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Antes de la guerra
Corrieron hasta que se agotó el aire en sus pulmones. Buscaron a Yannik en todos lados, pero no lo hallaron en ninguno. Entonces recordaron que Jared podía servirles para algo. El entrenador no era de su agrado la mayor parte del tiempo, sus prácticas y reprimendas solían alterarles los nervios. A nadie le debía sorprender que los chicos pasaran sus tardes jugándole bromas.
Minh fue quien dirigió la marcha. Se sintió responsable de una gran carga y su necesidad por decirle a alguien el mensaje aumentaba a cada segundo. No solo se trataba de la fascinación que sentía, sino de una extraña preocupación que lo embargaba al recordar la mirada angustiada de Levi.
—¡¿Escuchaste su voz?! —Exclamó Ryzion detrás de él, con aún menos facilidad para caminar tan rápido—. ¡Porque yo sí! ¡Y nos pidió ayuda! Tenemos que encontrar a Yannik y decirle todo. ¡Tal vez nos dejen salir de aquí!
Se escuchaba más emocionado de lo que había estado en toda su vida, pero no importaba en ese momento. El mayor lo mandó a callar con un grito. Ahora comprendía por qué los adultos siempre mantenían tantos secretos; no había ninguna forma sencilla de contar lo que había sucedido. Era la primera vez que alguien podía verlo a él también, fue por eso que llamó a Ryzion. Quería estar seguro de que no se volvía loco.
—Hay que ir por Jared —murmuró para sí mismo—. Él puede encontrar a Aiken y Aiken nos llevará con Yannik.
Repitió las palabras como si fueran un mantra. Jared estaba en la Sala de Shanlog, cuidaba de los niños más pequeños, aquellos que aún no desarrollaban ninguna habilidad. Ryzion fue el primero en acercarse. Corrió hacia su irritante entrenador y ocurrió lo que solía llamar “un vómito verbal”. Habló sobre lo que aconteció como si la habilidad de Minh fuera la suya y olvidó que no era algo que podía decir a la ligera.
—¡Vimos a Levi! —vociferó—. Bueno, lo hizo Minh. Yo solo lo escuché. Minh también puede verlo. Dijo algo como “necesito ayuda”. Tenemos que buscar a Yannik para decírselo, él sabrá qué hacer. ¿Sabes dónde está Yannik? ¿O Aiken? ¡Tenemos que decirle que vimos a Levi!
—¿Intentan jugarme otra broma?
La respuesta desinteresada no hizo más que enfadar a Minh. Se aproximó hacia Jared con el ceño fruncido y lo arrastró tomándolo de la mano. Ignoró las quejas del mayor sin mucho problema, pero no consiguió soportar mucho más cuando comenzó a afirmar que no caería en sus ridículos juegos.
—No es una broma. Es verdad —En su rostro se reflejó una mirada suplicante y solo entonces Jared decidió prestarle atención.
—De acuerdo, niño. Habla.
—Yo… estaba buscando a alguien —Mordió sus labios con evidente nerviosismo y se apresuró en agregar una disculpa—. Sé que no debería, pero lo hago y Yannik me dice que eso ayuda a más duṣṭa, creo que no es malo. Entonces, estaba buscando a alguien más para ayudarlo y encontré a Levi. Yo lo vi y él también me vio y eso no había pasado antes, así que hice que Ryzion viniera a verlo también.
Jared permaneció con el ceño fruncido mientras escuchaba la confusa historia del menor. A diferencia de otras ocasiones, Minh lucía alterado. Realmente atemorizado. Tal vez fue por eso que le creyó de inmediato. O tal vez fueron las palabras que Zaeyir repetía para sí mismo cuando creía que nadie estaba cerca para escucharlo.
—Más despacio, niño —Elevó ambas cejas en un pobre intento por tranquilizarlo—. No me iré a ninguna parte, ¿de acuerdo? Ahora, ¿qué pasó cuando Ryzion llegó?
—Levi podía vernos a los dos y también escucharnos.
Algunas horas después le narraba la misma historia a Yannik. Se había formado una pequeña comitiva en la morada de Zaeyir. Aunque Minh convivía con él desde pequeño, la mirada de Yax conseguía tranquilizarlo de una forma en que nadie lo había hecho antes. El drakar parecía comprender lo que Minh sentía sin necesidad de hablar.
—¿Recuerdas haber visto algo más? —Aiken era quien más lo presionaba. Sujetó sus hombros en un intento desesperado por hacerlo recordar más de lo que podía—. Otra persona además de Levi, o un lugar. Algo más. ¿Puedes?
Yannik apartó al humano con un ligero golpe en el hombro. Él también necesitaba saberlo, pero presionar al niño no era lo mejor. En el peor de los casos, terminaría por olvidar las cosas importantes, tal y como le sucedió a él mismo.
—Dices que esta vez fue diferente a las otras, ¿no? —murmuró con toda la delicadeza que consiguió reunir— Si conseguiste que él te viera, tal vez tú también viste algo más.