Graham caminaba por el campus en dirección al museo, quería saber cómo estaba Gabriel. La tarde era fría, y olía a humedad, la que precedía a la primera nevada. Afuera del edificio se encontró con Joachim llevándose una gran sorpresa, pero dudó un poco pues no se veía como él mismo.
—¿Es él? —pensó, apresuró su paso para alcanzarlo—. ¡Joachim!
Joachim detuvo su marcha y volvió a verlo.
—Graham, ¿cómo has estado? —interrogó Joachim, como si lo acabara de ver ayer.
—Bien —respondió molesto—. ¿Qué haces aquí?
—Es tiempo de que Gabriel sepa la verdad de su nacimiento y de su desafortunado destino.
—¿Por qué hasta ahora? Ya que él la encontró… ¿Por qué, Joachim, callaste? ¿Por qué siempre callaste, nunca la protegiste? ¿Por qué, por qué hasta hoy? —reprochó entre dientes, reproches que él mismo se había hecho durante todos esos años de exilio.
Sintió el peso de la ira del muchacho al que había amado como a un hijo, hasta que supo la verdad.
—Sé que ha pasado mucho tiempo, pero nunca es tarde para corregir los errores.
—¿Sabes que ella lo ama? ¿Que lo ha amado desde el principio del tiempo?
—Sé que es un amor correspondido —aclaró—. Además, el problema no es solo que no cumplan su misión, o que la cumplan, sino que estén juntos… Que se unan, sería un desastre. El desbalance total o el balance absoluto los destruiría.
—Entonces, con más razón, debemos alejarla de él.
—Solo ella puede alejarse de él, no es nuestra decisión —aclaró Joachim, molesto, en un grito ahogado.
No iba a permitir que nadie decidiera por ella; lo había hecho y todo se lo había llevado el carajo.
—¿Que acaso nosotros solo debemos observar? —interrogó Graham desafiante, pero en un tono bajo, pues cualquiera que los escuchara los tomaría por locos.
—Esa es la obligación de un vigilante, el cargo al que fuiste acreedor después de su muerte —lo enfrentó, respondiendo al reto de Graham, recordándole quién era él en ese momento.
—Me enviaron a protegerla y eso haré.
—Ese odio que en tu corazón no te dejará nada bueno, Graham, solo hará que te pierdas, o que él te haga caer —aclaró, intentando hacer que el joven se calmara, sin éxito.
—Pagaré el precio por protegerla.
Se fue dejando a Joachim solo, maldiciendo a todos los miembros de su Clan.
Graham se fue del museo olvidando por completo a Gabriel. Siguió caminando, y llegó a la zona conocida como “La Nada”, por ser algo así como un bosque ligero sin ningún tipo de edificación. Se internó en él hasta una especie de parque en donde hay una fuente de la época de la Edad Media. Con cinco gárgolas talladas en piedra, parecían tener vida propia como si vigilaran desde donde se encontraban. Se detuvo frente a una de ellas, observándola con mucho detalle.
—¿Por qué no dicen lo que quieren en lugar de solo seguirme? —interrogó Graham sin volverse, sintiéndose realmente agotado.
—¿Cómo sabes que estamos aquí?
Le interrogó un joven alto como de 1.85 m, de tez blanca, con cabello castaño oscuro, corto a la altura del oído, su barba de candado, ojos de color miel. De complexión robusta, de rasgos duros y fuertes.
—Los vi de reojo cuando volví la cabeza —mintió Graham para protegerse, pues los había visto aun antes de ese día.
—Es que queremos un favor, específicamente de ti —respondió el hombre. Graham poco a poco se volvió a verlos, extrañado por tal petición.
—¿De qué se trata?
—Es solo que el doctor Maximiliano nos dijo que tú tienes una amiga que puede ayudarnos a traducir un documento, que nos heredó un tío —explicó el hombre, cosa que no le pareció convincente.
Graham los vio con desconfianza, observó al otro hombre que también era alto, piel blanca, ojos negros, cabello corto oscuro, cuerpo atlético, rasgos duros y serios.
—Creo que puedo hacer algo, ¿cuáles son sus nombres?
—Mi nombre es Robert y él es Steven —respondió el primer hombre.
—Bien, búsquenme mañana en el edificio de Hawtorne —si los iba a ver, seria en su territorio —En tercer piso, a las dos de la tarde, ¿ok?
—¿Cuál dijiste que era tu apellido? —interrogó Steven, fingiendo intentar saber si era a quien buscaban.
—Nunca dije mi nombre, eso deberían saberlo ustedes.
—Es verdad, ¿por quién preguntamos? —preguntó Robert.
La mirada de ambos lo hacía sentir incómodo.
—Graham Hawthorne —respondió sin más—. Nos vemos luego —comenzó a caminar rodeando la fuente.
—Hasta luego —dijo Steven, esbozando una sonrisa.
—Pronto te veremos —sentenció Robert, viendo a Graham alejarse.
Siguió caminando cuando se topó con un tercer hombre muy parecido al finado Caizz, alguien a quien él conocía bien.
—Al fin te encontré, Graham Hawthorne —gruñó el hombre.
—¡Oh! Pero si es el mismísimo Pryce Yordano, hasta que haces algo bien —respondió Graham en tono burlón.
—Esa noche Ángel te defendió y no sé por qué, pero hoy no está aquí para detenerme —balbuceó con furia, como perro rabioso, mostrando sus colmillos.
—Si no le tuve miedo a él, menos te tendré miedo a ti —respondió con sarcasmo e hizo que Pryce se enfureciera aún más.
Pryce comenzó a atacarlo con una fuerza descomunal. Graham solo evadía los golpes con facilidad.
—No es del nivel de Ángel —pensó—. Lo venceré con facilidad —imaginó, dándole un golpe en la boca del estómago.
Graham era bueno en combate, solo que ocasionalmente era demasiado confiado. El hombre dio dos pasos atrás y colocó las manos en el piso fingiendo un dolor que estaba muy lejos de sentir. Se llevó la mano derecha al bolsillo de su saco y extrajo una botella pequeña de cristal parecida a la de una ampolleta.
—Veremos si ciego eres tan bueno —murmuró Pryce.
Graham quitó su guardia, observándolo con curiosidad, sacudió su ropa. Él había dado por terminada la pelea, dio media vuelta y comenzó a caminar. Pryce se levantó de un brinco.
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Editado: 16.11.2025