"Ángel de la Guarda"

46: "El incio de la oscuridad (parte II)"

*narración de sofia*

Al crecer, me convertí en la chica que evitaba a los hombres. Ser linda a veces no es una ventaja, tener un rostro angelical solo causa mucho acoso e inseguridades. Mi problema empezó cuando entre a la pubertad y mi cuerpo experimentó los cambios de la misma etapa. Tenía 15 años cuando un chico se me acercó, era muy atractivo y popular y salí con él por un tiempo, pero una noche me llevó a un lugar e intentó abusar de mí. Tuve que usar mi gas pimienta que llevaba en mi bolso y desde allí nunca más quise saber sobre hombres, aquel que intentaba entablar amistad conmigo lo único que hacía era alejarme e incluso insultarlo.

Así continúe hasta que cumplí 17 años y fui con mis amigas a una salida al mar, me vestí lo más sencilla posible y todas estuvimos solo mojándonos los pies porque fuimos cuando finalizaba el invierno y empezaba la primavera y por eso el agua aún estaba fría.

Quien diría que cerca de allí vi a un joven muy apuesto y sonriente, estaba bañándose y sostenía algo en sus manos y se veía feliz. Recuerdo que el viento soplaba suavemente ese día y el aroma era parecida a la neblina, recuerdo que la arena era suave y el sol brillaba pero no causaba ardor, soy temerosa al agua pero en ese momento quería quedarme a nadar solo para verlo.

Mi primera reacción fue que debía alejarme del chico, pero no apartaba mi mirada, sin embargo, las demás se le acercaron y le hablaron, recuerdo que él se sonrojo y cuando salió del agua y mostró lo que sostenía: era una niña de cinco años y estaba vestida con un traje de baño rosa y se le veía con una sonrisa risueña. Todas quedamos impactadas y lo primero que pensamos era que él era padre, pero luego nos dimos cuenta de que estudiaba en nuestra escuela. Su nombre era Víctor Qhari, el chico nerd del salón, solo que ese día estaba sin sus lentes habituales que usaba.

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Todavía no podía procesar lo que mis ojos habían visto ese día, durante toda la preparatoria él estaba allí  estudiando en mi salón, era muy aplicado y casi no hablaba tanto. Por eso nadie había notado que era muy atractivo de cuerpo, hasta ese día en la playa.

—¿Puedes creerlo Lolita? ¡Estuvo frente a mí y nunca lo supe! —estaba comiendo galletas horneadas mientras le contaba a Lolita sobre mi encuentro con el joven.

—Debió ser una gran sorpresa, no obstante, debes tener cuidado —ella era la única que sabía sobre el intento de abuso que sufrí, por eso siempre se preocupaba por mí.

—Si, lo sé y créeme que tomo mis precauciones por si acaso —el aroma que desprendía del horno era exquisito, Lolita sabía cocinar muy bien y ese día preparó un rico pollo al horno con ensalada y como postre preparó queque de higo.

—Y ¿ya sabes a qué quieres dedicar? —yo miré hacia el techo y luego recordé sobre lo que había leído en Internet y la profesión que más me había llamado la atención.

—Pues, mi papá quiere que estudie administración de empresas, pero...lo que quiero yo, es ser psicóloga.

—Oh, es una carrera hermosa —dijo sonriendo de manera dulce entre tanto colocaba los últimos condimentos a la ensalada.

—¿Así?

—Mi hija era la mejor psicóloga que tenía el pueblo de dónde vengo, siempre que ayudaba a otros se sentía tan satisfecha y era inspiración para todos allí —Lolita me contó que era casada y tenía solo una hija, era tan feliz que a veces me contaba anécdotas de su familia, sin embargo, una noche asesinaron a su hija por confundirla con otra persona con tan solo 30 años de edad...fue un duro golpe para ella que tuvo que migrar a Norteamérica para curar sus heridas y trabajar, ya que su esposo había fallecido antes que su hija y Lolita se sintió más sola que nunca.

—Pues...entonces ya lo decidí Lolita —me pare junto a ella y la abracé muy fuerte —seré psicóloga, y convenceré a mi familia para llevar esa carrera en la universidad.

—Mi pequeña, espero que cumplas tus sueños y que siempre tu vida se llene de bendiciones —dijo con su voz quebrada al escuchar mis palabras.

—Me hubiera gustado tener una abuela como tú, la quiero mucho.

—Yo también a ti mi pequeña "Yaku"...

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Su mundo de Víctor eran los libros, por alguna razón me recordó a mi mejor amigo y por eso decidí acercarme a él. Siempre creí que su personalidad era fría y oscura como el invierno, por eso nadie quería acercarse y por ende estaba solo...hasta ese día en la playa.

—¡Hola! ¿Cómo estás?—saludé casi tímidamente e intenté ser lo más cordialmente posible, él levantó su mirada y luego siguió mirando su libro.

—Hola —esa respuesta tan fría como el hielo no me la esperé, era como hablar con una piedra...creo que hasta una piedra tendría sentimientos.

—Te vi el otro día en la playa, estabas con una niña y me pareció muy dulce que hayas pasado tiempo con tu...—pero no me dejó terminar la frase y en cambio cerró su libro bruscamente y me miró a los ojos en señal de desafío.

—¿Qué es lo que quieres? —definitivamente su tono de voz era fastidio, pero obviamente yo no me quedaría atrás y respondí en el mismo tono.

—Tampoco tienes que ser grosero conmigo, ¿crees que me acerqué a ti porque quiero algo a cambio? Pues ¡te equivocas! —decidí alejarme y dejarlo con la palabra en la boca, no me iba a dar el lujo que me humille y que incluso me falte el respeto. Definitivamente el invierno no es mi estación favorita.

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