Ángel de la muerte.

Capítulo 8: ¿Quién sería ese chico?

Capítulo 8: ¿Quién sería ese chico?

<< Ten cuidado de las personas, puede ser que te den una puñalada en la espalda>>

—Amaia O ’Connor.

Amaia

Las pesadillas cada vez estaban peores, ahora ya no solo la veía en mis sueños, la percibía en cualquier lugar, en el espejo, a veces la observaba en personas, o cuando me encontraba revisando mis redes sociales.

No sé qué pasa con mi mente.

Si esto solo era una mala pasada o un simple juego.

Las cosas están cada vez mal, sentí a veces que el aire me faltaba, sentía que mi cuerpo agonizaba de tanta locura.

Ella hablaba mucho en mi mente.

Sentía que mi mente estaba perdida.

No sabía que pasaba con ella.

Me decía que quería salir, que le de mi lugar, pero no lo deseo.

No deseo que ella salga.

Sentía que, si ella salía, no iba pasar algo bonito.

Ella quería venganza.

Yo no la dejaría.

Ella quería matar a las personas.

Yo las quería vivas.

Ella era la perdición de mundo.

Y yo era la salvación del mundo.

Ella decía que debíamos cobrar venganza por lo que los humanos hacían.

Pero ¿Quién soy yo para cobrar esa venganza?

Suspiro al recordar esos sueños, donde Azrael es uno de los protagonistas.

Donde él y yo somos pareja.

Ella dice que él debe estar con nosotras, que él debe cuidarnos.

A veces me habla en idiomas raros, idiomas que nunca conocí y aprendí.

Pero cuando ella habla, le entiendo.

Quisiera gritar y contarle a alguien sobre aquello, pero ella no me deja.

Me advirtió que, si lo hacía, mataría a mi familia y a los chicos.

Estaba loca y lo sabía, comprendía perfectamente que ella estaba mal.

Pero no podía hacer nada para detenerla, me di cuenta que, con un chasquido de los dedos, ella puede salir de mi mente.

Adueñarse de mi cuerpo, ya paso una vez.

Lo recuerdo perfectamente.

Suspiro al levantarme de ese horrible sueño.

Me siento en la cama.

Cuerpos donde sea.

Esparcidos donde quisieras.

Sangre regada en las paredes y en el suelo.

Un horrible olor a azufre.

Era espantoso lo que mis ojos habían visto.

Escuche esa risa macabra en mi mente.

—Solo viste un poco de lo que haría si hablas.

A cada momento escuchaba sus amenazas.

—¡Cállate! — susurre cansada de todo esto —Ya no hables.

Deseaba tanto llorar.

—No lo hare Amaia, hare lo que sea para que tú seas igual a mí.

Su voz ronca y tenebrosa era lo que más me atormentaba.

—Yo no soy como vos.

—Si lo eres, eres yo y yo soy tu, compartimos el mismo cuerpo… —la interrumpo.

—Pero no la misma mente, tu eres mala, yo no lo soy.

—Solo falta darte ese empujón que necesitas.

Niego repetida veces —¡No! Seguiré igual, tu no me vas a cambiar.

Mi cuerpo es levantado por una fuerza.

Estoy parada al frente del espejo que tengo en mi cuarto, observo detenidamente mi reflejo.

Cuando la veo.

Su sonrisa de lado, sus ojos de color rojo como la sangre, piel muy blanca, color de cabellos negros y su ropa totalmente oscura.

Soy yo, pero lo que cambia son nuestros ojos, su piel es más pálida y su manera de sonreír.

—Amaia ¿Cómo estás? —pregunta sínicamente.

Niego al verla al frente mío.

—Es solo un sueño, tu estas en mi mente.

Sonríe —¿Crees que es un sueño Amaia? ¿Crees que esto es irreal?

La miro con miedo por lo que puede hacer.

—Amaia mírame bien ¿Crees que esto es falso?

Iba a correr para pedir ayuda a mis padres, cuando sentí un mareo y caigo sentada al piso.

Abro mis ojos asustada y me encuentro dentro del espejo.

Miro mis manos y mi ropa aterrada por esta situación.

Al observar en donde debería estar mi cuerpo, ella está ahí.

Se levanta y comenzó a mover las manos, haciendo como si se estuviera relajando sus músculos desde hace mucho tiempo.

Se gira donde me encuentro encerrada, camina hacia el espejo y me mira de manera burlesca.

—Te lo advertí Amaia, no hagas nada de tus estupideces, tu familia correría el peligro, pero no haces caso.

—No me obedeces.

La miro horrorizada al terminar de decir aquello, puede lastimar a mi familia.

—No le hagas daño por favor —suplico con lágrimas en mis ojos.

No sé en qué momento comencé a llorar, pero les va hacer daño.

Respira fuertemente—Extrañaba ese olor.

Se acerca a la ventana y aspira varias veces de manera seguida.

—Ese olor a humano pecador.

La miro sin entender por lo que ha dicho.

—¿Qué? — pregunto confundida.

—Estoy harta de esos cuerpos falsos y sangre falsa que envía ese rey, creen que con aquello me van a detener.

—Están equivocados, jure algo y eso se debe cumplir, pero — me mira —No ahora.

—¿No ahora?

Niega —No Amaia, dejare que disfrutes más en este cuerpo, planeo muchas cosas.

—¿No le harás daño a mi familia?

—No, tu insolencia la dejare pasar esta vez, pero en la otra no seré tan flexible Amaia.

Me asusté mucho.

—No me importa clavar un cuchillo en el corazón de ellos y beberme su sangre.




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