Joachim Leclerc estaba sentado en un pequeño y viejo sofá frente a la chimenea del nuevo departamento que había rentado. Se había separado de su esposa, y ahora estaba inmerso en sus pensamientos, observando el fuego cuando el sonido del timbre lo trajo a la realidad. Volvió a ver la puerta como si pudiera ver a través de ella quién era la persona que lo visitaba. Poco a poco se puso de pie y se dirigió a la puerta, abriéndola con calma.
—Graham, ¿estás bien?
Interrogó Joachim al ver el estado en el que Graham se encontraba, ya que parecía que había estado bebiendo por días. Detrás del joven estaban Yarot y Anthon. Joachim se llevó la mano derecha a la cabeza, cediéndoles el paso a los jóvenes. Yarot y Anthon ayudaron a Graham a entrar al departamento, hasta que lo dejaron sentado en el sofá donde había estado Joachim.
—¿Qué demonios es lo que pasó?
Joachim estaba visiblemente molesto, cerrando la puerta tras de sí.
—Eso precisamente —respondió Yarot con calma, sorprendiendo a Joachim, en cuyo rostro se notaba la confusión al verlos a los ojos.
—Ángel —murmuró Joachim un par de minutos después.
—No, Joachim, Robert y Steven —respondió Anthon en tono serio.
—¿Dónde está Ángel? —interrogó Joachim con premura.
—Se fue con Gabriel, después de que ella y Graham pelearon —explicó Anthon, y guardó silencio.
—¿Ellos qué?
—Dilo, Anthon, lo sabrá de una u otra manera —pidió Yarot con calma.
—Después de que Gabriel y Graham discutieron porque habían terminado, Ángel se la llevó…
—¿Dónde llevó a Gabriel? —interrogó Joachim, interrumpiendo a Yarot.
—No lo sé —respondió Yarot en un suspiro.
—Quizá, está con Ángel… En la Casa Roja —comentó Anthon.
—¡Demonios! —murmuró Joachim, furioso.
—Temo que tendremos que ir por ellos, nos necesitarán —les informó Anthon, rompiendo el silencio.
—Es muy peligroso, esto no podemos hacerlo solos… Necesito que llamen a Maevel y Astrid —pidió Joachim con calma.
Esto no podía ser bueno en ningún contexto.
—¿Estás seguro de esto? —interrogó Anthon, sorprendido.
—Sí, Anthon, estoy completamente seguro de ello. Es necesario, no solo por nosotros, también por ellas, así que, ¡háganlo! —respondió Joachim con calma, sentándose en el sofá a un lado de Graham, quien tenía un rato dormido.
Estaba pensando en las palabras de Dimitru, tenía que hablar con Vlad.
—Ellas no querrán venir —murmuró Yarot, tratando de negarse a la petición de Joachim.
—Pues entonces diles que apelo a la promesa que me hicieron de estar allí cuando las necesite.
Joachim se puso de pie, comenzó a dirigirse a una pequeña puerta que estaba a un costado de la entrada. En ese pequeño almacén estaban guardados su viejo uniforme del Clan, de cuando él había estado al mando, sus armas, su ballesta, y su espada. Yarot lo observó un par de segundos, y tomó el teléfono, marcando el número de la casa de Gabriel.
Maevel y Astrid estaban llegando a su casa cuando el teléfono sonó.
—¿Diga? —dijo Maevel con calma, poniéndose el teléfono en el oído.
—Maevel, habla Yarot…
—¿Qué quieres? —interrogó Maevel, molesta.
—Pedirles que vengan a la casa de Joachim, el papá de Gabriel.
—No tenemos nada a qué ir.
—No me hagas recordarte lo que le prometiste —sentenció Yarot en tono amenazador, un tanto bajo.
—Eso no será necesario, Yarot —respondió Maevel, furiosa—. Solo dame la maldita dirección y estaremos allí.
—Bien, ¿tienes donde anotar?
—Espera.
¡Qué difícil era hacer esa llamada! Ambos habían cometido tantos errores.
—Dime.
—Bien, es calle Adriano 36, en Cipreses. ¿Sabes llegar?
—Sí, es cerca del restaurante Nueva Luz —respondió con calma.
—Bien, las veremos aquí.
—Así es —concluyó Maevel, cortando comunicación.
Unos minutos después se lo comunicó a Astrid, quien, aunque no le gustó la idea, decidió que era mejor acudir a la cita. Treinta minutos después llegaron a casa de Joachim. Anthon abrió la puerta con calma, tratando de no alterarse o decir alguna tontería. Cuando vio a las muchachas, apenas si esbozó una sonrisa, dio un paso atrás para que las dos mujeres entraran, cerrando la puerta tras de sí y recargándose en ella unos segundos después.
—Bienvenidas —saludó Joachim, acomodando una chamarra en el clóset de la entrada.
—Gracias —respondió Astrid casi en silencio.
—Ya estamos aquí, Joachim, pero ¿por qué? —interrogó Maevel, un tanto molesta.
Joachim meditó lo que debía decirles.
—Sé que quizá hay cosas que no recuerden, pero debemos confiar entre nosotros como lo hemos hecho todas y cada una de las veces, en cada vida —comenzó a explicar Joachim, metiéndose de nuevo en el clóset—. Quiero pedirles que se queden con Graham, yo las llamaré si algo sucede —concluyó, saliendo del clóset y cerrando la puerta.
—¿Si algo sucede? —interrogó Maevel, un tanto confusa, viendo a Joachim a los ojos.
—¿Dónde está Gabriel? —interrogó Maevel, atrayendo la atención de los hombres.
—Ella está con Ángel, está bien —dijo Anthon con la voz ronca desde donde estaba.
Pero por el tono de voz que utilizó se dieron cuenta de que el “está bien” distaba mucho de ser cierto.
—¿Esto no es por Gabriel, verdad? —interrogó Maevel con cautela. Joachim observó a las dos mujeres con calma y volvió a ver a los chicos.
—Mucho me temo que sí, ella se encuentra en un lugar en donde nunca tendría que haber ido —respondió unos minutos después, casi en silencio.
—Esto no es posible —gruñó Maevel entre dientes.
—¿Por qué no querían decirnos? —interrogó Astrid, viendo a Yarot.
—Porque si se lo decíamos, ustedes querrían ir, y eso no es posible porque no saben cómo pelear contra los Oscuros —respondió Yarot, acercándose a Joachim.
—Más mierda en el camino —murmuró Maevel, molesta.
—Lo lamento, Maevel, pero las cosas deben ser así. No podemos ponernos en riesgo todos —le dijo Joachim con calma, acercándose a Maevel, tomó la mano de la joven y la miró a los ojos—. Sé que estás preocupada por ella, pero, en esto no pueden participar.
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Editado: 16.11.2025