"Mientras sus arrepentimientos vengan del corazón, el señor los perdonara, sacara el peso de la culpa, que cargaban como el burro y el equipaje en el lomo, y entraran al reino de los cielos, de nuestro padre y de Mesías."
Aquellas sagradas palabras que venían de la boca de Tony el profeta, llegaba como un haz de luz hacia los corazones de todos los los judíos que habían y seguian siendo fieles seguidores del hijo de Dios, qué hace poco tiempo había descendido a los cielos.
A pesar de su oscuro pasado Tony no dudó en buscar a Dios para obtener su perdón y servirlo tal como se lo merece, repartiendo su palabra por todo el pueblo de Israel, a cambio de no pecar nunca más en su vida, y dar la suya por el padre de toda la humanidad y de su amado hijo que dejó al mundo su gran enseñanza.
Escuchando con tranquilidad, esperanza y emoción la voz de Dios a través de un nuevo aprendiz de su reino, entre toda esa leal multitud, detrás de un enorme árbol que se encontraba en el mismo lugar, un hermoso e inocente joven llamado Peter, estaba escondido mientras escuchaba fijamente al profeta. Con las mejillas sonrosadas como la manzana recién caída, y sus ojos llenos de estrellas, observando tímidamente una vez más al hombre, desde que lo vio a primera vista, no podía borrar de su mente, ni menos de su acrisolado corazón.
El aflechado corazón de aquel joven no dejaba de latir más rápido, mientras su enternecida mirada hacía que ni siquiera parpadeara, dejando escapar cada suspiro por segundo.
a pesar de su inocente sentimiento, sabía que era un profeta de Dios, y que jamás podría estar a su lado, aunque su amor sea puro como el alma de un niño, y dulce como la miel.
Cada vez que Tony se despedía de sus seguidores, las lágrimas amargas del joven escapaban de sus lindos ojos, con el corazón lleno de dolor y angustia al saber que nunca su amor será correspondido a él, tan doloroso se sentía como si su alma se llenará de clavos y de espinas, que lo rompía por completo, jamás creyó que dolería tanto.
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En el centro de la gran ciudad de Jerusalén, una bella pero intranquila mujer no dejaba de gritar ni recorrer las calles en busca de Peter, que no lo encontraba por ningún lado, desesperada preguntaba a toda la gente y los mercaderes si habían visto, por desgracia todos negaron.
Hasta que cerca de las puertas de la ciudad, la figura pequeña y delgada de su sobrino se acercaba a ella, con el rostro mojado de tantas lágrimas que había expulsado, la mujer corrió a abrazarlo preocupada de su estado, el solo miente que estaba cansado, siendo que no era su verdadero motivo.
Toda la gente de repente abrió el camino, Tony el profeta se acercaba el mercado, al mismo tiempo daba con calma y paciencia la bendición a todos los que se arrodillaban ante él. Los niños corriendo alrededor, las niñas regalándole flores, los más pequeños abrazando sus piernas, el mayor tocaba sus cabecitas para bendecirlos por igual.
May la mujer que buscaba a Peter, también rendida ante la figura sagrada del profeta se, arrodilla con todo su clamor y fe hacia él, y a su Dios celestial.
Las lágrimas que habían desaparecido en Peter vuelven a salir, como una cascada, se da la vuelta para que nadie lo viera de esa forma, ni siquiera su amado, era demasiado que hasta vergüenza sentía, el miedo de ser despreciado y castigado, al sentir un amor tan limpio que era prohibido para muchos, era mejor dejar sus lágrimas caer en el silencio de su alma.
Sin darse cuenta que el mismo profeta no dejaba de mirarlo por detrás, como si antes ya lo había visto:
-ese cabello, tan hermoso y castaño como la tierra fresca y fértil, brillante por las estrellas que descansaban en el.
Cuando el profeta ya se había perdido entre la multitud, su tía al distinguir a su apenado sobrino que no dejaba de llorar y estaba más afligido de lo que noto antes:
-mi niño hermoso, ¿qué tienes?, dime la verdad cariño, no lo escondas, expresame lo que te lastima- abraza al joven con calidez.
-tía, me duele el pecho,no aguanto el dolor, como si un montón de cristales enterraran sobre mí, llévame a casa, no puedo con esto, ayudame tía por favor.
May lo abriga por el frío, y se van del mercado hacia a su casa, al llegar lo ayuda a recostarlo, para que el dolor que siente el chico se vaya de su cuerpo y de su alma y que la calma y la paz vuelva a él.
El cielo ya era oscuro, y las estrellas ya empezaron a presumir su brillo, sentado al lado de fuego dentro de su casa, Tony no quitaba de su mente al joven de espaldas, dueño de ese suave cabello, sedoso y brillante, en silencio y quieto como una flor en el jardín.
-Será el, mi ángel, que ya se está asomando, para que lo encuentre. ¿Dios mío, es aquella belleza que me mostraste antes de convertirme en tu mensajero?
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Un jardín lleno de luz por el caluroso sol de la mañana, repleto de flores hermosas y coloridas como el arcoiris después de lluvia, todos los días Peter iba a agradecer a Dios por un día más de vida, alabandolo con su cántico, su dulce voz era la melodía de los diminutos pájaros, una bella melodía que enterneció a la naturaleza, igual que la de un ser celestial, la más suave y preciosa, que no fuera de este mundo, sino de otro universo, rebosante de bondad, de pureza, de paz y de amor.
Con las manos unidas para rezar, con flores entre medio de sus dedos, Peter no paraba de cantar su alabanza a Dios casi por una eternidad, esa vocecita tan agradable llegaba los oídos de Tony, el profeta sin saber de dónde venía esa voz buscaba por todos lados, quién era el dueño de esa voz que se sentía y glorificaba a al todopoderoso, esa voz que no pertenecía a ningún reino que no fuera creada por el poderoso.
Siguió el rastro de la música, cruzando todo el lugar, entre las rocas y el rebaño, cuando descubrió que el dueño de esa voz llevaba el hermoso cabello que había visto hace días atrás, entre medio de las flores, siendo arrullado y acariciado por el viento, mirando hacia el cielo iluminado con su mirada puesta en Dios, hechizado por ese canto, que envolvía su entorno, su mente, su oído y su corazón.