—¿No pensarás ir vestido así?
—Claro que sí, Violet, fue la mejor época del mundo… bueno, desde mi punto de vista… y por lo menos para mí —respondió Ángel con una sonrisa.
—Pero no serás mi pareja.
—Para entrar a la fiesta sí, pero ya estando dentro no —respondió—. Así que déjate de estupideces —concluyó con un tono molesto pero sutil.
—Eso no es justo —murmuró Violet sentándose en el sofá de un pequeño pero lujoso departamento.
Ángel se acercó a ella, se puso en cuclillas a un costado de Violet, acercó su rostro al de la joven.
—Lo lamento, pequeña —se disculpó con una sonrisa que prometía muchas cosas—. Podrás divertirte con alguien más, ya verás.
—Pero yo quiero estar contigo —reprochó en tono sutil.
—Lo sé —se acercó más y la besó. Minutos después retrocedió y se puso de pie—. Pero esta noche soy de Gabriel.
Diciendo eso, salió de la habitación, dejándola muy excitada.
—¡Maldita Gabriel!
—No maldigas a mi ángel —gritó Ángel desde su alcoba.
—Está bien —respondió ella—. Pero ya vámonos que se nos hace tarde.
Ella estaba vestida como una vampiresa, completamente de rojo. Ángel, por el contrario, llevaba un traje Luis XV negro con pocas aplicaciones en plata. Salieron del departamento casi a las ocho de la noche. Se subieron al BMW de Ángel, este puso el auto en marcha con dirección al este, a casa de las chicas.
La gente comenzó a llegar puntualmente, la música sonaba muy bien. El lugar lucía fantástico. Astrid fue la primera en bajar, ella traía puesto un vestido estilo victoriano de 1840. Este era lila con aplicaciones en colores pastel, y una máscara que le cubría la mitad del rostro. Maevel traía puesto un vestido estilo Isabel I de 1562 en color negro y aplicaciones azules y doradas, con una máscara que le cubría la mitad del rostro. Gabriel, un vestido de la época de Luis XV de 1755 color crema con aplicaciones en oro, a diferencia de sus hermanas, traía una máscara que le cubría el rostro completamente.
Aun cuando había mucha gente que no conocían o que habían dejado de ver por mucho tiempo, estaban felices porque Maevel lo era.
—Gabriel ¿Dónde está Astrid? —interrogó Yarot acercándose a ella.
—En la cocina —respondió Gabriel con una sonrisa. Yarot se dirigió a la cocina, abrió la puerta lentamente.
Astrid estaba sentada en un banco de la barra de la cocina, algo aburrida y desanimada.
—Hola —saludó él intentando disfrazar su voz.
—Ho… Hola —respondió Astrid—. ¿Qué se te ofrece?
Interrogó dejando sobre la barra un vaso vacío. Astrid no lo reconoció porque él traía puesta una máscara de lobo. Ese era parte de su plan, lo había planeado todo desde hacía meses.
—Bailar contigo —respondió acercándose a ella y poniendo las manos sobre la barra.
—No bailo, gracias.
—Yo tampoco —dijo él en tono burlón—. Solo quería verte.
—Bien, pues me viste, ahora vete.
Astrid estaba comenzando a asustarse.
—Solo si vas conmigo —respondió acercándose más y en tono serio.
—No… ¡estás loco!
—¡Sí! Pero por ti.
Respondió él parándose a espaldas de ella. Astrid estaba casi congelada, tenía las manos empuñadas sobre la barra, con los ojos clavados en la misma.
—Vete o llamo a alguien.
—¿Quién asistirá? Porque, por si no te has dado cuenta, el ruido que hay allá afuera, no dejará que nadie escuche tus gritos de auxilio.
—Por favor… Vete —suplicó una vez más Astrid.
—Solo me iré si aceptas ser mi novia —le dijo él en tono sarcástico, rozando el brazo derecho de ella con su mano. Astrid no podía dejar de temblar.
—Este… loco… ni… siquiera… te… conozco.
Astrid comenzó a sollozar. Yarot se quitó la máscara y la colocó en la barra del lado derecho de Astrid.
—Pues, veme y así me conocerás —sugirió él sin dejar de fingir su voz.
Astrid estaba aterrada, pero decidió que era momento de terminar con ese juego que hasta ese momento le parecía aterrador. Se volvió lentamente, cuando vio a Yarot abrió tanto sus ojos que parecía que se iban a desorbitar, no sabía qué decir.
—No me has respondido aún —le recordó con una sonrisa maliciosa en los labios.
—¿Te das cuenta de que casi me matas de miedo?
Le reprochó dándole un golpe en el pecho.
—Sí, lo sé… ¡pero no me has respondido!
Yarot la abrazó, no pensaba dejarla ir jamás. Astrid lo abrazó con fuerza, ahogando el llanto en su garganta.
—Sí —respondió ella en un susurro—. Mi respuesta es sí.
Él la miró fijamente a los ojos y la besó. Graham entró en la cocina aun cuando su afán no era interrumpir.
—¡Ups! Perdón —dijo Graham ruborizado.
—Tranquilo, Patt… Ya me tocará a mí.
Astrid tomó de la mano a Yarot, y salieron con él de la cocina. Unos minutos después salió Graham, quien vio a Gabriel platicando con Violet y un hombre que le resultaba familiar pero que no reconoció.
—Hola, Graham —saludó Violet. La mirada de Ángel se volvió fría y vacía.
—Ángel, él es mi novio, Graham —les presentó Gabriel—. Graham, él es Ángel.
Los dos extendieron sus manos estrechándolas, pero se soltaron rápidamente como si una fuerza los hiciera repelerse al contacto.
—Bueno, los dejo, tengo que ir a la cocina.
Gabriel se disculpó, necesitaba un poco de espacio.
—¿Quieres que te acompañe? —le interrogó Graham con amabilidad.
—No Graham, no es necesario.
—Gabriel, ¿te molestaría que bailara con tu prometido? —interrogó Violet con una simpática sonrisa.
—No, siempre y cuando él quiera.
—Con su permiso —dijo Ángel para retirarse.
Se dirigió a la sala, para no interrumpir la tan divertida conversación. Cuando él se alejó, Graham se sintió más tranquilo.
—¿Entonces qué? ¿Sí bailas conmigo? —interrogó Violet tomando el brazo de Graham. Él volvió a ver a Gabriel y ella asintió con la cabeza.
—Está bien, vamos.
Graham y ella se dirigieron a la pista de baile que estaba en el centro del salón de juegos. Gabriel se dio media vuelta y se dirigió a la cocina, el ruido externo era casi nulo. Se quitó la máscara y la dejó sobre una mesa que está del lado izquierdo de la puerta. La mejilla le dolía un poco, se sentó en un banco de la barra. De pronto la puerta que da al comedor se abrió.
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Editado: 16.11.2025