Veinticuatro años antes
Gabriel acababa de cumplir apenas 8 años.
Ya antes había tenido sueños extraños que le habían provocado largos episodios de insomnio, pero esa noche sería una que la recordaría por mucho tiempo. Ya casi era media noche y su enfermera y cuidadora no podía lograr que se durmiera.
—Vamos Gabriel siquiera has el intento de dormirte, así como lo hicieron Maevel y Astrid, si lo haces mañana te traigo un lindo juguete —quiso chantajéala la enfermera katerin.
—¡No Katty si me duermo sueño feo! —advirtió la pequeña con su voz infantil sentándose en la cama y abriendo sus enormes ojos grises y observo atentamente a katerin.
—¿Bueno y si yo me quedo a dormir contigo esta noche?
—¿Y me vas a cuidar para que yo no tenga pesadillas?
—Sí, Toda la noche.
—Bueno acuéstate conmigo —indico la pequeña haciéndose a la otra orilla de la cama, y dando unos golpecitos en la parte del colchón que quedaba libre, la enfermera se recostó y Gabriel se recargo en el pecho de la mujer —Buenas noches Katty.
—Buenas noches nena —respondió la enfermera esbozando una pequeña sonrisa.
No era la primera vez que ella tenía que quedarse en el orfanato, pero esa noche en especial no podría hacerlo, así que esperaría a que la niña se durmiera para retirarse. En cuanto la respiración la niña fue profunda Katerin se levantó, tratando de no despertarla. Se le hacía tarde y no podía quedarse más tiempo.
En un principio Gabriel había logrado tener un sueño reparador, aunque no recordaría el comienzo, recordaría lo que ocurrió después, cuando se presentó un cambio inesperado. En su sueño había sido un lindo día soleado, con remotas nubes en el cielo, se encontraba en un jardín donde había juegos y muchos niños con los cuales jugar. De pronto todo se nublo volviéndose tenebroso y lúgubre, el viento frio comenzó a correr como si de un mal presagio se tratara.
—¡Hola Gabriel! ¿Quieres jugar conmigo? —le decía un niño de su edad que le parecía familiar, pero que no lograba identificar.
—No estoy cansada —no se percató de que ya solo se encontraban ellos dos.
—¡Quiero jugar contigo! —gruño el niño en un tono más fuerte y agresivo.
—Yo no, ¡y mejor vete!
—No comprendes Gabriel me tienes muy abandonado y ¡no puedo irme lejos de ti ni tú de mí!
—Vete o llamo a… —intento gritar Gabriel.
—¿A tu mamá? —interrumpió el niño —Vamos los dos sabemos que ella no te quiere, que por eso te dejo en el orfanato.
—¡Te equivocas, ella me ama! —grito Gabriel, él se acercó lentamente a ella.
—No Gabriel, ella no te ama, ¡solo yo te amo! —el pequeño estaba exasperado y coloco su mano en el hombro de Gabriel.
—Ni idea tienes de lo que dices —respondió ella limpiándose las lágrimas de su rostro —No sé quién eres.
—¿Qué? ¿Ya no me recuerdas? O ¿es que acaso rompiste tu promesa de amarme hasta el final del tiempo?
Su voz comenzó a cambiar ya no era más esa voz infantil, era la de un hombre, como si alguien más le estuviera hablando a través de ese niño, su mirada fría y llena de ira. El miedo comenzaba a crecer en su corazón, era oscuro y espeso, parecía algo antiguo.
—No sé de qué hablas…
—Claro que lo sabes Gabriel me lo prometiste, jamás me dejarías estaríamos juntos para la eternidad… ¡y no lo hiciste!
—Pero no te… Conozco.
—¡Deja de fingir Gabriel! —grito el niño y le dio una bofetada con fuerza tal que la hizo girar y caer al suelo, ella no lloro pues creyó que si lo hacia lo enfurecería más. Ahogo lo más que pudo su grito, cubriendo con sus manos su boca.
—Yo… Yo…no… Se nada…
—Demonios Gabriel ¿Cuánto tiempo más quieres que pase para que vuelvas a mí? —le dijo entre dientes acercando su rostro al de ella.
Se volvió aún más violento el tomo por los brazos y la levanto sobre su cabeza, comenzó a sacudirla.
—Deja de llorar, no ganas nada.
—Me lastimas… Ángel…
—¿Ya me recordaste?
La ironía en su voz la aterraba y por fin dejo de sacudirla, poco a poco la bajo hasta que quedo parada frente a él. Sonreía satisfecho de que ella había dicho su nombre, eso era siempre el inicio. Tenía que hacerla recordar, no es que disfrutara lastimarla, pero se había percatado que era el único recurso que tenía.
—… Si … —susurro ella, aun cuando en verdad solo atinó a decir su nombre, pero no quería imaginar siquiera que hubiera pasado si ese no hubiese sido el nombre del niño.
—Perdón amor, no quería lastimarte, solo quería que me recordaras —aclaro el niño y su voz volvió a ser dulce e infantil, la bajo con cuidado, Gabriel sentía que sus piernas no la soportarían —Mira bebe te lastime, lo siento. Pero pronto vamos a estar juntos de nuevo ¿Sí? Y podremos amarnos otra vez., ya te encontré y esta vez no estoy dispuesto a perderte.
—Lo sé —respondió ella con más miedo que nada, pero tratándolo de ocultar detrás de un disfraz de timidez.
—Debo irme me están buscando, pero pronto seré libre y regresare por ti
Le dio un beso en la frente, se retiró.
El sueño de Gabriel se normalizo, su respiración fue normal de nuevo, pero en la mejilla había aparecido la marca del golpe que ese niño le había dado en su sueño. Además de las marcas en sus brazos eran las de un adulto, para la hora en que termino su sueño el sol estaba por salir.
—Gabriel, Gabriel, Gabriel despierta —le decía su amiga Maevel sacudiendo las cobijas.
—Vamos Gabriel es hora de desayunar hoy nos darán ¡pizza! —decía Astrid emocionada.
Gabriel se destapo la cara y se sentó en la cama tallando sus ojos, el mentón le dolía fuertemente al igual que los brazos.
—¡Recórcholis! ¿Qué te paso en los brazos? ¿Y en la cara? —interrogo Maevel señalando su mejilla, tratando de tocar el moretón.
A Gabriel no se sorprendió de la pregunta de su amiga, tenia la sospecha de que esto era algo que le cambiaria la vida.
—Se los diré, solo si me juran que no le dirán a nadie.
—Está bien —dijo Astrid.
—Palabra de exploradora —respondió Maevel.
—No es suficiente, prométanlo —dijo Gabriel extendiendo su mano en donde tenía una pequeña cortada, Maevel regreso a su cama y de debajo de su almohada extrajo una pequeña navaja y se hizo una cortada igual a la de Gabriel.
—Por mis hermanas.
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amor, tiempo y vida, traición cicatrices y triángulo amoroso
Editado: 16.11.2025