"Ángel de la Guarda"

56: “¿Éxito o fracaso? (Parte II)”

El restaurante estaba repleto de gente tanto adentro como afuera, algo que la dueña no había visto desde que su padre había fallecido. Lucía y Sol estaban atendiendo con mucha velocidad a los clientes y Samuel estaba en el mostrador recibiendo los pagos con mucha rapidez. La información sobre el restaurante “Gloriosa Sazón” había hecho que muchas personas pudieran recordar y asistir a aquel lugar donde artistas y músicos fueron a comer y quedaron deleitados con los sabores de cada uno de los platillos que se cocinaban y servían allí. Además, los otros negocios aledaños también aumentaron sus ventas y pudieron hacer algunos arreglos para que sea más atractivo el lugar. 

—Vaya, ¡no puedo creer que afuera haya fila para entrar al restaurante! —exclamó emocionada Lucía, mientras corría miraba a través de la ventana la gran cantidad de personas que esperaban emocionadas.

—Dimelo a mi, pensé que en la tarde las personas disminuirían, pero fue todo lo contrario —respondió Sol que estaba feliz de ver que muchos comensales se retiraban satisfechos y que la ganancia se duplicó.

—¡¿Sol, tienes cambio de cien dólares?! —preguntó Samuel desde el mostrador que intentaba dar el cambio con agilidad. 

—¡Ahora voy! —Sol fue al encuentro de Samuel y así transcurrió casi toda la mañana y la tarde. Después, la dueña del lugar tuvo que pedir a los comensales que esperaran unos minutos para que los empleados pudieran descansar. Lucía, Sol y Samuel pudieron tener un pequeño respiro y la dueña estaba desconcertada sobre la gran cantidad de personas que habían asistido al restaurante y que seguían llegando.

—Tengo que admitir que este lugar repleto de gente, me hace recordar a los viejos tiempos, sin embargo, ¿cómo se enteraron de este restaurante? —preguntó la dueña confundida, los chicos se miraron entre sí y decidieron confesar lo que habían hecho.

—Pues, no le queríamos decir —pero Lucía fue interrumpida por Sol que estaba muy entusiasmada.

—¡Nosotros publicamos algunas fotos del restaurante y las personas empezaron a venir! 

—Además hicimos publicidad de que hoy se celebraría “el día del mejor cliente” y por eso hoy vinieron muchas personas a comer —dijo Lucía feliz al ver que la dueña empezó a derramar lágrimas de emoción.

—Y pusimos como condición de que si traían fotos de sus padres o personas famosas que estuvieron aquí, daríamos un pequeño descuento —agregó Samuel, la dueña los abrazó a todos y con mucha emoción.

—Muchísimas gracias, a todos ustedes por esto, no pensé recibir esta linda sorpresa.

—No tiene nada que agradecer, lo hicimos con mucho cariño para usted —después de que todos descansaran, decidieron preparar algunos bocadillos para que los clientes que se habían quedado para la celebración, pudieran comer algo mientras esperaban.

—Ahora que sé lo que hicieron, voy a llamar a un viejo amigo para animar el ambiente —la dueña se retiró de la cocina y fue a la parte de atrás del lugar e hizo una llamada rápida, después todos regresaron y atendieron a los clientes y al pasar dos horas más, llegó una camioneta y en ella salió un grupo de personas adultas con instrumentos musicales.

—Creí que no me llamarías nunca más Marcela —dijo el señor que vestía un traje elegante y zapatos muselina y que llevaba un saxofón, Lucía había visto a la dueña salir del restaurante y cuando la siguió, pudo ver a los músicos llegar.

—¿Marcela? ¿Quién es ella?—preguntó Lucía confundida, la dueña sonrió al ver su expresión.

—Yo querida, mi nombre es Marcela Sanchez Cerna; ahora que sabes mi nombre, puedes llamarme Marce.

—¡Wow, si me lo hubieran contado, no lo hubiera creído! ¡Miren cuántas personas!—exclamó otro señor que vestía de traje y llevaba el contrabajo.

—Hay muchos clientes, ¿dónde tocaremos? —preguntó un chico joven que también llevaba traje y tenía un bajo eléctrico y otro instrumento que Lucía no podía identificar, sin embargo, al ver que no había lugar para que el grupo pueda tocar, se preocupó.

—Pueden tocar aquí —dijo el señor Wayna quien era dueño de un local grande para eventos y reuniones familiares —no cobraré nada por dejar que vengan aquí los clientes, es lo menos que puedo hacer por lo que usted hizo por nosotros.

—Acepte al menos que le sirva la especialidad de la casa, eso no me lo puede negar —dijo Lucía recuperando su entusiasmo.

—De acuerdo, suena justo —la señora Marcela, es decir, la dueña les dijo a todos los clientes que fueran al local para que puedan sentarse y pronto iniciaría el evento, no obstante, el señor Wayna al intentar abrir la puerta de su local, se dio cuenta que un anuncio de cerrado estaba pegado a la puerta y que venía detrás de ellos la maquinaria —pero, ¿qué es esto?

—Veo que tienes muchos clientes señora Sanchez —dijo la señora Jesica Puka, que llevaba un traje sastre blanco con los bordes y tacones rojos, lo cual eso irritó mucho a la señora Marcela.

—¿Qué significa esto? —preguntó Sol que había salido a ver lo que pasaba.

—Te advertí que desalojaras este lugar y buscaras otro, pero no me hiciste caso.

—Señora Puka, no haga esto, este lugar no solo es un negocio, es la razón por la que vivimos y donde tenemos recuerdos maravillosos —suplicó el señor Wayna, al ver esta acción Lucía entró en indignación y Sol tuvo que contenerse para no golpearla frente a las personas que estaban mirando sorprendidos la situación.

—En este mundo todo tiene un ciclo de vida, y esa es una verdad que debes aceptar —dijo la señora Jesica sonriendo con malicia, luego les dio la espalda y alzó la mano derecha en señal de triunfo —¡procedan señores!

—¡No, por favor! —exclamó Samuel intentando evitar que las máquinas avancen sin ningún éxito, los demás empezaron a asustarse y a querer salir despavoridos del lugar, Lucía con decepción tuvo que pedir a las personas que se retiren.

—Señores, les pedimos disculpas, vamos a devolver el dinero de su consumo, lamentablemente no podrá realizarse el evento pactado —en las palabras de Lucía se notaba la frustración y la tristeza sobre lo que estaba ocurriendo, todos los esfuerzos que había hecho hasta ese momento habían sido en vano. Los tres jóvenes habían pasado días y noches casi enteras trabajando y ella se esforzaba mucho en la universidad, pero nada de lo que hacía rendía frutos, Lucía en silencio y con lágrimas en los ojos decidió sacar el dinero de la caja para proceder a la devolución, pero una voz hizo que desistiera de entrar al restaurante.




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