Ángel de la muerte

28

Capítulo 28: Memorias que guardan millares de años

 

 

Alex

—¡Eva, Eva! ¡¿Estás bien?! —la sostengo entre mis brazos resguardándola mientras ella llora con desconsuelo y humedece mi pecho.

Lo entiendo, sé que debe sentirse usada por la influencia de Damon en sus adentros. Soy consciente de que enardece ser el títere de alguien más, mientras tú sólo eres espectador de cómo se aprovecha de ti; Eva fue herida y lastimada.

Todos tenemos marcas que ya no podemos borrar de nuestras memorias ni disiparlas con el tiempo.

Esto la cambiará por siempre.

—Alex... —ahoga en un murmullo y levanta el rostro. Me encargo de secar sus mejillas perladas con mis pulgares, y trato de contener mi aflicción y centrarme en ella—. ¿Cómo...? —balbucea al negar con la cabeza.

—Es inexplicable...

—¿Por qué yo? —musita con voz rota—. Yo... —solloza una vez más y se aferra a mi franela blanca—. Tenía mucho miedo, Alex... No quiero vivirlo nunca más. —Se quebranta sobre mí mientras el sonoro ruido de la madera destruyéndose retumba a lo largo de la hilera de árboles.

Aspiro profundo y siento el abrazo de Haniel desde mi espalda; él rodea mi cintura y yo reclino mi cuerpo sobre sí.

—No volverás a estar sola, Eva. Ahora somos todos juntos... dispuestos a lo que sea por la vida de cada uno —farfullo y acaricio su cabello sintiéndola estremecerse. Percibo el mentón de Han recostado en mi hombro, cierro mis párpados e ignoro la oscilación que se reparte en mi sistema; necesito resguardarlo.

Es momento de sostenerla a ella.

—Lo lamento mucho, luci. —Una lágrima resbala sin consentimiento por mi piel, y es la única que dejo caer.

Su voz me tranquiliza y soy capaz de exhalar despojándome del nudo en mi cuello. Me siento asfixiada por lo que sucede, hastiada por tanto daño y destruida por no saber qué hacer. Pierdo poco a poco las nulas fuerzas que me quedan y el tiempo se agota para todos.

Virándome hacia la ciudad que se despliega en la lejanía, lo único que puedo vislumbrar es el fuego con el humo atosigante que se expelen de distintos lugares. Incluso a kilómetros de distancia me erizo al saber que las llamas incrementan cada vez más.

Karissa aún permanece alejada y retraída, Ed batalla con su visión insufrible y Gabriel enfrenta sus habilidades extrañas, que fueron la causa de mi regreso cuando estuve moribunda.

Quedan restantes los cristales rotos de nuestros adentros en la espera de ser unidos pieza por pieza.

Es abrumadora la sensación mortífera que me otorgan los recuerdos.

—Eva... —la chica entre mis brazos se gira hacia Gabriel, quien la observa anonadado. Ella lo estrecha sin soltarlo, mientras me aferro a Haniel.

—No me sueltes —murmura en súplica. El chico aprieta sus labios y desvía sus ojos de ella.

—Jamás me iré —afirma con tenacidad y hace que suspire con mayor calma. Riss permanece bajo Ed, mientras Raziel se mantiene con la vista perdida en los cimientos que aún yacen en el precipicio.

Una opresión abrasa mi corazón y me vuelvo hacia Haniel sin que él lo espere.

—¿Y ahora...? ¿Qué haremos? ¿A dónde iremos? ¿Dónde habrá refugio? —suelto moviéndome de un costado a otro.

Él me detiene con un claro mensaje en sus iris.

—Buscaré un sitio, los sacaré de aquí. Cree en mí.

Es ahí donde me desplomo. Una vez más. Mi estómago devuelve lo escaso que ha ingerido y finalizo recostada en el torso del ángel, donde me siento segura e imposible de lastimar.

Mi lugar de resguardo.

—Raziel... —escuchamos la voz de Eder, alejados. A pesar de su ceguera, busca al ángel elevado sobre el incendio, quien reacciona al instante al reconocer el origen de su llamado—. ¿Te lastimó? —Ed aprieta su mandíbula con una expresión sepulcral que lo hace ver mucho mayor de lo que es, un semblante que no había visto antes en su rostro.

Luce enojado, la cólera decora cada uno de sus rasgos.

»¡Rah! —luego de eso, pronuncia unas palabras en una lengua diferente. Se ha levantado y camina, mordaz, hacia ella. Sus puños están apretados en sus costados.

No entiendo cómo se guía, pero la alcanza.

Cuando lleva sus manos las alas extendidas de Raziel, vocifera en ese idioma disímil al oír los quejidos de ella por su tacto en los cardenales. Parece quejarse, fúrico, lamentándose al patear restos con enojo.

Termina por cubrir su rostro con sus palmas, y va hacia ella otra vez.

Él toma sus manos y las lleva a su frente, tal y como ella ha hecho conmigo.

Mae raign.

—¿Qué significa? —musito cuando trato de apaciguar mis cuerdas vocales amortiguadas.

Haniel desliza sus manos por mi espalda antes de responder, mirándolos con fijeza.

Mi reina —dilucida, inamovible—. Creo que se aman, luci. Las expresiones entre los ángeles tienen distintos contextos según lo que permitamos ver… Yo veo el corazón de Eder cuando se dirige hacia Raziel.




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