"Ángel de la Guarda"

34: "Cuidado"

La noche llegó y Lucía subió corriendo las escaleras muy nerviosa, pero se topó con la señora Fela que estaba con una caja de herramientas,  el ruido fue tan fuerte que alertó a los vecinos y se molestaron por ello; la señora Fela tuvo que tranquilizarlos y Lucía temía que ella le regañara.

 

—¡Oh! Discúlpeme, estoy...un poco distraída y...—la señora solo la miro y la calmó.

—Descuida, esta vez no te gritaré —contestó casi indiferente y al mismo tiempo compasiva, luego observó que sus manos estaban temblando e intento distraerla un poco —veo que saliste temprano.

—Eeeh...pues...si, no había mucho trabajo —respondió un poco más calmada, no quería que nadie viera que en ese momento ella se sentía vulnerable y aterrada..

—Te llegó una caja en la tarde, ven conmigo para entregártela —al decir eso, Lucía empezó a temblar como gelatina y a perder la compostura.

—E-e-e-s-sta...b-i-i-e-e-en...p-p-puedo...esperar a-a-aquí...—la señora no le dijo nada y solo fue a recoger la caja, se la dio casi dudando y solo le dijo que si era algo peligroso debía alertar a las autoridades. Lucía dejó la caja en su habitación y la abrió muy despacio, en su interior se encontraba un vestido hasta las rodillas.

En la parte superior el color era guinda y la inferior era negra y su falda era suelta, tenía un escote en forma de V en la espalda y una correa negra y gruesa que se estiraba, a simple vista era un vestido sexy y a la vez inocente. También había tacos altos negros, una caja con joyas doradas y una nota escrita por Javier.

<<Espero que uses todo esto, además debes llevar específicamente un peinado con un simple recogido con flequillo...

Psdt: Aquí hay una foto de Bella Thorne para que te guíes en el peinado>>

Al revisar la caja, efectivamente había una foto de la actriz y el peinado que Javier quería que Lucía se hiciera, sin embargo, eso consistía que ella debía cortarse el cabello; Lucía amaba su cabello más que a nada, solamente se lo cortó cuando su tía había fallecido y desde allí siempre trató de cuidarlo al máximo. Javier sabía que a ella no le gustaba que maltraten su cabello, por eso ella pensó que él hacía todo eso al propósito, sin embargo, con tal de que la dejara en paz podría hacer lo que sea, incluso cortar lo que más quería..

—Solo esta vez, solo será por esta vez...—ella empezó lentamente a cortarlo, por cada mechón que caía al suelo, una lágrima salía de sus ojos marrones. Su consuelo era que muy pronto acabe su pesadilla...

 

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Algunos pobladores se encontraban recogiendo algunas hortalizas y sembraban semillas, en tanto una niña estaba jugando en el bosque distraída con algunas aves. Después de un rato pudo observar a lo lejos a un chico que estaba observando -sin expresión- la catarata Yumbilla  que estaba cerca del lugar.

—¡Oye, ten cuidado! ¡Es peligroso! —gritaba la pequeña que se acercaba al joven, él volteo a mirarla y su rostro cambió a alegría.

—Tranquila, soy muy cuidadoso .

—Pues cuando llegaste aquí, casi te resbalas con una piedra...de hecho, fue algo tonto que te tropezarás con una roca grande y visible —dijo ella riéndose de él.

—¿Te burlas de mí? —preguntó pícaro.

—Pues si ja,ja,ja,ja —ambos rieron y luego se escuchó el grito de una mujer que llamaba para comer—ya debemos irnos, nos esperan para almorzar.

—Naaah...me quedaré otro rato más, sigue tú —respondió coqueto en tanto fingía rebeldía.

—¡No, ven conmigo! —exclamó la niña extendiendo su mano, él no pudo negarse y la acompañó.

—Esta bien, esta bien, iremos juntos...—caminaron durante más de veinte minutos y llegaron al pequeño poblado de Cuispes donde estaban sirviendo la comida, los pobladores comían a gusto y el joven era el único que no había probado bocado.

—Oye, ¿no comerás nada otra vez? —preguntó la señora que recogía los cubiertos de la mesa.

—Perdóneme, pero...no tengo hambre —respondió él apenado y triste.

—Óigame usted, desde ayer en la tarde que no come nada y ¿dices que no tienes hambre? —ella se sentó a su lado y le habló suavemente —pues ¿Qué te está preocupando?

—Señora...pues...—la señora lo miraba casi como una madre, eso hizo que él confiara en ella y le terminó confesando su preocupación—un amigo se empeñó en ayudar a una amiga a volver a tener fe a través de la religión...pero ya pasaron casi tres meses y no consigue nada...e incluso empeoró las cosas y...su amiga sigue sin creer e incluso ahora odia más a todo lo relacionado con ella...está desesperado y temé que si deja de creer para siempre, él ya no pueda estar a su lado como antes solía hacerlo.

—Mmmm...pues, dile a tu amigo que primero deje de estar sentado sin hacer nada —contestó ella mirándolo de manera pícara—y que luego se paré y se vaya a buscar a esa amiga suya, y que siga intentando.

—Pero ya intentó de todo y no consigue nada.

—Oye, tu amigo es muy tonto y distraído...si él no tiene fe y confianza en sí mismo ¿Cómo ayudará a su amiga entonces?

—¿Qué? No entiendo —la señora solo sonrió y miró hacia el techo mientras hablaba.

—La fe más poderosa es la que tenemos en nosotros mismos, no lo olvides muchacho...enséñale eso que es más valioso que la religión—respondió riéndose del joven, luego se paró y acarició su cabello como si fuera un niño —ahora come todo tu almuerzo y dile a tu amigo que vaya a buscarla, que no te rindas ¿está bien?

—Gracias por todo —ella le sonrió y se fue del lugar, él comió y tomó todas sus cosas para emprender el vuelo de regreso a la ciudad; como dijo la señora, debía tener fe de que todo debía mejorar —ir a este pueblo siempre me despeja la mente, ojalá que Lucía haya estado bien en mi ausencia...


 

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