19
El destructor de mundos
La lluvia estaba imparable desde el día anterior, golpeteando incansablemente contra los cristales de las ventanas en la habitación que Xero y Yannik habían elegido compartir desde su primera vez en la casa de Aiken.
—Debemos irnos. Tenemos que recoger todo y marcharnos de aquí antes de que…
El olor que la tierra mojada traía consigo hacia las fosas nasales de Xero era lo único que conseguía relajarlo ante la aparente paranoia del otro chico, quien no paraba de alternar el tono de voz según los pensamientos que corrían con velocidad dentro de su cabeza mientras guardaba la ropa de ambos en un amplio saco de plástico.
Ese momento podía añadirlo con facilidad a la lista en donde se quejaba de su habilidad por escuchar lo que cruzaba por las mentes de las personas.
—Nos matarán a todos si nos encuentran, Xero —repitió Yannik—. Se desharán de Levi, como lo hicieron con Seela y Meere y Cyrus y como estuvieron a punto de hacerlo contigo. —La manera en que su voz se quebró consiguió que el pálido lo observara por fin, aguzando la vista para darse cuenta de lo que podrían ser lágrimas en el borde de sus ojos—. No puedo perderlos a los dos.
Tomó un espacio cerca de Xero, borrando con furia las lágrimas que comenzaban a recorrer sus mejillas y apartó la vista cuando el pálido se acercó demasiado a él. Después de años, Yannik estaba seguro de que el demonio detestaba que permitiera a sus sentimientos tomar el control.
Respiró hondo un par de veces antes de conseguir la confianza para sostener la mirada de Xero.
—Todo estará bien, enano. —Habló Xero, apretando su hombro con la intención de relajarlo—. Saldremos de aquí en una semana y entonces iremos a nuestro lugar seguro hasta que las cosas se tranquilicen y después recuperaremos el plan original. La primera colonia va a caer.
Eso provocó una pequeña sonrisa en Yannik. Hacía bastante tiempo que no lo llamaba por su apodo o trataba de subirle el ánimo con palabras torpes, eso lo reservaba cuando era un niño que tenía miedo por cualquiera que no fuera Xero.
—Si lo dices de esa forma, parece bastante fácil ¿no lo crees? —dijo, recuperando la característica inflexión de burla en su voz.
Decidió creer en Xero como todas las otras ocasiones porque, en el fondo, sabía que tenía razón. Aunque las cosas se pusieran duras, terminarían por mejorar. Siempre lo hacían si tenía al demonio cerca.
Sintiéndose de pronto como el chico tímido e inseguro que era cuando Xero lo encontró, se aprovechó de la aparente desorientación del pálido y, tomándolo del cuello, lo atrajo hacia sí en un torpe e inexperto beso, separándose tan solo un segundo después.
Con las mejillas sonrojadas escuchó a Xero burlarse de su timidez antes de sorprenderlo de la misma manera en que él lo había hecho antes aunque, por supuesto, menos sutil. De alguna forma Xero consiguió que Yannik terminara debajo de él, dejándolo con el rostro más parecido a un tomate hirviendo que a las facciones traviesas que solía mostrar.
—Idiota —murmuró el demonio con una sonrisa rebosante de ternura, procediendo a besar su frente con cuidado y después a rozarle los labios con los suyos mientras iniciaba unas extrañas caricias circulares en sus costados, con todo el cariño que era capaz de demostrar.
Por supuesto, Aiken debía pagarle a Xero con la misma moneda.
—Pediría permiso pero ya estoy dentro. —Avisó con una sonrisa maligna desde el marco de la puerta, siendo imitado por Levi unos segundos después, aunque éste no tuvo la misma reacción tranquila que la del pelinegro.
—Oh Dios, Satán… ¡quien sea! —Exclamó con los ojos abiertos como platos y con su rostro enrojeciendo con lentitud—. ¿Por qué estás sobre Yannik?
El aludido hizo lo posible por liberarse del agarre de Xero lo más rápido que pudo, aunque le resultó más difícil de lo que deseaba gracias a la pereza que el pálido demostraba. Con una sonrisa avergonzada, le aseguró que solo estaba jugando con Xero.
—Sí, claro. —resopló el pálido por lo bajo, fulminando a Aiken con la mirada. Se vengaría, eso estaba claro. Lo haría pagar.
Aiken se estremeció al recibir la misma sonrisa perversa de parte del pálido mientras se ponía de pie.
—Uh… Jin apostó que… —Abrió los ojos en demasía al caer en cuenta de su error, así que trató de corregirse de inmediato—. No, perdona. Jin me avisó que nos quería a todos en la sala. Creo que tiene una noticia o algo así.