Ángel Gabriel

Veinticuatro

Época actual.

Joachim y Ángel se adentraron en el parque, caminaron por un largo rato hasta donde había un claro, pero la única luz que había en el lugar era la que provenía de la luna. Ángel se detuvo de golpe, dándose vuelta para ver a Joachim, este se detuvo con cautela. Sabía que, si tenía un enfrentamiento con Ángel, no sobreviviría.

—Bien, ¿de qué era de lo que querías hablar? —interrogó él entre dientes.
—No recuerdo que fueras así —indicó Joachim.
—¿Qué esperabas? ¿Besos y abrazos? ¡Demonios! Fuiste tú mismo el que nos separó y tal parece que esta condena será eterna —gritó Ángel furioso.
—Lo sé y hasta ahora pude entender que cometí un gran error —respondió Joachim—. Nunca entendí que Lysandra estaba enamorada de ti… que ella no amaba a Gabriel como me había hecho creer, y creo que me había obligado a olvidarlo, hasta hoy. Sé que una noche me hizo una confesión terrible y me dejé llevar por la ira —explicó con calma, Ángel lo observaba con extrañeza.
—¿Qué confesión?
—Años después de la boda me dijo que estaba enamorada de ti… Desde los primeros días en que entraste a la familia, me dijo que tú la habías seducido… Y es por ello que no puedes matar a Graham.
—¡Mientes! Eso es mentira —gruñó Ángel furioso—. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Dame una buena razón de por qué no puedo matarlo.
—Porque la noche en que creí que traicionaste mi confianza —quiso explicar Joachim.
—Ese no era yo —lo interrumpió Ángel con un nudo en la garganta, creado por la ira.
—Lo sé, hijo, ahora lo sé —dijo Joachim acercándose a él—. Pero no puedes matarlo, puesto que él es tu hijo… Él se creó de tu carne y sangre… Siempre será tu hijo, sin importar quién lo traiga al mundo, él será tuyo.
—¿Qué estupidez es esa?

Ángel estaba más allá de la sorpresa y de la ira, no podía creer que habían usado una mentira tan estúpida como pretexto, con el único fin de separarlos.

—La misma Lysandra me lo confesó, por esa razón siempre evité que lo mataras… Tantas veces —respondió Joachim. Ángel se sintió mareado y se dejó caer de rodillas.
—¿Creíste en su palabra? —murmuró Ángel.
—Al principio no, dudé de cada cosa que me dijo… Después, con la ciencia, solamente comprobé que era verdad.

Las Pesadillas y el Pacto (1515-1532)

Gabriel estaba teniendo una pesadilla, con claridad sabía la época, era de hace quinientos años. En su sueño, ella solo sabía que Ángel la había traicionado, podía escuchar a su padre dando órdenes para reunir al Alto Consejo esa misma noche. La traición tenía un solo costo, ese era la muerte.

—¡Morirás en este instante por traición! —decía Joachim a gritos una y otra vez desde adentro del salón azul, en donde se llevaban a cabo las reuniones del consejo.
—Soy inocente y tú lo sabes. ¿Dónde está Gabriel? —preguntaba Ángel a gritos en repetidas ocasiones.

Ella no pudo soportar más y salió de la casa casi corriendo. Ángel fue llevado a una mazmorra, el lugar era húmedo y maloliente.

—¡Gabriel! —gritaba desde el lugar, pero ella ya casi no lograba escuchar sus gritos de lamento y dolor.

Estaba caminando por un largo pasillo que se había hecho por las ramas de los árboles a los lados del camino, no podía dejar de llorar. A lo lejos, alcanzaba a ver a un hombre a caballo. Este se detuvo cuando ella pasó a su lado y se apeó, tomó el caballo por sus riendas y la siguió.

—¿Se encuentra bien, mi señora? —interrogó el hombre con amabilidad.
—¿Cómo podría estarlo si me han roto el corazón en mil pedazos? —respondió con un nudo en la garganta.
—¿Cómo ha sido eso, mi señora?
—Mi esposo me ha sido infiel… Con… Y… Eso está matándome —dijo ella sollozando.
—Señora mía, aún no ha muerto —le reprochó el hombre con una sonrisa macabra.
—Pues desearía estarlo —respondió en un grito ahogado.
—Sus deseos son órdenes para mí —le dijo el hombre sacando un athame y clavándolo en el pecho de Gabriel.

Ella sintió un fuerte dolor en su pecho, pero no despertó. Justo en el momento en que estaba muriendo, vio a alguien que le resultó familiar, pero no sabía por qué.

—El dolor se irá y él no podrá encontrarte si aceptas ser una cazadora —propuso la mujer de rostro amable.
—Así lo haré —le respondió Gabriel sin pensarlo.
—Para vivir de nuevo, debes morir —la mujer se inclinó hacia el rostro de Gabriel y colocó un dije en forma de corazón con un Ángel labrado en él—. Esto los protegerá hasta que logres traerlo de regreso a nosotros —susurró la mujer y desapareció.

El aliento de Gabriel cesó, su sueño se normalizó y ella continuó durmiendo plácidamente en el sofá, en el apartamento de Ángel.

---1532 (Pasado) ---.

Ángel había sido atado a un mástil rodeado de madera, el plan era quemarlo vivo tal como hacían con las hechiceras. Él seguía gritando su inocencia una y otra vez. El Alto Consejo lo había juzgado y lo había encontrado culpable.

—Joachim, no creo que él haya hecho nada —decía Yarot a Joachim viéndolo a los ojos.
—¿Estás dudando de mi esposa?
—No, Joachim, jamás dudaría de ella, pero esto es un grave error —respondió molesto volviéndose a ver a Ángel—. Lo lamento, hermano —había lágrimas en los ojos de ambos. Tomó la mano de Astrid.
—Es mejor partir —susurró Astrid al oído de Yarot. Ni Antón, Maevel, Astrid o Yarot se quedaron a presenciar esa atrocidad.

Unos minutos después de que ellos se fueron, uno de los miembros del consejo prendió fuego a las maderas que rodeaban el mástil. Al igual que Gabriel, en el momento en que Ángel estaba muriendo pudo ver a alguien, pero no pudo reconocerlo. Este se escondía entre la bruma del fuego y el humo de la madera quemada.

—Ellos te han separado de ella, si simplemente mueres hoy, la perderás por siempre —le dijo el hombre con una voz macabra.
—¿Qué quieres de mí? —interrogó Ángel con lágrimas en los ojos, aún podía sentir cómo el fuego se apoderaba de su cuerpo.
—Jura lealtad al señor de las sombras, únete al Tercer Hijo, sé una de sus Tormentas… sin cuestionar cada una de sus órdenes, se te permitirá tener tantas existencias como tenga ella, de ese modo podrás encontrarla siempre —le respondió el hombre. Ese pacto se había llevado el mismo segundo en que ella moría.
—Acepto —dijo Ángel casi con su último aliento.
—No servirás a nadie que no sea él, tu Señor de la Oscuridad —ordenó el hombre con una sonrisa macabra.
—De ese modo lo haré —prometió Ángel casi en silencio.
—Para ser lo que serás hoy, tu vida terminará —sentenció el hombre desapareciendo al momento en que Ángel murió.




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