Ángel de la Muerte.

Prólogo.

La calle oscura apestaba a moho y muerte. Al menos fue lo que pensó Kale al ser arrastrado hacia su juicio final, los dos arcángeles que le doblaban el tamaño lo tenían sujeto por los brazos impidiéndole huir hacia el único lugar en el que quería estar...junto a Maddy.

Maddy.

Le había mentido, le había hecho creer que solo desaparecería que no existiría jamás y huyo de su lado, pero era lo mejor que podía hacer, no podía contarle que lo habían descubierto en el cielo cuando sus alas negras llamaron la atención del resto de los ángeles, lo habían obligado a confesar su pecado pero no había revelado jamás el nombre ni la dirección de su amor, el mismo se había encargado de quemar todo rastro de ella, los papeles, todo. Nadie la encontraría y estaría a salvo de todo.

¡Levántate! –le ordenó el arcángel que lo tenía por su brazo derecho.

Kale obedeció y al instante se dio cuenta que seguía en la tierra, la humedad y la lluvia que caía sobre él lo comprobaron, sus ojos estaban ventados y de pronto se preguntó si este era el lugar donde sentenciaban a los ángeles, había escuchado hablar de ello pero jamás imaginó que lo viviría en persona. Dos segundos después la venda fue retirada de su cabeza y logró darse cuenta que estaba en un lugar casi solitario rodeado por cinco arcángeles mas aparte de los que lo sostenían, los cinco formaban una especie de V.

–Kale ¿Sabes por qué estás aquí?–preguntó el primer arcángel. Kale jamás lo había visto pero aquel arcángel lucia cierta superioridad.

Kale lo vio a los ojos, todos lucían una especie de toga en color blanco y aunque no quería admitirlo se le pusieron los vellos de punta.

–Por haber cometido un pecado... –susurro, él arcángel sonrió y asintió.

–¿Qué pecado es ese? –volvió a interrogar.

Kale miró el suelo, detestaba las reglas, detestaba tener que mentir, separarse de lo que lo hacía feliz ¿Por qué era un pecado enamorarse?

Me enamoré de una humana.

Los arcángeles a su lado gruñeron o al menos eso le pareció, estaba temblando por la lluvia. No podía permitirse hablar sin que se lo permitieran pero no le importó en ese momento, levantó la cabeza y dirigió al primer arcángel.

–Jamás le he hecho daño a nadie, mi único pecado fue enamorarme ¿Eso está mal?

Uno de los arcángeles le torció en brazo y Kale cayó de rodillas en el suelo mojado, gritando de dolor.

–Basta –dijo él arcángel dirigiéndose a quien le hacia daño.

Dejó de sentir la presión en su brazo y se quedó allí, jadeando y mirando hacia el líder de aquellos cinco arcángeles.

–No hijo, no está mal, es un sentimiento que podemos permitirnos sentir sin problema pero fuimos creados para proteger ¿no es así?

El ángel solo se limitó a seguirlo viendo a los ojos.

–No puedes enamorarte de una humana y esperar que no suceda nada, que no tomemos cartas en el asunto –extendió los brazos. –esto es lo que has elegido, fue tu elección.

De pronto detrás de ellos salió Eliot, sus alas estaban atadas con una cadena que brillaba de color blanco, Kale sabía que significaba se puso de pie al instante pero lo obligaron a ponerse de nuevo de rodillas, su corazón se aceleró, temía por su amigo.

–¡Suéltalo! Él no tiene nada que ver en esto, es cosa mía. ¡Mi culpa! –gritó desesperado.

Eliot no levantó la mirada del suelo, la lluvia mojaba su cabello y apesar de todo Kale logró ver lagrimas cayendo de sus ojos.

–Se te dio la oportunidad... –prosiguió el arcángel. –se te advirtió y lo ignoraste.

–Libéralo y haré todo lo que quieras.

–Si dejamos pasar esto ¿Qué será lo siguiente que ocurrirá? ¿Casarse? ¿Caminar entre los humanos como si fuéramos uno de ellos? ¡Los demonios están en tu cabeza! No podemos permitir semejante atrocidad.

–Esto es por cuenta tuya ¿no es así? –Kale parpadeó aun mirándolo fijamente –él no te dejaría hacer esto, ni siquiera hablarme de esta manera.

–¡Es suficiente! –gritó el arcángel. –No permitiré que me hables así, aquí en este lugar yo soy quien da las órdenes. ¡Levántalo y llévalo hacia el árbol!

Los dos arcángeles hicieron lo que se les pidió y Kale forcejeó con ellos, esto no iba acabar así, quizá tenía una oportunidad de vivir, quizá si lo convencía de hablar con el mayor y le explicaba lo que había sucedido lo perdonaría y lo dejaría... quizá, ser feliz.

Lo ataron al árbol y sus alas completamente negras las sujetaron con las cadenas, gritó de dolor y cerró los ojos para intentar soportarlo, aquellas alas que alguna vez Maddy había acariciado y había admirado. Maddy. Tenía que salir de aquí, tenía que estar con ella.

–¡Podrás matarme pero esto no quedara olvidado, él se dará cuenta y no te perdonara, jamás! –gritó Kale.

–Asegúrense de también cerrarle la boca, habla demasiado...

La cadena paso por encima de su cuello y comenzó a ponerse rojo, la cadena quemaba, sentía todo su cuerpo en llamas, las lágrimas nublaron sus ojos y gritó con todas sus fuerzas, las venas de su cuello y cabeza resaltaban bajo la lluvia. Eliot cerró los ojos al escucharlo gritar.

"Eliot"

Este abrió los ojos y miro alrededor. Nadie lo había llamado pero escucho su nombre, al menos eso creyó.

"Cuídala por mi y asegúrate de que sea feliz"

Eliot vio a la única persona que gritaba en sus pensamientos, reconoció esa voz y miró al ángel que jadeaba, los arcángeles retiraron la cadena de su garganta y él tomo varias bocanadas de aire, miró con los ojos entrecerrados a su amigo.




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