"Ángel de la Guarda"

6: "Acuerdo"

Primero Lucía intentó hablar con Samuel a solas, pero las chicas lo seguían hasta en los lugares más privados, luego intentó hablar con él al llegar a casa, pero lamentablemente Samuel había ido a la casa de sus padres para recoger sus cosas y estuvo ausente el fin de semana. Hasta que el último intento fue una carta que parecía una tarea sencilla de realizar, pero Lucía no encontraba las palabras para poder describir cómo se sentía; y así pasó un mes entero sin poder hablar con Samuel, o al menos encontrarlo solo para hablar sin interrupciones. En la tarde ellos estaban en la biblioteca, Lucía estaba distraída; mientras que Samuel no paraba de observarla, ambos preocupados uno por el otro. ¿Es curioso no? Dos personas de polos diferentes, preocupándose entre ellos por el bienestar del otro. Mientras tanto, Sofía y Víctor avanzaban el proyecto sin darse cuenta de la situación que pasaba en frente de sus ojos. 

—Lucía estaba pensando en poner como introducción a una frase de este teólogo ¿Qué opinas? —dijo Sofía mirando a Lucía, pero ella no respondió y hubo diez minutos de silencio.

—¿Lucía, estás escuchando? —preguntó Víctor, él de manera cautelosa la sacudió y hubo reacción.

—¿Ah? Perdón chicos, esta bien Sofía, pon esa frase —respondió Lucía saliendo del trance.

—Parece que su cuerpo está en la tierra, pero su mente está en Júpiter —dijo riendo Sofía

—Debe estar preocupada, por lo del examen de un mes atrás —dijo Samuel compasivo —no te preocupes, como dijo la maestra, solo es para saber qué tanto sabes de la religión .

—Samuel tiene razón, no debes preocuparte Lucía —dijo Sofía con una sonrisa.

—Bueno, perdón chicos pero continúen sin mí —respondió Lucía ida —creo que hoy no me siento con ánimos, mañana me dicen como va el proyecto...—al retirarse, los demás se miraron.

—Creo que la hicimos enojar, es muy difícil hablar con ella —decía Víctor un poco asustado —es fría como el hielo...

—No creo que esté enojada, es preocupación —respondió Sofía tranquila—desde hace un mes está así...


 

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En casa, Lucía seguía pensativa y la culpa la carcomía cada día más. Las palabras que le había dicho a Samuel resonaban como ecos, y también recordó a Sebastian; eso la molestaba aún más.

—Ha pasado un mes y tres días y aún no puedo escribir mi carta de disculpa ¡creo que me volveré loca! —decía Lucía en voz alta, y entonces sonó la puerta.

—¿Lucía? Soy...Samuel...quiero saber si...estás bien...—dijo Samuel tímido.

—Sa...samuel...yo...—dijo Lucía tartamudeando.

—¡Tranquila! Que solo quería saber si estás bien, ya me voy...—respondió mientras se alejaba.

—Samuel, espera yo...—dijo Lucía y abrió la puerta —Samuel...quiero...¿Samuel?..¿hola?.. —pero no había nadie en el pasillo. Lucía solo pudo cerrar la puerta y llorar desconsolada, quería de una vez por todas poder quitarse ese dolor que llevaba arrastrando desde niña, pero no podía; algo se lo impedía —Samuel...lo siento tanto...



 

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Al otro lado de la ciudad, Sebastian se había reunido con el demonio "A". Si algo era seguro, es que el demonio solo quería ver a Sebastian para molestarlo. Aunque esta vez, la reunión iba a ponerse peor de lo que se pensaba.

—Vaya, vaya Sebastian —decía el demonio "A" sorprendido —casi no cumples con esta cita.

—En serio me estoy arrepintiendo de este trato —respondió Sebastian enojado.

—¿Por qué?¿Acaso no estás feliz de estar cerca de tu humana? —preguntó el demonio "A" incrédulo.

—Ella creo que no quiere verme, a pesar de todo lo que...¡Ey deja de estar preguntando, dime el por qué me citaste aquí! —exclamó Sebastian furioso.

—Bien, iré directo al grano como dicen los humanos, creo que necesitaré más energía para poder sobrevivir —dijo "A" serio en tanto fumaba una pipa.

—Los demonios sobreviven por los contratos ¿no? —preguntó Sebastian frunciendo el ceño.

—Exacto, y últimamente los humanos ya no firman contratos jugosos —respondió "A" preocupado —ahora varios demonios están muriendo y son castigados en el inframundo y  todas esas cosas, creo que sabes de lo que hablo ¿no?

—Entonces necesitas más energía para vivir, pero ¿los humanos ya no firman contratos? ¿puede pasar? —interrogó Sebastian.

—Si, eso pasa cuando los humanos entran en pánico —contestó el demonio aburrido —cuando tienen muchas enfermedades y quieren ir al cielo; en resumen, no quieren "pecar".

—Pues no lo sé, tengo que pensarlo —dije Sebastian pensativo —mi energía es muy valiosa como ángel —el demonio se le acercó y lo intimidó con su mirada.

—Sebastian ¿recuerdas lo que pasó el día que nos conocimos verdad?..





 

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Hace 2 meses atrás (ver capítulo 3)

 

Sebastian apenas pudo levantarse después de sentir ese dolor tan intenso en su cuerpo, al verse en un pequeño espejo que estaba en la pared, pudo observar su apariencia rejuvenecida.

—¡¿Dónde están mis alas?! —dijo Sebastian alterado mientras miraba su espalda.

—Pues digamos que al compartir tu energía conmigo, pierdes una parte de tu aspecto físico —dijo el demonio con una sonrisa siniestra.

—Hasta mi cabello ha cambiado y mi ropa...desapareció —dijo asombrado.

—¡Ey demonio "C"! Dale ropa a este angelito "caído" —gritó "A", unos minutos después pudieron conseguirle una ropa decente.

—Gracias —dijo Sebastian vistiéndose —creo que este nuevo rostro puede ayudarme  con mi misión...

—Pero angelito, no lo olvides; cada semana deberás venir para que me des energía y así pues seguirás viviendo —contestó el demonio serio.




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