Ángel de sangre

Capítulo 17. La gente muere

17

La gente muere

 

 

Durante sus veintidós años, Aiken no había logrado todas las cosas que deseó durante su niñez.

A pesar de haber terminado su educación más rápido de lo que todos esperaban probando ser uno de los muchos niños genio que existían esparcidos en todas las colonias, aun sentía un extraño vacío en su pecho que —irónicamente— un extraño chico que golpeó con su auto, le arrebató cualquier rastro de soledad.

Ese muchacho castaño le había llevado una curiosa felicidad, acompañada de bastante sufrimiento y confusión.

A más de dieciocho meses de que apareciera, Aiken había experimentado más cosas de las que podría ser capaz describir o soportar. Incluso parecía cambiar su propia manera de pensar gracias a una nueva visión del mundo que le ofreció un montón de demonios —los cuales no lucían más terribles que los propios humanos—.

—¿Estás seguro de que no causará problemas?

Después de agitar un poco la cabeza, dejó de lado cualquier otro pensamiento que consiguiera distraerlo otra vez de la explicación que Xero ofrecía para él. Aun con la mirada desenfocada, observó a Levi, quien parecía escuchar todo con dedicada atención.

Cuando estaba concentrado, lucía un poco mayor de lo que era en realidad. Estrechaba las cejas y apretaba los labios, sin apartar ni un momento la mirada de la otra persona. Incluso abría sus ojos un poco más de lo usual, provocado por un asombro que todos desconocían.

—Aiken, ¿me estás escuchando?

—Sí, claro… Él no causará nada —asintió vagamente, volviendo a perder el hilo de la conversación y adentrándose en sus pensamientos una vez más.

—¿Qué es lo que he dicho?

—Debemos… Sí. Llevaré a Lev a la colonia y comprará algunas cosas para el viaje o algo por el estilo, ¿no?

—No ha escuchado nada —se quejó Yannik por lo bajo con el ceño fruncido—. Yo te acompañaré, así evitaremos que nos hagan preguntas innecesarias. Lo que no podemos evitar, es que Levi controle su curiosidad, es por eso que irás tú.

Dos semanas, es lo que había dicho Jin hacía unos días, esperamos dos semanas más y entonces nos iremos de aquí. No podía dejar atrás toda su vida en sólo ese período. Le estaban arrebatando todo de un solo golpe, y estaba seguro de que las cosas sólo irían a peor.

Sí, tal vez el arrepentimiento por sus acciones comenzaba a hacer aparición, aunque esperaba que no se mantuviera presente por mucho tiempo.

—Saldremos ahora mismo —pronunció Levi con cuidado, creyendo que en realidad, Aiken buscaba dormir un poco más.

Sus palabras lo hicieron reaccionar por completo y, con un par de parpadeos rápidos, asintió con una leve sonrisa.

—Estoy listo, ¿y tú?

 

Como ya se lo esperaban, las personas no paraban de observar el extraño atuendo de Levi mientras atravesaba la multitud —conjunto que por cierto, él escogió antes de salir de la seguridad de su hogar—. Portando una camisa amarilla un par de tallas más grande de lo necesario y unos bombachos morados que no llegaban a sus tobillos. Para intentar no llamar la atención, una gorra y su largo flequillo se encargaban de cubrir la mitad de su rostro.

Durante el largo trayecto al centro de la colonia, Yannik no paró de hacer bromas por su extraña combinación de colores, llegando a llamarlo incluso “una mariposa daltónica”.

Lo más difícil, por supuesto, fue ocultar las protuberancias en la espalda, las cuales estaban a punto de atravesar la gruesa tela de su camisa, por lo que lo hicieron cargar con la enorme mochila que Yannik cargaba todo el tiempo.

—Recuerda, no te separes —repitió Yannik, como si se tratara de un pequeño.

—No soy un niño —murmuró el castaño, caminando en silencio hasta que estuvo lo más cerca posible de Aiken con discreción.

Al entrar en el verdadero centro de la colonia, y encontrar los pequeños negocios que estaban establecidos ahí, Levi no pudo evitar emocionarse un poco porque, a pesar de haber pasado demasiado tiempo a salvo de cualquier terror, nunca había visto el exterior realmente. Y aunque no fuera la naturaleza como lo esperaba, esa visión era más hermosa de lo que llegó a imaginar.




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