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Desapariciones
Ese momento pacífico no duró mucho. Aiken se separó al darse cuenta de que la reacción de Levi no era la que esperaba, en realidad. El menor estaba paralizado, con los ojos abiertos como platos y la respiración pausada. Probablemente no se dio cuenta de que Aiken se había alejado, ya que unas cuantas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
—¿Estás bien, Lev? —inquirió. No lo dijo en voz alta, pero temía escuchar la respuesta.
El aludido solo lo miró a los ojos con atención, parpadeó un par de veces para enfocar mejor su vista y solo entonces limpió sus mejillas con el dorso de su mano, para después esbozar una sonrisa intentando relajarlo.
—Sí… está todo bien —murmuró de forma vaga—. Es solo que recordé algo.
Parece que todos los que tienen contacto conmigo, terminan alejándose, pensó para sí mismo, pero contuvo cualquier palabra que pudiera alterar a Aiken y decidió que lo mejor era tranquilizarlo. El mayor solía preocuparse más de lo que debía.
—Y también me sorprendiste, lo siento. —Se inclinó en una vieja venia de noventa grados que expresaba respeto. La primera que hacía en su vida.
Aiken se dedicó a mirarlo perplejo, consideraba a ese comportamiento demasiado extraño en el chico quien, para disculparse, se limitaba a sonrojarse y girar la cabeza hacia cualquier lugar en donde no se topara con la mirada de la otra persona. Cómo le encantaría tener esa habilidad de Xero para leer los pensamientos.
—Sabes que ya pasó un año desde que te conocí, ¿no? —Cambió de tema con una mueca avergonzada. Los orbes oscuros de Levi brillaron en cuanto lo mencionó, casi anticipando lo que sucedería después—. Bueno, creo que… que…
—¿Qué? —El castaño enarcó una ceja con diversión, sintiendo de pronto cómo su propia seguridad aumentaba ante el nerviosismo de Aiken. Algo que resultaba realmente irónico si se pensaba con cuidado.
—Ahora si sería un buen momento para que conozcas a mamá —pronunció el mayor con cuidado, trató de evitar cualquier posible ataque de alguna cosa, tal y como había sucedido minutos antes—. Quiero decir, ella cree que teníamos algo y, creo… No te quiero presionar, pero tampoco me gustaría angustiarla mucho si llego a…
—Lo entiendo —dijo seriamente—. Podría ser la última vez que la verías si te visita alguno de estos días, ¿no es verdad?
Aiken asintió con los labios apretados con fuerza. Hizo un esfuerzo por contener cualquier otro sentimiento para evitar la preocupación extra en el menor. Aunque, por supuesto, Lev era demasiado honesto como para poder contenerse.
—Tienes miedo de morir —susurró sin apartar sus ojos de los de Aiken—. Tú temes morir por mi culpa y no poder despedirte de tu familia.
El chico de cabellos negros lo tomó con fuerza de sus hombros y, con una mirada penetrante, dijo con fiereza.
—No estoy realmente asustado de morir. Solo quiero que mi familia esté a salvo. —Agitó la cabeza con pesar antes de mirarlo a los ojos—. Ellos no merecen ser castigados por mis errores.
Levi mordió su labio y ocultó una sonrisa. Sabía que si presionaba al mayor lo suficiente, habría un pequeño momento de sinceridad entre ambos. A pesar de todo, le aterraba la idea que Xero había sembrado en él hace mucho terminara por ser cierta: tal vez toda la amabilidad de Aiken terminaría solo por hacerle más daño. Aun si se trataba de su propia sangre.
Con las manos temblorosas, Levi pasó sus brazos por detrás de la cabeza de Aiken y acercó sus rostros cada vez más, terminando por tocar los labios ajenos. Al parecer, todos hacían ese movimiento como una despedida silenciosa. Así que tal vez no era tan malo si el castaño también lo intentaba.
Para su sorpresa, Aiken sonrió sin poder evitarlo y de nuevo, su pequeño “beso” fue interrumpido de la manera más indeseable.
—Pediría permiso pero ya estoy dentro —murmuró alguien abriendo la puerta.
—Te dije que no los interrumpieras. —Escucharon susurrar a Yannik—. Lev por fin tenía su primer beso y tú solo lo arruinas como…
—Vaya, bueno, estamos aquí —avisó Aiken frotando su cuello. En realidad esperaba que ambos tuvieran un poco más de privacidad. Por primera vez, deseó que Xero y Yannik nunca hubieran aparecido en la colonia.