imagen que tenía Bulma corresponde a esta época ¿O no?
— Justamente eso pensaba — le contó todo lo que le dijo Netzi.
— ¿Por qué no dejaste que les dijera que soy ciega?
— Nos consideran Seres Divinos, si saben que no puedes ver sospecharán que no somos deidades. Luego de ver el cuadro estoy seguro que eres quien está destinada a destruir el talismán. Como no conoces sus costumbres es mejor que me dejes hablar sólo a mí.
— Eso quisieras — luego que meditó un rato — tienes razón, no sé mucho de esta época... también deberé aceptar la ayuda de Omnoto, mis mecanismos para moverme desaparecieron.
— Apenas llegamos regenere nuestra ropa, estaban rotas y sucias con las explosiones, tus dispositivos estaban quemados, así que los desaparecí.
— ¿Todavía puedes hacer esas cosas?
— Sí, no perdí las habilidades inherentes a mi raza.
— Nunca pensé que algo pudiera evitar que se sienta y se use el ki.
— Yo tampoco.
— ¿Quieres dormir adentro?
— Me quedaré afuera de tu puerta — se acomodó en posición de meditar.
— Ya protector, a dormir entonces — cerró la delicada puerta de papel y se acostó.
Al otro día llegó Imnoto a despertar y vestir a Izbet, luego de un buen rato la mujer ciega salió muy avergonzada con un kimono, calcetines, y unas chalas de madera llamadas getas, trataron de que usará maquillaje y una peluca ya que tenía el pelo corto y no pudieron arreglarlo como era la costumbre, pero ambas cosas ya fueron mucho para ella.
— Por favor, dime que no parezco figurita de porcelana — dijo afligida Izbet.
— Para nada — pero igual rió irónicamente.
— Eso me lo dice todo... siento que camino con zancos. Esta ropa es como usar una camisa de fuerza... debo verme ridícula — suspiró — vamos.
Estaban esperándolos Netzi y su esposa Zunae, durante la jornada sólo Piccolo fue requerido por el Señor del Castillo y sus generales, le contaron los planes que tenían para poder llegar al lugar donde se escondía Curaem y le pidieron consejos. Izbet se aburrió, primero estaba de pie, cuando trató de sentarse descubrió que no había sillas, Omnoto le enseñó a hacerlo sobre sus talones, pero al rato ya estaba adormecida, lo malo era que con esa ropa no podía hacerlo en posición de meditación con las piernas cruzadas. La joven trató de distraerla con música, canto, también le contó tradiciones y costumbres de su pueblo, pero la diosa estaba cada vez más fastidiada.