Fuego.
Calor.
Me removí para ahuyentar todas esas sensaciones en mi cuerpo, pero era imposible, abrí los ojos y me di cuenta que seguía acostada en la cama con mi respiración agitada, de repente sentí mucha sed y me levanté, mi ropa se pegaba a mi piel y toqué mi cara estaba sudando a charcos, parecía como si hubiera acabado de ducharme, asqueada abrí la puerta de mi habitación y bajé las escaleras para llegar a la cocina a oscuras.
A tientas busqué el interruptor, pero mi mano se deslizaba por la pared sin encontrar nada.
– ¿Buscas algo?
Escuché que murmuraron a mi espalda, sentí un escalofrío en mi columna.
– ¿Dónde has estado? –susurré, mi corazón seguía acelerado y con un nudo en mi garganta que apenas y podía permitirme hablar.
–Siempre he estado aquí Maddy.
Mis ojos se nublaron por las lágrimas.
–Soy tu ángel guardián, nadie puede separarme de ti.
Me di la vuelta y puse mis manos en su pecho, tan real, tan firme como recordaba, pasé las palmas por sus brazos hasta llegar a sus hombros y luego coloqué mis manos detrás de su cuello, un sollozo escapé de mi garganta, estaba aquí.
–Te he echado tanto de menos –dije sollozando.
Suspiró.
–Sueño contigo cada noche, te veo donde sea que este, todo me recuerda a ti, mi pequeña
–Vuelve conmigo –susurre –te necesito, no sé cómo seguir aquí sin ti.
Sentí una de sus manos acariciar mi mejilla y el recuerdo de la primera vez que me tocó atravesó mi cabeza como un flash.
–Estas en mi cabeza a cada segundo, estar sin ti es la peor tortura de todas. –besó mi frente y se quedó allí por un tiempo, suspirando mi olor –pero no puedo quedarme, tienes que dejarme ir, pequeña.
Rápidamente lo atraje a mis brazos abrazándolo en la oscuridad.
–No, no, no. Quédate, te necesito, Kale. Estoy muriendo sin ti –sollocé –cada día es una horrible quemadura aquí. –me llevé una mano a mi pecho –no puedo seguir con mi vida como si tu no hubieras existido, como si no me hubieras marcado, no puedes irte, no puedes abandonarme, no me hagas esto de nuevo.
–Lo siento mi amor, pero solo existo aquí –besó una vez más mi cabeza.
– ¿Maddy?
–Te lo suplico. –no sabía que más hacer, me estaba dejando de nuevo. –Kale.
– ¡Maddy!
Cerré los ojos con fuerza y cuando volví a abrirlos me doy cuenta que estaba en la cama, en mi habitación, agitada y decepcionada.
–Cariño, estas bien, gracias a Dios.
Mamá estaba a un lado de la cama y papá lloraba en silencio mientras sostenía mi mano entre la suyas.
– ¿Qué pasó? –murmuré, sentía mi cuerpo pesado, como si hubiera hecho ejercicio todo el día y estaba hecha polvo.
–Tuviste una pesadilla cariño, no dejabas de gritar y te revolvías en la cama, tu padre y yo nos hemos horrorizado cuando entramos, te llamamos, pero no despertabas, nos hemos asustado muchísimo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, había sido un sueño. Mamá me abrazó.
–Necesito ayuda–dije cerrando los ojos–esto, me está quemando por dentro.
–Te la buscaremos mañana a primera hora –dijo ella –pero por ahora trata de dormir, descansa.
–No quiero dormir–negué–no quiero dormir nunca.
Papá se unió al abrazo y me besó la frente.
Pasé la noche despierta y papá se quedó a mi lado viendo unas cuantas películas en el sofá mientras mamá descansaba, le había preguntado si no quería irse también a descansar, pero me había dicho que no tenía sueño, alrededor de las siete de la mañana mamá bajó con Mike en brazos y se lo dio a papá para ella poder hacer el desayuno.
–Mike es muy lindo –dije viendo como papá lo miraba.
Él sonrió.
–Soy muy afortunado –note sus ojos brillosos. –tengo unos hijos hermosos. –me miró.
Le sonreí y recargué mi cabeza en su hombro para seguir viendo la película. Alrededor de las ocho, mamá dijo que fuéramos a desayunar, Mike se había dormido de nuevo y papá aprovecho para ir y dejarlo a su cuna, no hablamos para nada y cuando había terminado me disponía a levantarme para ir a darme una ducha y luego ir al colegio, mamá me tomó la mano en cuanto me levanté.
–No vas a ir, cariño.
Asentí y volví a sentarme, aunque quería preguntar las razones decidí guardar silencio.
–Tu padre y yo hablamos sobre esto... y hoy mismo te llevaremos a un psicólogo.
¿Un psicólogo?
– ¿Por qué?
Mamá extendió su brazo y me acarició mi cabello.
–Porque algo pasa dentro de tu cabeza y necesitamos saber que... es... mejor dicho, quien es.
–Mamá... –quería protestar, pero ella me interrumpió.
–No importa, si quieres ve a arreglarte que tu padre ira a dejarnos.
Hice lo que me dijo y cuando tomé mi bolso escuché el tono de llamada de mi teléfono. Era Clara.
– ¡Lo siento! Acabo de despertar, dormí como un Koala, solo... –escuché que forcejeaba y pensé que quizá era con las sabanas. –Agg... solo espérame cinco minutos
–No voy a ir. –solté.
– ¡¿Qué?! ¿Por qué? Ayer no fuiste y resulta que hoy tampoco.
–Clara...
–Maddy...
– ¿Qué? Mamá me ha dicho que no iré, no conseguí dormir en toda la noche y cuando lo hice tuve un mal sueño.
Una pesadilla quería decir.
–Yo también he tenido pesadillas, pero oye, no estoy faltando a clases por eso.
Suspiré ya frustrada, se supone que ella era mi mejor amiga, debería entenderme, sabia por el duelo que estaba pasando.
–Iré a un psicólogo ¿Eso querías saber? estoy loca, no puedo sacar de mi mente a Kale y le lloro casi todas las noches desde que no está, ¿Tú crees que eso es normal? Tuve un tonto sueño donde creí que él estaba aún conmigo, fue tan frustrante el saber que estaba a unos centímetros pero al mismo tiempo tan lejos, mis padres han entrado a la habitación en cuando me escucharon gritar, dicen que me movía por toda la cama y no lograba despertar, posiblemente desperté a mi hermano, a los vecinos, no me importa, todo lo que quiero es que este dolor desaparezca, me quema, me consume poco a poco y tengo miedo de que esto pueda conmigo, así que lamento ser tan egoísta y preocuparme por mi salud emocional.