15
Siempre listos
Por tercera vez desde que lo llevaron a la habitación subterránea, Levi giró sobre su cuerpo y decidió observar la desgastada pared con atención. Estaba aburrido y a pesar de intentar dormir no lo conseguía. ¿Por qué no podía estar arriba? Por lo menos podría pasar el tiempo con Yannik o divertirse molestando a Xero. Incluso deseó estar en uno de esos momentos silenciosos junto a Aiken mientras ambos observaban las estrellas a través de la ventana en su habitación.
Es por tu propia seguridad, es lo que todos repitieron sin cansancio, aunque él no lograba comprenderlo. Fuera de ese cuarto en el subsuelo, Levi no causaba problemas pero estaba seguro de que si se atrevía a desobedecer sus órdenes, se llevaría una buena reprimenda de parte del demonio pálido… y de todos los demás.
No podía quejarse, sin embargo. Aiken procuró cualquier material que le hiciera la espera más cómoda. Dejó a un lado de la puerta mantas, comida, agua y algunos libros, además de un extraño aparato que se iluminaba cada vez que tocaba la superficie fría y cristalizada.
Formó un ovillo con sus piernas, sujetándolas con fuerza entre los brazos al tiempo en que cerraba los ojos para intentar disminuir su creciente ansiedad.
A pesar de que la luz inundara cada rincón del lugar, Levi no pudo evitar sentirse de la misma forma en que lo hacía durante su antiguo encierro. Tal vez no se encontraba en penumbras o con una peligrosa advertencia de muerte que atenazaba su estómago, pero el terror y la ignorancia sobre lo que sucedía fuera de los muros, permanecían ahí.
Siempre presentes, eternos y perpetuos aun a pesar de la paz que Aiken lograba provocarle.
Se sentó de golpe en cuanto escuchó pasos acelerados bajar por las escaleras y avanzar por el pasillo que en seguida conectaba con esa habitación. Instantes después, la puerta se abrió a una velocidad vertiginosa. Fue Aiken quien la atravesó, con aspecto desmejorado y mirada perdida.
El cuerpo del mayor se sacudía en violentos temblores y el horror se reflejaba con claridad en su mirada cuando la conectó con la de Levi antes de derrumbarse sin siquiera alcanzar a acercarse. Murmuraba cosas inentendibles que se perdían en el espacio vacío de la habitación. El híbrido no lo pensó dos veces y caminó hacia él con rapidez.
—¿Aiken? —Se arrodilló a su lado sin estar muy seguro de qué hacer para tranquilizarlo, puesto que parecía tan solo un poco menos alterado que el mismo Levi; por lo que se decidió a tocarle el hombro con suavidad, retrocediendo cuando Aiken se sobresaltó.
—Están todos locos —susurró con los ojos desenfocados. Esto le confirmó a Levi que no se encontraba realmente presente. Estaba perdido en un bucle de pensamientos que solo él comprendía.
Con los nervios a flor de piel, pensó en la acción que Yannik muchas veces había llevado a cabo con él cuando se consumía en el pánico. Su mano cortó el aire y, de un golpe, hizo girar el rostro de Aiken hacia el lado contrario.
—¿Qué sucedió? —demandó, en cuanto la mirada alterada del mayor se relajó hasta solo mostrar pequeños signos de incertidumbre.
—¡Mierda, Xero, te dije que no te atrevieras a tocar la comida!
Aiken rió por lo bajo al escuchar el molesto grito de Yannik al encontrarse con la supuesta preparación mejorada del demonio. Xero desapareció de la habitación tan solo unos segundos después, acompañado de la risa burlona que lo caracterizaba.
—Nunca me escucha, es como hablar con un muro —masculló el más bajo con la mirada clavada en todo su esfuerzo desperdiciado.
El mandu que preparó se veía tan apetecible que incluso se dedicó a tomar pequeñas porciones a escondidas de Aiken, y ahora debía lanzarlo a la basura. Ojalá algún día te intoxiques tú solo, maldito bastardo, maldijo a Xero entre dientes con la esperanza de ser escuchado.
—¿Lo harás todo otra vez? —inquirió Aiken con asombro. Contempló a Yannik buscar nuevos ingredientes dentro del frigorífico mientras susurraba maldiciones hacia el demonio pálido.
—Fui yo quien decidió invitar a Jack y Eve. Debería hacerme responsable de los problemas que causa Xero.
Por supuesto, la verdad era más bien silenciosa: si obligaba al pálido a preparar todo de nuevo, esa noche terminaría siendo una masacre por intoxicación.
Al terminar el espagueti, lo único que sabía cocinar, Aiken ayudó a Yannik para terminar las cosas más rápido de lo que fue horas antes y de esa manera, aceleraron todo su trabajo. Mientras se encargaban de guardar y limpiar el espacio en la cocina, Yannik susurró las palabras que consiguieron dejar a Aiken estático.
—Sabes que pronto tendremos que irnos, ¿no?
Con un profundo suspiro, se giró hasta mirarlo a los ojos y encontrar que no era ninguna clase de broma o un intento de incomodarlo por sus sentimientos hacia Levi.