Ángel Ciego 9. Memorias

Viaje en el tiempo. La impostora

— Es uno de los guardias de mi hermano — le empezó a contar la jovencita — se llama Batay, he logrado intercambiar algunas palabras con él... su mirada me dice lo que siente por mí... pero nunca podrá ser, se debe buscar una alianza para mi matrimonio, aunque ya no sé si se logre, soy muy mayor... disculpe la pregunta diosa ¿Usted es casada?

— No — antes que le siguiera preguntando sobre el tema — gracias por confiar en mí — la mujer ciega la abrazó.

— Gracias a usted, nunca nadie me había preguntado por mis sentimientos.

Mientras el Señor del Castillo y su esposa conversaban en privado.

— Te digo esposo, tu hermana está maldita, es mejor que se quede soltera.

— Lo pensaré. Luego que murieron los dos anteriores prometidos me costó casi un año y medio hacer un nuevo acuerdo.

Esa mañana Zunae trató que Izbet le contará de su vida en el Reino Celestial, pero ésta le dijo que estaba prohibido decir nada de su hogar, al irse la esposa de Netzi, la diosa trato de concentrarse para aguantar el resto de la mañana, la pequeña la entretuvo contándole leyendas de su tierra. Por fin en la tarde quedó sola con el namek.

— Alguien les aviso — dijo Izbet luego de analizar como fueron las cosas, según lo que le contó Piccolo.

— Yo pienso lo mismo. Pero cómo podemos saber quién es el traidor.

— Llévame a caminar, nos servirá para pensar, ya no aguantó estar entre cuatro paredes, me hace acordar cuando de niña me tenían días y días encerrada, por favor, por fis.

Cuando iban saliendo del castillo se tropezaron con alguien.

— ¿A dónde va, diosa? — preguntó la esposa de Netzi.

— A pasear por los alrededores — le respondió el namek.

— Deberá ser mañana diosa, hay que preparar una escolta apropiada.

— Conmigo es suficiente — el guerrero la miró molesto.

— Solo lo digo por su seguridad.

— Volveremos antes que anochezca — puntualizó el protector, ambos salieron en silencio, a ninguno le caía bien la mujer.

Llegaron a un pequeño lago con una cascada.

— Por fin podré sacarme está prisión — Izbet se quitó las chalas, los calcetines y el kimono, sólo quedó con una especie de bata delgada, se sentó a mojarse los pies, relajada.

Piccolo se puso a meditar sobre todo lo ocurrido desde que llegaron, luego de un rato escucharon el rumor de un grupo armado de onis que se acercaba muy rápido. Lo único que el namek alcanzó a hacer para proteger a la mujer fue abrazarla, y ocultarse atrás de la caída de agua, en un espacio en la roca. Desde su escondite él vio que encontraron la ropa y las pisadas, pero como buscaron y no vieron a nadie por los alrededores, solo se quedaron un rato, al final se fueron. Por seguridad ambos siguieron escondidos un rato más. Ya pasado el peligro inminente Izbet fue consiente del cuerpo mojado de Piccolo pegado al suyo y sus fuertes brazos alrededor de ella, empezó a sonrojarse, cuando trato de separarse un poco, él la sujetó firme.

— Quédate quieta... — le susurró el hombre al oído.

— Es que... — no quería decirle que al tenerlo tan cerca, y sentir su cuerpo así se estaba excitando — quiero volver al castillo.

— ¿Tienes miedo que nos encuentren los onis ahora que estamos sin poderes?

— Sí — mintió la medio demonio.

— No te preocupes, verás que todo va a salir bien — le acarició el cabello, ella descansó su cabeza en el pecho de él — tranquila, cuidaré de ti, recuerda que eres y siempre serás mi mejor amiga — la mujer ciega sintió que el corazón se le destrozó.

— Sí... mejores amigos...

— Volvamos al castillo ahora.

En el camino ella logró contener las ganas de llorar, pero en la noche se quedó despierta por la angustia, pidió a una sirvienta que fuera a buscar a Omnoto, necesitaba desahogarse, pero no cerca del namek.

— ¿Adónde van tan tarde? — preguntó el protector al verlas enfilar a la salida.

— A tomar aire, no puedo dormir — le explicó la medio demonio.

— Las acompaño — se ofreció.

— NO, quédate — salieron muy rápido.

"Seguro quieren conversar, la he notado muy extraña desde que volvimos de la cascada... ¿Qué le habrá pasado? Nunca entenderé a las mujeres".

— Disculpe la pregunta, le pasa algo... — preguntó Onmoto cuando ya estaban fuera del muro.

— Es que... — sollozo un poco — puedes llevarme a un lugar tranquilo... cerca... y me dejas sola...

— Entiendo, venga — la miró con ternura, podría ser una diosa, pero en el fondo era como cualquier otra mujer pensó.

La llevó a un lugar apartado, en el muro externo del palacio, donde había un pequeño espacio.

— Acá vengo cuando quiero estar sola — explicó la hermana de Netzi.

— Gracias. Volveré sin ayuda.



#478 en Fanfic

En el texto hay: sexo, aventura, sexo amor desamor

Editado: 06.03.2020

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