Ángel Gabriel

Veintidós

Época actual.

Gabriel y Ángel fueron los últimos en llegar al hospital. Cuando Robert y Steven los vieron juntos, se volvieron a ver sonriendo con malicia. No tenían idea de por qué Ángel no había reportado nada a los Tormenta Negra, pero eso no importaba, la tenían. Maevel y Astrid estaban molestas porque hacía bastante tiempo que les habían llamado, y después de esa llamada, ellos no habían respondido.

—¿Por qué tardaste tanto, Gabriel? —interrogó Maevel en tono sutil.
—Es que no me sentía bien y Ángel quiso que esperáramos un poco hasta que me sintiera mejor.

Eso disipó la molestia en ambas hermanas.

—Gracias a Ángel —le dijo Maevel.
—Por nada —respondió Ángel con una sonrisa amable.
—La policía no tarda en llegar —les recordó Steven observando a Ángel.
—¿Ustedes los llamaron? —interrogó Antón, acercándose a Maevel y rodeando su cintura con sus brazos.
—No, fue el hospital quien se encargó de reportarlo —respondió Steven.
—¿Cómo está Graham? —interrogó Gabriel.
—Está en el quirófano, tiene golpes muy fuertes, aún no nos dicen nada —le respondió Maevel, viendo a Gabriel. Esta se volvió con los ojos llenos de lágrimas y abrazó a Ángel, recargando su rostro en el pecho de él. Ángel también la abrazó.
—¿No estaban en la casa, verdad? —interrogó Maevel viendo los ojos de Ángel, él solo sonrió.
—Lo sospeché —balbuceó Maevel.
—Vamos a sentarnos —sugirió Astrid y comenzó a caminar a las sillas de la sala de espera. El resto del grupo regresó a sus respectivas sillas.
—Ángel, Gabriel, ellos son Robert y Steven —presentó Astrid—. Ellos son Gabriel y Ángel.
—¿Ustedes encontraron a Graham? —Preguntó Gabriel.
—Sí, fuimos nosotros —respondió Robert con una amabilidad que estaba muy lejos de sentir.
—Gracias —dijo Gabriel, sin más, y se sentaron.

Ángel observó de reojo el reloj, 9:45 decía este. Habían pasado seis horas desde que Graham entró a cirugía. Se sentía molesto por tener a ese par allí, más contando con el hecho de que seguramente irían con el chisme al Tercer Hijo.

—Con permiso —dijo Ángel, levantándose. Se dirigió rumbo al baño, pero en realidad se dirigía al cuarto de Graham.

Si fuera por él, dejaría que mataran al maldito bastardo, sin embargo, quería hacerlo personalmente.

—¿A dónde lo llevaron? —se Interrogó, se detuvo en un pasillo—. ¿Graham, dónde demonios estás?

Se quedó en silencio, y como si algo comenzara a guiarlo, continuó su camino. Acababan de llevar a Graham a la habitación de terapia intensiva. Entró y fue a sentarse en una silla colocándola en la esquina entre las sombras. Se quedó a esperar. Gabriel se estaba quedando dormida en su silla cuando de pronto tuvo un sobresalto. Nadie se percató de ello. Lentamente se levantó y comenzó a caminar. Nadie hizo pregunta alguna. Estaba mareada, de modo que siguió su camino colocando las manos en la pared. Decidió que su corazón la guiara.

Pryce abrió la puerta poco a poco, vio dormido a Graham en su cama. Entró a la habitación, cerrando la puerta tras de sí. En su rostro se marcaba una sonrisa macabra. El acabar con el hijo de puta le daría muchos puntos con el Tercer Hijo. Caminó sigilosamente hasta colocarse a un lado de él, lo observó. No entendía cómo es que nadie se daba cuenta del parecido que tenían, él con ella.

—Llegó tu hora —balbuceó en un tono muy bajo y molesto. Traía la rodilla enfundada en una prótesis especial. De su cinturón extrajo un knife muy extraño, lo empuñó y giró un poco para clavarlo en el pecho de Graham, dejó caer el knife con toda su fuerza sobre el pecho de Graham.

Ángel seguía sentado a espaldas de Pryce.

—No podrás hacerlo —le gritó Ángel. Pryce desvió la dirección del knife y giró su cuerpo para clavarlo en el pecho de Ángel, pero solo fue un tiro errado.
—Sabes quién soy, y por ello me temes.
—Solo muéstrate.
—Sabes que no sucederá.

Pryce comenzó a dar golpes en el aire con el knife esperando herir a Ángel. En cuestión de segundos, Ángel detuvo el brazo de Pryce por la muñeca, golpeándole el codo, dislocándole los huesos del brazo. Esto lo obligó a soltar el knife. Ángel lo atrapó con la mano que tenía libre. Pryce trató de golpear a Ángel, pero le fue imposible acertar uno solo de sus golpes.

—Déjame terminar mi trabajo, de un modo u otro esto pasará, sin él estorbando será más fácil —le recordó Pryce entre dientes.
—Eso nunca.

La luz de la habitación se encendió, pero esto no atrajo la atención de ambos hombres. Pryce pudo ver perfectamente el rostro de Ángel frente a la ventana, detrás de él.

—No te mataré si has venido a eliminarlo, pero si has venido a detenerme tendré que terminar contigo.
—No he venido a hacer tu trabajo, ni a ver que lo realices bien, he venido a terminar tu contrato.

El escapulario que traía en su cuello tenía un ángel que siempre estaba con las alas extendidas, solo que en esa ocasión estaba envuelto en ellas. Ángel había dejado el knife en la cama con Graham a unos tres metros de distancia.

—Eso ya lo veremos.

Pryce sacó una Glock .40 de su saco y apuntó el cañón a Graham. Estaba decidido a darle fin de una manera u otra, nada se lo impediría.

—Veremos qué es más rápida, si tu maldita mano o mi estupenda bala.

Pryce no se percató de que el knife ya había girado en su dirección. Ángel utilizaba su telequinesis rara vez, lo desgastaba mucho.

—Jamás he visto a un oscuro utilizar un arma para terminar su trabajo —opinó Ángel con sarcasmo.
—¡Te he dicho que no te burles de mí! —gritó Pryce, girándose y apuntando la pistola en dirección de Ángel, quien se movió a mayor velocidad. Cuando Pryce abrió los ojos, Ángel ya no estaba en su lugar.
—Nunca podrás hacerlo —le dijo Ángel en el oído de Pryce, sujetando la mano de este.

Comenzó a apretarle los dedos, hasta que escuchó cómo se quebraba uno a uno. Obligándolo a soltar el arma, esta cayó al suelo con un golpe seco. Liberó su mano y lo tomó por el cuello con la mano izquierda, hizo que se hincara. Ángel se colocó frente a él sin soltarlo.




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