Ángel Ciego 9. Memorias

Despedida. Estoy muriendo

Esa tarde Yun conoció a Melanie, una jovencita morena, dulce, que tocaba precioso el teclado, tenía una voz de ángel, y pintaba unos óleos muy bellos, conversaron entretenidos los dos con Ricky toda la velada, hasta que fue demasiado tarde para ir a ver a Lina.

— Se me pasó la hora... si mi amor... prometo ir mañana — colgó un poco avergonzado porque la sobrina del dueño de casa escuchó todo.

— Lamento que no hayas podido ir a ver a tu novia, es muy posesiva por lo que escuche — sonrió nerviosa.

— No tanto, solo que nos amamos y no le gusta que nos separemos. Pronto nos iremos a vivir juntos, luego todo será perfecto.

— Hummm... ¿Y qué sabes sobre ella? — miró con suspicacia.

— Es huérfana, cuida de su primo... — respondió algo molesto.

— Ten cuidado, recuerda que hasta Lucifer fue un ángel.

— Ya habló tu tío contigo, no sé porque le tiene tanta mala onda — le molestaba que Ricky hablaba tan mal de ella a todos.

— Algo me dijo, pero creo que debes descubrirlo por ti mismo.

Durante ese tiempo Izbet se sintió cada vez más cansada, con mucha debilidad, ya casi no comía, ni iba al Templo, un domingo cuando Piccolo fue a verla a su casa, encontró la ventana de su cuarto abierta, sintió su ki lejos, en el campo.

— ¿Qué diablos hace allí? — se preguntó el guerrero.

Cuando la encontró estaba cerca de un árbol, desmayada, al tocarla se dio cuenta que ardía en fiebre, unos campesinos que pasaban en ese momento vieron lo que ocurrió y las emprendieron contra él.

— Un monstruo se quiere llevar a una mujer, hay que ayudarla — dijo uno de los hombres.

Le tiraron piedra y palos, que obviamente no le hicieron nada ni le interesó, lo único que quería era ir lo más rápido posible a la clínica donde sintió la presencia del doctor amigo de Izbet.

— ¡¡¡LUIS!!! — la voz del namek hizo remecer el lugar.

— O no, tiene una crisis — dijo el médico saliendo rápido de una sala.

— ¿Qué le pasa? Está ardiendo en fiebre — preguntó preocupado el hombre de piel verde.

— Yun... hijo... no te vayas... — seguía delirando la ciega.

— Espera acá, te avisaré cuando la estabilice y hablaremos, debí suponer que no le diría a nadie — la tomó en sus brazos.

La mujer tenía desgarrada parte de la camiseta, se le veía una herida en el brazo, el namek empezó a recordar, abrió los ojos asombrado y preocupado, fue un año atrás que se la hizo, fue la noche que se marchó su hijo, y todavía no había sanado... Luis entró con la ella a emergencias.

A las horas sus amigos se enteraron, además de Piccolo, en el Centro hospitalario estaban Jenny, Vídel, Gohan y Bulma. El médico salió a hablar con ellos cuando por fin la fiebre cedió.

— Preferiría hablar en privado contigo — le dijo al namek — por ser la pareja de Izbet.

— Por favor dinos que le pasa — el guerrero prefirió que todos escucharán, que vio la cara de preocupación de los demás.

— Lo lamento mucho — cuando se quitó la mascarilla, el médico tenía una expresión muy triste — hace unos meses le hice un chequeo general porque se sentía muy cansada, le descubrí un extraño tipo de anemia, hasta ahora ningún tratamiento ha funcionado.

— No se puede intentar algo más, el dinero no es problema — dijo la científica.

— No es cosa de dinero, ya no queda ningún procedimiento efectivo al cien por ciento, solo queda uno que puede alargar un poco su vida... pero no es seguro cuanto...

— Quiero verla — pidió el namekr, mientras todos asimilaban la noticia pasó a la habitación — ¿Cómo te sientes? — habló bajo.

— Bien, sabía que había llegado mi momento cuando sentí esa herida que no sanaba — dijo en un suspiro la mujer ciega.

— ¿Por qué no me lo dijiste? — dijo conteniendo su frustración, sabía que ella era muy independiente, pero no decirle algo así a él que era su pareja desde hace tanto lo molestó.

— No quería sentir tu lástima, ni que sufrieras viendo como me apagó, no hay nada que puedas hacer para ayudarme — suspiro — deseaba que me recordarás como siempre me has visto, y no en lo que me estoy convirtiendo — le sonrió tristemente — tranquilo, no tengo dolor.

Luego de meditarlo un poco Piccolo pensó que tal vez en su caso él habría hecho lo mismo, odiaría que la gente lo mirará con misericordia.

— ¿Hablaron contigo de ese tratamiento que puede alargar tu vida un poco? ¿Por qué no lo intentas?

— Lo haré, quiero estar cuando Yun decida volver, tuve un sueño raro, mientras más corría tras él más lejos lo sentía — trato de contener sus sentimientos al pensar en su hijo.

— Le avisaré, debe saber lo que te está pasando — dijo con firmeza.

— No, no quiero que vuelva porque estoy muriendo... por favor — suplicó angustiada.

— Está bien, hablaré con Luis para saber que hay que hacer ahora.

— Gracias por entenderme — agradeció y se quedó tranquila.

La vio tan delgada y frágil, Piccolo recordó cuando entraban en las fiestas de los guerreros Z, aunque era baja todos se daban cuenta de donde estaba, no solo por estar a su lado y al de Yun, que media casi 2 metros, era esa energía especial que emanaba de ella, su presencia por lo que nunca pasaba desapercibida, ahora se veía tan desvalida.

Al salir encontró a las mujeres conversando con el médico. Gohan se acercó y le tomó el hombro para darle ánimos.

— Luego del tratamiento, quedará sin defensas por unos meses, después le haremos un trasplante de médula, tal vez funcione — explicó Luis lo más sencillo que pudo el tratamiento que le harían a Izbet.

— ¿Cuántas posibilidades de sobrevivir tiene? — quiso saber el namek.

— Un 10 % de que llegue a seis meses o un año, pero sin él sus posibilidades de sobrevivencia son 0 en una semana.

— Entonces procede, esperando el trasplante la llevaré al Templo, allá estará bien cuidada y no habrá peligro de que contraiga una infección.



#6605 en Fanfic

En el texto hay: sexo, aventura, sexo amor desamor

Editado: 06.03.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.