— ¿Son los hijos de N°17? — preguntó Izbet al ver unos niños sonrientes en una foto del grupo de los guerreros Z tomada en el Templo Sagrado.
— Sí.
— ¿Entonces ellas deben ser Marrón y 18?
— Exacto.
RECUERDO
A mitad de semana Piccolo estaba meditando en el patio del Templo cuando sintió un ruido extraño, al abrir los ojos alcanzó a ver que N°16 se perdía atrás de una habitación, el namek se levantó rápidamente a buscarlo, pero a pesar que revisó todo el lugar no encontró nada.
El fin de semana transcurrió sin sobresaltos, el martes meditaba en una habitación en el hogar de Kami Sama, todavía seguía preguntándose porque tuvo esa visión, cuando sintió el mismo ruido que la otra vez, al abrir los ojos frente a él estaba N°16, le miraba de una forma extraña, se dio la vuelta y salió al exterior, cuando lo siguió nuevamente desapareció.
Un tiempo después cuando estaba solo en un desierto apareció el autómata que inmediatamente comenzó a atacarle, el namek trató de conversar con él, pero no se detuvo, al final el hombre de piel verde lanzó un rayo no muy poderoso para defenderse, a pesar de eso no quedó rastro del robot.
Durante las siguientes semanas se le siguió apareciendo, el guerrero de piel verde cada vez que lo veía luchaba con él, a veces quedaba con heridas, la ropa desgarrada, o lo que era más lamentable, animales que estaban en la línea de fuego morían o quedaban heridos, pero como luego no podía encontrar ningún rastro del robot, se preguntaba si estos encuentros era reales o producto de su mente, además siempre se producían cuando no había nadie más con él. No quiso contar lo que le ocurría, pensando que era cansancio mental, que pronto pasaría.
La noche de un domingo en casa de Izbet, Piccolo se levantó a meditar, aunque ella mandó hacer la cama grande, para que él estuviera cómodo, la mujer sabía que no estaba acostumbrado a descansar así, por lo que no le dio importancia y siguió durmiendo.
Durante la madrugada él sintió nuevamente ese peculiar sonido, al abrir los ojos vio a Nº16 que luego de mirarlo con odio, se acercó al lecho para tomar a Izbet, Piccolo luchó con él cuerpo a cuerpo, no quería usar rayos de energía para no poner en peligro a la durmiente, cuando tenía firmemente del cuello a 16, fue la voz de su novia la que escuchó, que entre cortadamente le pedía que la soltará, parpadeó, el robot desapareció y a quién estaba lastimando era a su compañera.
— ¿Qué diablos te pasa? — lo apartó bruscamente, tosió y se sobó el cuello — casi me estrangulas idiota.
— Es que... — no quería decirle lo que pasó así que huyó volando.
Al otro día ella fue a buscarlo al Templo Sagrado.
— No lo veo desde ayer — explicó Dende — pensé que estaba contigo — era invierno, así que no le llamó la atención que la medio demonio usará una gruesa bufanda.
Fue a la cascada y no estaba, pensó donde pudo haberse escondido, no podía sentir su ki... fue al lugar donde entrenó a Gohan cuando niño, allí lo encontró.
— ¿Qué pasó anoche? — exigió saber la ciega.
— Aléjate, puedo volver a dañarte — trató de irse volando.
— Dime porqué ocurrió esto — se puso adelante de él y se descubrió el cuello, donde se notaban perfectamente las marcas de sus dedos.
— Encontré una solución a esto... pero no te gustará — respondió firme.
— ¿Una solución a qué? Siempre me dices que somos uno, y ahora que tienes un problema no quieres decirme.
— Perdí la cordura... veo al androide N°16 en todos lados — le contó las otras veces que lo ha visto y había creído destruirlo.
— ¿Eso pasó ayer? — preguntó mientras se volvió a acomodar la bufanda.
— Anoche vi que te iba a sacar de la cama, luche con él, pero cuando lo tenía de la garganta, eras en realidad tú. Tengo miedo de herir o matar a alguien.... a ti — guardó silencio un momento — vamos al Templo.
Al llegar se encontraron con Goku, Gohan, Videl y la pequeña Pan, hablando con Kami Sama, el namek les contó lo que ocurrió.
— ¿Entonces qué piensa hacer? — quiso saber su alumno.
— Quiero que me entiendan, sobre todo tu Izbet, debo entrar en la Habitación del Tiempo, para luego destruir la puerta desde adentro.
— No harás eso — se le acercó angustiada.
— Lo de ayer me hizo darme cuenta que soy un peligro para todos. No quiero hacerle esto a nadie más — le quitó la bufanda a la ciega, dejando las marcas a la vista de todos.
Dende miró asombrado, en cambio Videl abrazó contra su pecho a Pan y le dio la espalda al guerrero de piel verde.