Ángel de sangre

Capítulo 23. Acuérdate del fin

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Acuérdate del fin

 

El sol comenzaba a iluminar el camino cuando obligaron a Levi a caminar hacia el exterior. Lo habían encerrado en un lugar desolado aunque no había ni una sola capa de polvo que cubriera cualquiera de las paredes o esquinas, lo descubrió cuando intentaba encontrar una salida. Todo estaba bastante limpio como para incluso pensar que llevaba desocupado más de unas semanas.

Avanzó a tropezones gracias a los molestos golpes que los hombres de Lennix le propinaban en la espalda y de esa forma, pronto se encontraban en lo que antes fue el centro activo de la colonia. Ahora sólo parecía un sitio yermo, sin una sola persona que saliera de su hogar.

Giró sobre los talones y se cubrió la vista para conseguir distinguir el cartel de bienvenida al pequeño local en el que estuvo cautivo. Artilugios Wong. Detuvo cualquier movimiento pensando en el agradable anciano que lo había tratado tan bien y la excelente relación que llevaba con Aiken. Espero que haya logrado escapar, pensó. Esbozó un gesto amargo para sí mismo, maldiciéndose internamente por tratar de engañarse.

Era una tontería creer que el señor Wong lo había hecho.

—Te pasará lo mismo que a él si no avanzas. —Lo amenazó uno de los hombres más corpulentos de entre los seis que lo acompañaban. Se había girado y lo observaba con atención ya que, a diferencia de los otros, él no utilizaba ningún casco que ocultara su rostro.

Destacaba de entre todos gracias a su altura y unos hombros anchos. Con mandíbula cuadrada y labios desproporcionados a un par de ojos que todo analizaban, conseguía asustar a cualquiera que se plantara frente a él. Vestía un monótono traje gris que se componía con dos ligeras prendas: unos pantalones desajustados y la cazadora que contaba con más bolsillos de los que Levi estaba dispuesto a contar. Probablemente era alguien de confianza para Lennix, ya que iba en la vanguardia y cargaba con el mismo aparato que los había transportado de un lugar a otro, además de que ladraba órdenes que los otros obedecían de inmediato.

No preguntó sobre el destino del señor Wong. A pesar de que se lo imaginaba, estaba seguro de que prefería no saberlo pero de cualquier forma el pensamiento volvió a asaltar su mente. ¿Aiken habría pasado por lo mismo si él no accedía a marcharse? La posibilidad era tan aterradora que no le permitió moverse ni un solo centímetro más.

—Será mejor que hagas lo que te dicen —susurró alguien a su espalda.

Levi no se atrevió a darse la vuelta para encontrar quién lo había dicho, sino que reanudó la marcha, sintiendo el asfalto frío contra las plantas de los pies. Intentó pensar en otras cosas para distraerse hasta que llegaran a su destino. Cosas buenas, como la esperanza que aun embargaba. Los chicos lo ayudarían cuando fuera el momento oportuno, lo sabía.

—JooHyuk. —La voz detrás de él volvió a hacerse presente, dirigiéndose hacia cualquiera de aquella guardia. El hombre de hace unos minutos se giró abruptamente, haciendo que todos pausaran la marcha—. Sería bastante bueno que encontraras calzado para el chico.

El nombrado JooHyuk esbozó una sonrisa áspera antes de reanudar la caminata y, con ella, dejó atrás la ocasión para que Levi consiguiera una caminata más cómoda. Probablemente desearan provocarle todo el daño posible antes de que consiguiera un descanso.

Con un pesado suspiro, él también avanzó, agitando las muñecas para intentar deshacerse del entumecimiento que aquella extraña cinta blanca le provocaba al mantenerlas tan juntas. Lo ataron desde que llegaron al pequeño local y ninguno se tomó la molestia de aflojarlas un poco.

Sin que nadie le dijera nada, los dos hombres a su lado lo sujetaron de los brazos para evitar que huyera y, esperando por las indicaciones de JooHyuk, formaron un círculo a su alrededor. El líder del pequeño grupo se estaba encargando de hacer las configuraciones necesarias en el aparato con el que cargaba todo el tiempo. Apenas dedicándole una mirada a Levi, dio un clic y pronto el suelo comenzó a agitarse con brusquedad bajo él de la misma manera en que había sucedido algunas horas antes, en la casa de Aiken.

Apretó los ojos con fuerza al sentir su pecho ser aplastado por una fuerza imaginaria. Tardó demasiado en darse cuenta que habían llegado a donde querían, reconociendo el lugar desde el instante en que se aclaró su vista.

Un amplio terreno desierto se extendía frente a ellos. No crecía ni un solo árbol y tampoco había señales de que algún animal (por pequeño que fuera) habitara en él. El contraste que hacía con la naturaleza que lo rodeaba resultaba incluso un poco cruel. Aun se podían apreciar restos de un fuego que en su momento lo azotó todo.




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