— La suplantadora quedó de volver a encontrarse con el mago está noche, estará desprevenido — recordó el hombre de piel verde.
— Si lo atacamos en ese momento podemos ganar — aseguró el Señor del Castillo.
A mediodía las tropas se escondieron en el sector del encuentro, nadie le dio importancia a un pequeño zorro que deambulaba por el sector. Izbet se escondió alejada del lugar, resguardada por dos samuráis. Todos esperaban ansiosos la llegada del mago, un poco antes de las doce de la noche apareció Curaem sólo con algunos onis. A la señal de Piccolo atacaron.
En un primer momento pareció que ganaron, pero al acercarse al mago aparecieron de los alrededores muchos Onís, tengus, nekomatas y otros animales malignos, y humanos que tomaron prisioneros al namek, al Señor del Castillo y sus hombres. Izbet fue obligada a mantenerse oculta por sus guardianes.
— Todo es como le dije, amo — dijo el pequeño zorro que había paseado entre todos, y que no llamó la atención de los hombres de Netzi.
— Gracias Yako. Sólo falta el Ser de Luz y Oscuridad — miró para todos lados — DIOSA, SAL O TU GUARDIÁN MORIRÁ — hizo un movimiento de cabeza, dos onis tomaron a Piccolo de cada extremidad y lo acostaron en el piso, cerca había una antorcha clavada al suelo — si no sales ahora descuartizarán a tu amigo — él y el zorro rieron malignamente.
— QUÉDATE DONDE ESTAS, RECUERDA LOS IMPLEMENTOS QUE DESAPARECIERON — dijo el namek.
Izbet se devanó los sesos tratando de comprender qué quiso decirle con eso.
— Si no sales hasta que cuente tres, él morirá — reiteró su amenaza el hechicero oscuro.
La medio demonio estaba a punto de salir cuando por fin creyó entender lo que el namek le quiso dar a entender, si es como pensó, él se salvaría, y podría ayudar a todos.
— UNO, DOS, TRES... AHORA.
El sonido de los miembros desgarrándose hizo que la mujer se estremeciera, sólo esperaba no haberse equivocado. Los prisioneros miraron los despojos botados en medio de la sangre morada tenuemente iluminados por la antorcha; muchos pensaron que era por la maldición al estar comprometido con Omnoto, y otros se preguntaban cómo un ser divino pudo morir.
— Veo que te subestime — Curaem hizo un movimiento de cabeza, los ogros tomaron a tres hombres — Netzi y sus guardias personales serán los próximos, luego seguirá uno por uno los demás hasta que aparezcas. UNO, DOS, T...
— Acá estoy — dijo Izbet levantándose de su escondite.
Tomaron prisioneros a los samuráis que la acompañaban, el mago negro se acercó a ella con una tea en la mano.
— Por fin puedo verte, lástima que no puedas decir lo mismo. Abre los ojos para que vean que eres en realidad — todos vieron sus ojos blancos — Netzi, mira a tu ser celestial.
— No puede ser — el Señor feudal bajo la cabeza abatido.
— ¿Qué quieres de mí? — preguntó la medio demonio.
— Quiero que mueras. Pero como no soy tan desalmado, te doy la oportunidad de una muerte honrosa.
— Me prometes que si hago el Jigai (cortarse la garganta con un cuchillo) respetarás la vida de los prisioneros.
— Te doy mi palabra de honor.
Izbet se amarró las rodillas lentamente para hacer tiempo (esto se hace para que al morir la mujer no abran las piernas, lo que es considerado deshonroso), si acertó en lo que quiso decir Piccolo, pronto él haría algo para ayudarlos pensó, si sólo pudiera usar su ki... se alegró interiormente al sentir que el namek estaba regenerado, y se movía cerca del lugar, afortunadamente nadie más se había dado cuenta por la oscuridad de la noche y que todos estaban pendientes de ella. Acomodada tomó el cuchillo para cortarse el cuello, cuando cayó en cuenta que sentía, no sólo a Piccolo, sino la energía de todos, subió su ki al máximo, cuando iba a usar el puñal contra sí misma un grito la detuvo.
— ¡¡¡AHORA IZBET!!! — dijo el guerrero de piel verde.
El namek atacó y con un massenkosapo mató a varios onis, incluso ahora podía volar. Inmediatamente los ogros y los animales malignos fueron contra él, la mujer ciega hizo aparecer sus alas, y se puso espalda con espalda con el guerrero para protegerlo y que pudieran defenderse de los ataques que llegaban de todos lados. Mientras las bestias mágicas se concentraban en ellos, los presos se volvieron contra los humanos que servían al hechicero, varias luchas se llevaron a cabo iluminadas por pequeñas hogueras que se formaron donde cayeron las antorchas, el duelo final fue entre Netzi y Curaem.