"Ángel de la Guarda"

51: “Ironías”

Lucía despertó de muy mal humor y fue rumbo a su trabajo con ojeras bajo sus párpados, no había dejado de pensar en la razón de que Samuel y Victoria estuvieran juntos en el centro comercial, por eso no pudo conciliar el sueño toda la noche y pensaba preguntárselo a él directamente en el trabajo. Al llegar al restaurante, notó que Sol tenía los ojos hinchados como los ojos de los simpsons, había estado llorando toda la noche y Lucía creyó que no era conveniente preguntar el por qué. Los clientes llegaban muy hambrientos por el aniversario que se estaba celebrando en la zona por sus 100 años de creación y había mucho movimiento en el trabajo, no obstante se sentía la ausencia de Samuel.

—Chicas, ¿vieron a Samuel? Son más de las diez de la mañana y él sabe llegar antes que yo a recibir a los proveedores —dijo la jefa muy preocupada mientras cocinaba a toda prisa.

—No señora, no lo hemos visto —contestaron Sol y Lucía al mismo tiempo, ambas en estos momentos solo tienen en sus mentes atender de forma rápida a los clientes. Sin embargo, cuando llegó la hora del descanso, fue cuando pudieron sentarse y razonar sobre la ausencia de Samuel.

—Temo que algo le haya pasado, intenté llamarlo pero no responde —dijo Sol triste, pero de pronto la puerta se abrió de un solo golpe y se pudo visualizar a Victoria que estaba arreglada con un vestido corto muy ceñido a su cuerpo de color negro, con manga larga de malla y eso hacía destacar su cuerpo y atraía la mirada de cualquier chico, Lucía la observó de pies a cabeza e intuyó que algo no andaba bien.

—No te preocupes, él no corre ningún peligro —respondió sonriendo de forma triunfal, la dueña del restaurante se levantó de la mesa y se acercó para verla mejor y Sol también hizo lo mismo.

—¿Quién es usted? —preguntó la dueña y Victoria volvió a sonreír, pero esta vez de forma muy coqueta.

—Oh perdón, soy Victoria Wellson y la novia de Samuel, a partir de hoy él no volverá a trabajar en este mugroso lugar.

—¿Qué acaba de decir?

—Dije ¡mugroso lugar! Desde hoy solo yo le daré un trabajo digno de él y no trabajará en este restaurante tan viejo y descuidado que puede estar infectado de ratas —la dueña al oír eso estuvo a punto de perder la paciencia y botarla de su negocio, pero solo alzó la voz para  esto ocasionó que se asustaran los comensales que estaban en el lugar y algunos que recién llegaban, al escuchar las palabras de Victoria decidieron marcharse.

—¡¿Cómo te atreves a difamar mi negocio?! ¡¿Quién te crees que eres?!

—¡Escúchelo bien señora, soy la hija del alcalde de esta zona! —exclamó ella con su mirada desafiante y con un gesto amenazante se acercó más de lo debido a la dueña — y si se me da la gana, ¡puedo pedirle a mi papá que este lugar se cierre de por vida!

—¡Usted no me va a amenazar! —Victoría se dió media vuelta y se acercó a la puerta sin antes volver a mirar todo el lugar con sus ojos amenazantes, Lucía a pesar de no haber dicho ni una palabra, su rostro mostraba que estaba a punto de perder la compostura.

—Ups, pues ya lo hice —esas fueron sus últimas palabras antes de marcharse y dejar a la dueña con la palabra en la boca, Sol se acercó a su jefa y entonces fue cuando se desmayó de golpe.

—¡Señora! —Sol y Lucía cargaron lo mejor que pudieron y la recostaron en una de las sillas del restaurante, al ver la situación algunos clientes intentaron ayudar sin mucho éxito.

—Llamaré a urgencias, si aún no despierta es porque algo grave está pasando…

—No te preocupes, solo sufrió un desmayo por los nervios y va a despertar cuando su cuerpo sienta que ya no se encuentra en peligro —respondió Lucía intentando mantener la calma. 

●●●●

Después de un rato, la dueña pudo abrir los ojos y la calma volvió al lugar, Lucía había llamado a un doctor para que la revisara y pudiera descartar algún nervio dañado o que realizara alguna observación con respecto a su estado.

— Auch… —expresó con dolor mientras el médico le revisaba, Sol también estaba preocupada por la salud de su jefa y Lucía solo la observaba con atención sin decir alguna palabra.

—¿Le duele la cabeza? —-preguntó el médico.

—Un poco…debe ser el estrés…—respondió y luego se incorporó con dificultad, Sol la ayudó a sostenerse y fue con el médico para hacerle preguntas.

—¿Ella estará bien?

—Por el momento solo fue una descompensación por muchas emociones acumuladas, tenga este medicamento y consumalo cada ocho horas — contestó el médico dándoles una pequeña receta y marchándose a toda prisa. —Si tiene alguna reacción desfavorable pasando la semana, venga al hospital para realizarle un análisis más profundo.

—Bien, por el momento el negocio solo atenderá hasta las doce, por favor las disculpas del caso —dijo Lucía hacia la clientela, a lo cual ellos solo asintieron. 

—No, yo…puedo seguir…

—Lo siento, pero no está en condiciones para atender a la clientela, será mejor que guarde reposo absoluto por el día de hoy —respondió Lucía intentando ayudarla a sentarse nuevamente.

—Ella tiene razón señora, es mejor que descanse por hoy y no se preocupe por el pago de hoy ¿si? —dijo Sol mientras mostraba una cálida sonrisa.

—Chicas…no sé cómo agradecerles por su ayuda.

—Nos agradecerá después, procure descansar ¿si?

—De acuerdo, iré…a mi habitación…—ambas comenzaron a atender a los clientes con rapidez y como las noticias vuelan como el viento, los comensales que pensaban comer en el restaurante “Gloriosa Sazón”, ahora lo hacen en el centro comercial. Lucía sólo atendió con amabilidad sin pensar mucho lo que sucedió en la mañana y Sol de vez en cuando se distraía por estar dentro de sus pensamientos. 

Pronto el reloj dio las doce del mediodía y fue cuando Sol y Lucía empezaron a arreglar el lugar para cerrar. Sol en un momento dejó de limpiar las mesas y solo se quedó mirando el vacío, hasta ese momento solo Lucía se dedicaba a trapear el piso y no se había dado cuenta de ella. Sin embargo, Lucía sabía que Sol era de las personas que hablaba poco, pero al menos ponía algo de música para limpiar y no lo había hecho. Fue entonces que al voltear pudo verla que estaba mirando la mesa y con el trapo en mano solo estaba quieta, era como si mirara algo y al mismo tiempo no. Lucía tocó su hombro para constatar que estaba bien y fue cuando Sol reaccionó.




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