Ángel Gabriel

Diez

—Maevel —llamaba Gabriel casi inconsciente—. ¡Astrid! —llamó otra vez.

Ángel se apresuró a llevarla dentro del hospital. Un enfermero que estaba cerca se percató de la entrada de ambos.

—¡Un doctor! —pidió Ángel preocupado. El enfermero acercó una camilla.
—Recuéstela, señor —indicó el enfermero.

Comenzaron a llegar los doctores y enfermeras, y empezaron a revisarla. Momentos después se la llevaron.

—¿Qué le pasó? —interrogó uno de los doctores quedándose con Ángel.
—Alguien la golpeó y su cabeza rebotó contra mi auto.
—Bien, tiene que ir a Recepción para dar los datos de la joven —indicó el doctor dirigiéndose al cubículo a donde habían llevado a Gabriel.

Ángel sacó su celular y marcó un número; esto podía fastidiar las cosas tanto con el Clan como con ella.

—¿Bueno? —respondió una voz adormilada del otro lado del auricular.
—Violet, quiero que le hables a las hermanas de Gabriel y les digas que estamos en el Hospital Santa Elena. No quiero que las alteres, pero quiero que les digas que está bien, que solo sufrió un golpe —explicó Ángel con cautela.
—¿Tú estás bien? —interrogó Violet algo confusa.
—Sí, estoy bien; la que está internada es Gabriel… Bien, haz lo que te pedí —indicó y cortó la comunicación.

Las hermanas de Gabriel no habían sabido nada de ella después de un par de horas de que partió rumbo a la biblioteca. Le habían llamado a su celular, pero este las enviaba directo al buzón. Eso es típico de esos aparatos, siempre se quedan sin batería cuando más dependes de ellos. No sabían qué más podían hacer, quizá deberían ir a la biblioteca a asegurarse de que se encontraba bien.

—No pudo desaparecer así, eso es ilógico. ¿Por qué ni siquiera me habló por teléfono para que yo fuera por ella? Yo pude traerla a casa, pero ahora ¿dónde está? —les regañó Graham casi al borde de la histeria.

Había llegado a la casa de las chicas apenas hacía diez minutos, que ellas decidieron hablarle para informarle de la posible desaparición de Gabriel.

—Tranquilo, Graham, Gabriel va a estar bien, ya verás. No tarda en llegar a la casa —dijo Maevel en tono suave para tratar de tranquilizar a Graham, aunque en realidad trataba de tranquilizarse a sí misma.

Todos estaban sentados en la sala. Maevel estaba parada a un costado de la mesa del teléfono. Eran casi las 4:30 a.m. cuando el timbre del teléfono causó un sobresalto en todos los presentes.

—¿Bueno? ¿Gabriel, eres tú? —respondió Maevel con una esperanza en el corazón.
—No, no soy ella… Soy Violet —respondió Violet aún adormilada, en realidad no quería hacer esa llamada.
—Dime, Violet, ¿qué se te ofrece?
—Ángel me pidió que les avisara que él y Gabriel están en el Hospital Santa Elena, que ella está bien… Obviamente, quiere que vayan para allá —explicó Violet con rapidez para no alterar a Maevel, ni dar más explicaciones.
—¿Pero él está bien? —interrogó Maevel algo desconcertada, porque tenían que acudir. Entonces las alarmas en su cabeza comenzaron a sonar.

—Sí, pero no es él. Me dijo Ángel que Gabriel solo tiene unos golpes… La atacaron, pero está bien.
—¿Quién la atacó?

Maevel tenía la mirada de todos sobre ella.

—No lo sé, no pregunté detalles, solo quería avisarles de lo ocurrido.
—Bien, gracias. Vamos para allá.
—Está bien, adiós.

Ella suspiró colgando el teléfono. De las tres, era Astrid la más susceptible; si veía que ella se desmoronaba, nada la haría volver a estar en paz.

—Ya sé dónde está Gabriel.
—¡Por fin! —suspiró Astrid.

—¿En dónde está? ¿Por qué preguntaste quién la atacó? —interrogó Graham con desesperación, no quería escuchar que se encontraba con Ángel.

—Está con Ángel en el Hospital Santa Elena —respondió tomando su abrigo del perchero que estaba en la entrada a la sala.
—¿Está bien? —interrogó Graham algo asustado, ocultando su furia hacia este.
—Eso es lo que quiero averiguar —respondió Maevel saliendo de la casa, seguida por Graham, Anthon, Astrid y Yarot. Subieron a los autos y arrancaron en dirección al hospital.

Ángel fue a la Recepción a dar los datos de Gabriel, y a dejar su número de cuenta para que le cargaran los gastos a él. Después de terminar con el papeleo se dirigió a la sala de espera, sacó nuevamente su celular y marcó otro número.

—Rayan —respondió una voz varonil del otro lado del auricular.
—Habla Benedict. Necesito que arregles el problema de Caizz y Marguerit, y no quiero que ella salga dañada.
—Ok, mi señor. ¿Dónde se encuentran?
—Hospital Santa Elena.
—Bien, estaré ahí al mediodía. No se preocupe, mi señor, ella quedará libre de esto.
—Bien, Alexander. Lo dejo en tus manos —Ángel cortó comunicación, se sentó en uno de los sillones y se quedó a esperar a las hermanas de Gabriel.

Las hermanas de Gabriel llegaron a las 6:30 a.m. Se veían exhaustas, y ¡Maldición! No venían solas.

—Ángel, ¿dónde está Gabriel? —interrogó Astrid acercándose rápidamente a él.

De los cinco que estaban allí, ninguno de ellos confiaba en él, pero solo tres de ellos tenían verdaderos motivos para no hacerlo.

—Se la llevaron a radiografía, para descartar un posible traumatismo craneal —explicó Ángel con tranquilidad, aparentando desconcierto, poniéndose de pie.
—¡Qué demonios le hiciste! —gritó Graham furioso acercándose a él y tomándolo del cuello de la gabardina con las manos—. Te lo advierto, maldito monstruo, aléjate de ella si quieres seguir con vida.

Ángel tomó a Graham de las muñecas y comenzó a apretar las manos, para lastimar las muñecas de este y librarse de él.

—No le hice nada, lo que le pasó fue un accidente así que voy a pedirte que dejes de culparme por algo que yo no hice… Y no voy a alejarme de ella a menos que ella me lo diga, ¿está claro? —explicó él en un tono tranquilo, que ocultaba la furia.
—Te lo advierto, aléjate de ella.
—Tú no me adviertes nada.




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