21
Pandora
Xero afianzó su postura, usando su cuerpo como una excelente protección para Yannik cuando el recién llegado caminó sin preocupaciones hacia ellos, aunque se detuvo al percibir el ligero cambio que presentaba la apariencia del pálido.
—No te alteres, Liao. —Se burló, haciendo uso del apellido que Xero usaba cuando se conocieron—. Te dije que Yannik estaría a salvo, y sabes que soy hombre de palabra.
Sin poder evitarlo, Xero rodó los ojos, apartándose tan sólo unos centímetros de su anterior posición.
—Eso lo dijiste hace años con la condición de que me entregara. Y escapé. —Frunció el ceño y las oscuras líneas en su rostro se profundizaron al mismo tiempo—. En ese entonces nos perseguiste hasta el cansancio, ¿por qué ahora nos dejarías ir sin problemas?
Lennix sonrió, aunque esto no pudo parecerle más aterrador a Levi de lo que ya era la situación. No conseguía reconocer otra emoción que no fuera el cinismo en aquel gesto y, por la manera en que lo observó minutos después, dudaba que hubiera mejores sentimientos dentro de su despiadada existencia.
—Es más fácil de lo que piensas. —Respondió con tranquilidad, posando su vista sobre Levi, quien terminó siendo cubierto por Aiken.
Un chico que no lucía mucho mayor a Yannik o Levi se acercó a Lennix sosteniendo un aparato bastante parecido al que Jin había robado de un equipo táctico algunos meses atrás.
—La zona está cubierta, doctor. —Avisó, evitando la mirada escrutadora de Aiken como si estuviera enterado de lo que sucedería en las próximas horas y sus propios actos le provocaran vergüenza—. Nadie podrá entrar o salir si usted no lo ordena.
—Maravilloso, gracias. —Lo felicitó y caminó junto a él en dirección a la puerta principal, girándose tan sólo para dejarles una advertencia a quienes ahora eran sus rehenes—. Les daré tiempo para que me entreguen lo que quiero. Después de eso, ninguno de ustedes estará a salvo.
Levi cayó sobre sus rodillas en cuanto Lennix dejó la casa y sólo entonces, se permitió a sí mismo respirar para intentar tranquilizarse, sin soltar en ningún momento la muñeca de Aiken. El terror que ese hombre le producía, no podría olvidarlo aun si quisiera. Aquellas palabras carentes de vida siempre conseguían quedarse en sus pensamientos durante días.
Yannik no parecía sentirse mejor que el castaño, puesto que su piel había palidecido y no permitía que Xero se moviera de su lugar.
—¿Qué es lo que quiere? —Aiken expresó en voz alta la misma duda que asaltaba a los demás desde hacía unos segundos.
El pelinegro se acuclilló para ofrecerle un mejor consuelo a Levi, quien no podía detener sus temblores. Aiken evitó hacer cualquier pregunta que agravara la situación, aunque tampoco necesitaba ser un genio para adivinar lo que había pasado o lo que sucedería, en cualquier caso.
Lennix era el hombre del que Jin siempre hablaba, a quien parecía odiar lo suficiente como para contemplar las posibilidades de asesinarlo sin piedad si se le presentaba la ocasión. Por la reacción que desencadenaría en los más jóvenes, Aiken no creía que mereciera algo mejor.
—Está claro que a nosotros nos dejará tranquilos —habló Xero—. Y tampoco es Cassia o Jin, estoy seguro de que habría rechazado llevarte con él aún si tú mismo te ofrecías.
Jin asintió para confirmarlo. Con todo el odio que Lennix profesaba hacia él, quedó bastante sorprendido al no recibir más de una mirada de su parte desde el momento en que entró. Era evidente que, a pesar de sus palabras, lo que buscaba en ese preciso momento no era Jin, por lo que el demonio le resultaba tan útil como lo era Aiken.
—Si realmente lo quisiera, no habría perdido una oportunidad como esta. —Razonó Jin, ladeando la cabeza para ladear mejor la cabeza y no tardó mucho en caer en cuenta del objeto que captó la atención de Lennix—. Es Levi.
La fortaleza de Yannik terminó por resquebrajarse frente a ese par de palabras y permitió que la desesperación y el terror lo invadieran. No había cruzado un infierno buscando salvar a Levi para que terminaran por arrebatárselo de las manos y lo obligaran a repetir su sufrimiento.
No podía permitirle a nadie que volvieran a causarle suplicio a cualquier persona que apreciaba.
—Iré yo —dijo en voz alta, apartándose de Xero para enfrentarse a los demás, evitando la mirada del pálido a sabiendas de que reflejaba un terrible miedo. Ni siquiera él mismo podría afirmar que no estuviera asustado—. Puedo hacerme pasar por Levi y nadie lo notaría si yo no lo permito.