Ángel de sangre

Capítulo 5. Levi

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Levi

 

 

Su nariz no había parado de escurrir en ningún momento, le provocaba más molestias de las que ninguna enfermedad había hecho antes. Después de estornudar hasta que le doliera, recordó el té que su madre dejó en la cocina y, a paso lento y pesado, fue a buscarlo. Tenía una vaga esperanza de que no estuviera frío, pero ésta se desvaneció en cuanto tocó la taza de cerámica.

Las siguientes horas no fueron más entretenidas que la otra mitad del día, las pasó en constantes chequeos de que Jae continuara en el mismo lugar y posición, parecía estar inconsciente ya que todo el tiempo lo encontraba dormido. Volvió a la sala para leer uno de los libros que pertenecían a su abuelo, los cuales conservaba lo mejor posible.

Se aburrió lo suficiente como para comenzar a soñar con los ojos abiertos todos los cambios que cualquiera consideraría imposibles. Una cualidad que, a pesar de todo, nunca abandonaría porque era un soñador nato que no consideraba los límites como lo harían las otras personas.

¿Qué pasaría si se encontraba con más de esas cosas? Sin duda, los reguladores no serían muy agradables. El temor por lo que podría ocurrir, era lo único que lo hacía dudar de sus acciones. ¿De verdad hacía lo correcto? ¿O tal vez la belleza del chico lo había sorprendido lo suficiente para hacerlo actuar como un estúpido? No estaba seguro de querer saber la respuesta. Lo único que podía decir sobre eso, era la extraña y asfixiante sensación que lo obligaba a hacer algo por ese chico.

Tal vez eso le daría sentido a su vida.

Dado el poco tiempo que llevaba conociéndolo, no se sentía capaz de continuar llamando a su especie como cosas. Aun si era demasiado pronto, en su mente comenzaba a gestarse la posibilidad de que todas las leyendas que le contaban de niño, no se trataban de la realidad. La idea absurda que lo invadió en la juventud parecía volver con fuerza; si conocía la otra parte de la historia, comprendería mejor lo que sucedía en esos momentos. Podría hallar una forma de hacer volver la paz y las colonias ya no serían necesarias.

No alcanzaba a comprender cómo los países desaparecieron, sin importar cuántos libros leyera. La manera en que los diferentes gobiernos se desvanecieron para formar a un puñado de líderes desorganizados que solo eran los vagos recuerdos de un mundo perdido.

Los idiomas se mezclaron con el pasar del tiempo hasta crear un único lenguaje entre los humanos como el significado de aquella gran unión: ya no existía ningún límite que los fragmentara. No había guerras entre los hombres y las religiones ya no dividían a nadie. Las diferencias irreconciliables que los apartaban ahora no eran más que una terrible pesadilla.

La utopía que los idealistas buscaron durante años se hizo realidad hasta que se comprendió la próxima, y muy cercana, extinción de la raza humana. Como su única salida se establecieron las colonias, lugares en donde vivían alrededor de cincuenta y cien personas. Nunca más de este número.

El límite de población se determinó luego de que los demonios atacaron una ciudad reconstruida que albergaba más de diez mil habitantes. No quedó ni uno después la masacre. Si bien los países desaparecieron, las colonias ayudaban a separar a las personas por edad y situación de salud. A los más sanos los apartaban a los catorce años, alejándolos de sus padres. En cambio, al cumplir treinta, los enviaban a otra colonia.

Sus vidas no paraban de rotar mientras quisieran continuarlas.

Algunas de las reglas eran extremas. Nadie podía salir de su colonia sin contar con el permiso de los reguladores. Si alguien que no fuera un niño se encontraba fuera de los límites, tenía dos opciones: o era transferido o exiliado si daba indicios de ser un traidor. Cualquier crimen no tenía la más mínima posibilidad de un mejor resultado, siendo la ejecución la opción popular.

A comparación de esto, la existencia que llevaban era demasiado buena como para preocuparse por unas cuantas leyes. ¿Qué era un toque de queda si eso aseguraba su longevidad? Toda la organización había mantenido una población regular de sobrevivientes de una forma en la que todos podían dormir tranquilos e incluso llegar a construir una vida sin darse cuenta de lo que fue el mundo, como sucedía con todos ahí.

A lo largo de su vida solo conoció a una persona que sabía todos los secretos que los reguladores no decían en voz alta. Se trataba de su abuelo, JiYong. El anciano experimentó la guerra desde que era un niño pequeño. Perdió a sus padres gracias a los monstruos y cambió junto al mundo hasta que la situación mejoró y comenzó a formar su propia familia.




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