—¿Yarot qué dijo?
—Sí va, pero no quiere que le digan a Astrid, porque está pensando declarársele —respondió Graham tomando de la mano a Gabriel.
Graham, físicamente deseable, ojos oscuros, mirada muy profunda de rasgos duros con barba de candado, cabello negro lacio, con una altura de 1.92 m. Era el único con el que Gabriel había salido desde hacía un par de años, desde la secundaria. Cuando llegaron al estacionamiento con las muchachas, ya habían llegado Yarot y Anthon.
—Hola Yarot —saludó Gabriel.
—Hola Gabriel —respondió él—. Le explicaba a Maevel que no creo poder ir a la fiesta porque tengo mucho trabajo.
—Sí, algo me explicó Graham, qué lástima que no puedas ir Yarot. ¿Pero tú sí vas a ir, verdad? —interrogó volviéndose a ver a Anthon.
—No faltaría.
—Tengo una idea —dijo Astrid en ese momento atrayendo la atención de todos—. Pocas veces estamos reunidos todos, ¿qué tal si vamos a comer "Al Miseria"?
—Me parece una excelente idea —opinó Anthon. El resto de los muchachos asintieron con la cabeza.
El “Miseria” no tenía relación alguna con su nombre; era un restaurante de estilo gótico que ellos adoraban. Allí habían pasado interminables horas de charla, tiempos muertos o simplemente escuchando su música. El grupo de los seis amigos se conocía desde que ellas habían ingresado a la primaria donde ellos estudiaban.
Desde ese momento fueron inseparables. Había sido hasta el último año de secundaria cuando Graham mostró interés en Gabriel. Ella lo quería como a un hermano, pero no quiso despreciarlo, puesto que no quería perder a su amigo. Sabía que la relación era un error, pero tenía la esperanza que Graham se diera cuenta de ello y fuera él quien la terminara.
Se sentaron en la tercera mesa después de la puerta principal, esa era la mesa de costumbre. Detrás de ella había un gran ventanal con imágenes de dragones, ángeles y demonios. Del lado derecho se sentaron Yarot y Astrid; del lado izquierdo, Gabriel y Graham; y del lado del ventanal, Anthon y Maevel.
El restaurante casi durante todo el día servía solo buffet, pero también contaba con un delicioso servicio a la carta.
—¿Qué les falta para la fiesta? —interrogó Anthon.
—Solo bajar los muebles al sótano y comprar más cerveza —respondió Astrid.
—Pero anímate Maevel, es tu fiesta de cumpleaños, no puedes estar así de apachurrada —le decía Anthon a Maevel esbozando una tierna sonrisa.
—No es que esté desanimada; es solo que se siente mal porque Yarot no pueda ir a la fiesta —explicó ella en tono triste. Todos rieron internamente.
—Te prometo que en otra ocasión estaré contigo —respondió Yarot abrazando a Maevel.
—Velo por el lado bueno, en este momento está contigo —dijo Gabriel en tono un tanto burlón. Maevel se sonrojó.
—No te rías, Gabriel.
—No se está riendo de ti, es solo que está recordando cuánto fue que me tuvo que rogar para que yo le hiciera caso —explicó Graham a punto de reír.
—¿Yo te rogué? —interrogó Gabriel con una sonrisa viendo a Graham, besándolo en los labios.
—Sí, que yo recuerde, tú me rogaste.
—Sigue soñando —gruñó ella fingiendo desinterés. Todos en la mesa comenzaron a reír.
—Lo bueno es que son novios —opinó Anthon.
Después de un rato de bromas y charla, Gabriel se levantó para ir al baño, acompañada de Maevel, quien aún estaba triste por la noticia.
—Qué mal que Yarot no pueda ir a la fiesta.
—Lo sé, caray.
Gabriel tuvo que morderse el interior de su mejilla para no decirle nada, se moría de ganas por ver a su hermana sonreír, por ilusionarse, por volver a confiar.
—Hola Gabriel
Saludó una voz familiar antes de que entraran al baño, apartándola de sus pensamientos.
—¿Ángel? —Gabriel estaba más que sorprendida—. ¿Qué es lo que estás haciendo aquí?
A Ángel le gustó la forma en que ella reaccionó. Se quedó quieto exactamente dónde estaba, hasta que Gabriel se detuvo justamente frente a él.
—Pues me recomendaron este restaurante y vine a conocerlo.
—Ah, qué bien… Bueno, disculpa. Te presento a mi hermana Maevel —mencionó un tanto confusa señalando a Maevel.
—Mucho gusto.
—Igualmente… Ángel, para servirte.
—¿Me esperas aquí? No me tardo —le indicó Maevel a Gabriel.
Gabriel tuvo la repentina urgencia de decirle que No, pero se vería como una tonta actuando de ese modo, así que decidió tragarse ese sentimiento.
—De acuerdo.
Maevel continuó su camino, entrando sola al baño.
—No me has dicho, qué carrera tienes.
—Pues estudio filosofía y letras —respondió ella esbozando una sonrisa—. ¿Tú?
—Yo algo sencillo… Arquitectura.
—Ok, eso sí es algo sencillito, ¿para qué te complicas, verdad?
—Sí, así es —respondió él—. ¿Sabes?, me pareces familiar.
—Tú también me pareces familiar, pero no puedo ubicar de dónde es que te conozco, o qué te he visto.
—Gabriel, sé que esto te sonará atrevido o quizás ofensivo, pero debo preguntar.
—No tienes que pedir permiso para preguntar, solo hazlo.
—Está bien —dijo él, respiró un poco tratando de tranquilizarse—. ¿Puedo besarte?
—¿Por qué quieres besarme? —interrogó Gabriel sumamente sorprendida, y a su vez halagada.
Pero esas alarmas en su cabeza no dejaban de sonar, y seguían diciendo “¡CORRE!”.
—Es solo que siempre que se me antoja algo, pues lo hago, pero no quiero ofenderte, así que es mejor pedir permiso antes de hacerlo. No me quisiera topar con tu puño o el de tu novio —explicó él con suma tranquilidad, y una sonrisa en sus labios.
—Es bueno saberlo.
—¿Bien?
—Eres libre de hacerlo si lo deseas —respondió un tanto nerviosa.
Ángel se acercó poco a poco y la besó tiernamente en la mejilla.
—Gracias.
—Por nada —respondió ella tímidamente. Continuaron platicando por un par de minutos más.
Maevel tardó más de lo esperado en el baño. Ángel deseaba que por un evento desafortunado esa chica fuese tragada por el inodoro y poder sacar a Gabriel de ese miserable lugar. Quería que ella le recordara, que recordara todo y se fuera con él… Pero, sabía que eso no pasaría.
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amor, tiempo y vida, traición cicatrices y triángulo amoroso
Editado: 16.11.2025