Después de casi dos semanas, Lucía salió del hospital junto a Sofía y ambas se dirigieron al edificio para que Lucía se recupere lo más pronto posible.
—Y ya sabes, debes tomar la pastilla cada ocho horas después de comer, pedí a mi Lolita que te trajera comida cada vez que te toque tu medicina —Lucía se mostró muy confundida por el nombre de la persona que le iba a traer alimento, pero solo se limito a hacerle una pregunta.
—¿Quién es Lolita?
—¡Cierto! No te hablé de ella como se debe, en resumen es como mi segunda madre —dijo sonriendo y luego arropó a Lucía para que reposara lo suficiente antes de su medicina —ahora cierra tus bonitos ojos y descansa ¿si?
—Sofía, no soy una niña...—respondió Lucía mirándola un poco fastidiada, pero ella ignoró sus palabras y siguió hablando.
—Dentro de dos horas vendrá Lolita, recíbela ¿si? —ella terminó de acomodar sus cosas y salió hacia la puerta lentamente —ahora me voy, adiós...
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Sofía le sonrió cuando cerró la puerta, pero luego le empezaron a caer lágrimas de furia hacia Javier.
—Ese desgraciado va a pagar muy caro lo que le hizo a mi amiga —en ese momento se asomó Samuel desde la puerta y miro a Sofía confundido.
—¿Sofía?
—Vaya, vaya, hasta que te decidiste volver ¿por qué te fuiste eh? —Samuel suspiró y trató de calmarla.
—No empecemos ¿si? Lo que dije anteriormente es la verdad ¿Qué más puedo decirte?
—Aunque fuera cierto, no me pareció la forma en que te desapareciste ¿sabías que estuvimos a punto de llamar a la policía? —esa respuesta sorprendió tanto a Samuel que su corazón empezó a latir muy fuerte.
—¡¿Qué?! ¡¿Me hablas en serio?!
—Allí te das cuenta cuánto le importas a mi amiga, ¿en serio que eres ciego? ¿no sabes lo que le pasa a ella? —otra vez Samuel empezó a confundirse más ¿acaso algo más le pasó en su ausencia?
—Ahora si me dejaste confundido, ¿de qué hablas ahora? —ella furiosa solo bajó las escaleras mientras hablaba.
—No, no, ahora son dos los tontos...—él fue hasta su ventana y pudo ver a Sofía alejarse y tomar un taxi, al fin cuando subió a uno y observó que se alejaba pudo irse hacia su habitación y descansar un poco.
—Ahora entiendo el por qué dicen que nunca entenderemos a las mujeres, ni siquiera los mismos ángeles las entendemos...
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Lucía estaba descansando plácidamente cuando escuchó el sonido de la puerta, ella supuso que era la tal Lolita que venía a dejarle su comida.
—¡Puede pasar, está abierto! —ella esperó a que Lolita entrara por si sola, pero en cambio vio una silueta masculina asomarse a su cuarto —¡¿Quién eres?! —antes que el individuo pudiera hablar, ella le lanzó un libro grueso de medicina, entonces la persona cayó de golpe.
—¡Auuu! Lucía ¿Por qué hiciste eso? Me dolió —dijo Samuel mientras se paraba con dificultad.
—¡Oh no! Como lo siento, creí que eras...—ella iba a mencionar a Javier, pero decidió callar para no incomodarlo más —un...un...intruso.
—¿Tengo cara de uno Lucía? —preguntó Samuel serio.
—No, pero...oye ¿Qué haces aquí?
—Quería verte, pero creo que mejor me voy antes que me lances otra cosa —él iba a retirarse, pero Lucía lo detuvo.
—No, no, por favor ven, me aburro estando sola —dijo ella suplicando que se quede con ojitos tiernos, esa era la debilidad de Samuel y no pudo negarse ante la petición.
—Esta bien, ¡pero no me tires otro libro! —ella sonrió y le extendió su mano.
—Te lo prometo.
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Ambos no decían palabra alguna, solo se limitaban a mirarse y cuando chocaban miradas, decidían observar otro lado; todo esto duró casi media hora, hasta que Lucía rompió el silencio.
—¿Qué hiciste estas semanas? —preguntó ella mirándolo, él volteó a verla y mostró confusión.
—¿Disculpa?
—Te fuiste sin decir nada, me preocupaste y estuve a punto de hacer una denuncia por desaparición ¿sabías?
—Si, me lo dijo Sofía un poco molesta conmigo, y tiene razón.
—Prometiste que me contarías sobre el lugar donde te fuiste, estoy esperando...
—Esta bien, te lo diré...
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En ese momento sonó el timbre de la casa de Lucía, era Lolita quien venía a dejar la comida, era amigable y tendría casi 50 años aproximadamente. Ella se fue deprisa y Lucía empezó a comer en tanto escuchaba el relato de Samuel.
—Recuerdo que con mi padre buscábamos lugares en donde pudiera desarrollarme mejor para madurar, en una de esas búsquedas me topé con un pueblo escondido en la selva de Perú, al principio me asusté un poco porque era la primera vez que veía mucha vegetación en medio del pueblo, pero luego me acostumbré al ruido de los pájaros y de la amabilidad de la gente. Ya había pasado una semana y estábamos a punto de irnos con mi papá cuando me perdí en medio del bosque, estaba muy asustado y casi anochecía, sin nada que comer caminé y caminé hasta llegar a una zona húmeda. Creí pisar el paraíso cuando levanté mi vista y observé una catarata tan hermosa y gigantesca, la noche estaba con luna llena y creí que estaba soñando o quizá muerto para ver tremendo espectáculo —Lucía había casi dejado de comer por escuchar el relato, él al verla tomó la cuchara y le dio un bocado de arroz.
—¡Oye!
—Debes comer, no te entretengas.
—Es...está...interesante —ella pasó lentamente el alimento y se entusiasmó —sigue por favor.
—Estaba tan concentrado y cautivado por la catarata que no vi que mi papá estaba muy asustado y con frío, me abrazó muy fuerte cuando me vio y decidió que era mejor irnos muy rápido. Sin embargo, cuando crecí volví al pueblo y -aunque pasaron años- aún me sigue transmitiendo esa paz y tranquilidad; allí también conocí a una persona que me cambiaría la vida, por alguna razón no puedo recordar su nombre y me frustra no hacerlo, pero lo que si recuerdo es que ella me enseñó muchas cosas lindas de la vida y del mismo pueblo...—ella lo miró seria y puso muecas de molestía.