Ángel Gabriel

Cuarenta y uno

Los Espada Rota que habían llegado a casa de las chicas no regresaron a sus hogares o familias; debido a las causas de su desaparición, la situación no era fácil. Así, con el paso lento de los días, poco a poco todo fue quedando en su lugar. Fueron limpiando los jardines y haciendo las restauraciones que le hacían falta a la casa. Katerin se puso en contacto por primera vez en años con el Alto Consejo, pero aún no tenían noticias de ellos, ni de Yarot, Maevel y Anthon.

Volver a la vida después de siglos de encierro no fue fácil para la mayoría de los Espada. Tuvieron que acostumbrarse y aprender de las nuevas tecnologías, de que todo su mundo conocido simplemente había desaparecido. Sus familias ya les habían llorado y enterrado; no se sentían con el ánimo de volver de esas tumbas a menos que fuese necesario.

Así que, poco a poco, la casa fue luciendo como antes. Graham estaba parado en el pórtico, observando a los que cortaban el pasto y sembraban nuevas plantas, justo cuando Gabriel y Ángel salieron de la casa y se pararon a un lado de él.

—Graham, debemos hablar.
—No se preocupen por mí, estaré bien. Siempre me repongo de las cosas malas, Ángel.

Ambos sabían que Graham no quería hablar del tema.

—No, Graham, no es lo que piensas —le respondió Gabriel. Graham se volvió a verla extrañado.
—¿De qué quieren hablar?
—De tu origen —dijo Ángel.
—¿Qué con ello? Sé exactamente de dónde vengo.
—¿Estás seguro?

La interrogante de Gabriel lo dejó pensando en lo que sabía de su pasado, lo que sus padres le habían contado.

—Voy a contarte una historia; entenderé que después de escucharla, te alejes… En 1931, Lysandra tuvo un amorío… conmigo. Esta fue la razón por la que Joachim quería mi cabeza y en consecuencia me quemaron —comenzó a explicar Ángel—. Ella guardó silencio sobre las consecuencias de ello… Gabriel tuvo un hermano, pero este infante fue separado de su madre y desaparecido dentro de las entrañas del Alto Consejo.

Graham observaba con curiosidad a Ángel, tratando de imaginar si eso era una gran mentira, o si esa era la razón por la que nunca pudo matar a Ángel. Quizá también era la razón por la que siempre permaneció cerca de Lysandra, porque siempre recurría a ellos.

—¿Joachim lo sabía?
—Sí.
—¿Tú?
—No, hasta antes de mi desaparición hace años.
—¿Gabriel?
—No, pero sí desde hace unos años… Justo cuando te alejaron de nosotros.
—¿El Alto Consejo lo sabía? ¿Y nos permitieron cometer ese error? —interrogó Graham con la voz ahogada.
—Sí, Graham, nos permitieron cometer ese error —respondió Gabriel casi en silencio.

El joven volvió a verlos a los ojos. La ira que sentía no era contra ellos dos o contra Lysandra, era contra el Alto Consejo. Esa bola de viejos eran los que habían permitido que toda su familia sufriera y fuera cazada y destruida por una jauría de perros.

—Por ahora lo más importante, es liberar las almas de Ángel y de Violet —dijo tratando de pasarse el nudo que sentía en la garganta. Ni Gabriel ni Ángel se atrevió a decir nada más—. Tenemos que encontrar el diario de tu madre.
—¿De mi madre?
—Sí, ella era una de las escribas principales del Consejo. Según se sabe, muchas de las cosas que se supone nadie debe saber las anotaba allí, como un seguro en caso de que algo le pasara. Siempre mantuvimos ese diario cerca de ti.
—Ella era muy previsora —respondió Gabriel unos segundos después. Graham asintió y se alejó de ellos dirigiéndose a la casa.

La pareja caminó detrás de él. Sabían que este se dirigía al sótano que ahora era su habitación. Entre los tres revisaban las cajas que había allí, los baúles, veían fotos viejas de ellos hacía muchas vidas. Ahora esa vida parecía que había pertenecido a otras personas, después de todas las cosas que habían descubierto.

Si bien el Alto Consejo se había formado con la ayuda de muchas personas que fueron dotadas, eran humanos y habían tratado de protegerlos de la única manera que les había sido posible. Gabriel ahora todo lo que veía podía reconocerlo, conocía cada cosa que estaba viendo, pero no sabía cómo era el diario de Lysandra. Ángel en una de las últimas cajas encontró un viejo libro de pasta guinda, muy maltratado por el tiempo.

—Esto no debería estar aquí —murmuró atrayendo la atención de los otros dos.

Ambos se acercaron a él.

—¿Qué es?
—Parece un diario, pero no estoy seguro, Gabriel —respondió abriendo las hojas.
—¿Crees que sea de tu abuela? —interrogó Graham viendo el diario.
—No lo sé —respondió Gabriel—. Pero ¿por qué no debería estar aquí?
—Estas marcas y símbolos…
—Son de un Tormenta Negra, de uno muy poderoso… Del primero de ellos.
—¿De quién, Graham?
—Astarot, el Primer Hijo.

Gabriel sintió un vuelco en su estómago. Entonces se centraron en la primera página que tenía una dedicatoria.

“Para mi amada Lysandra, para que puedas guardar esos secretos que no puedes contarme. Siempre tuyo, Joachim”

—¿Por qué él le entregó un libro del Primer Hijo a Lysandra?
—No lo sé, Gabriel. Quizá su madre se lo dio a él… Después de todo, no sabemos nada de tu verdadera abuela; en realidad, no sabemos nada del origen de tu padre.
—¿Graham?

Graham estaba tan sorprendido como ellos, tampoco sabía nada sobre los orígenes de Joachim, así que simplemente negó con la cabeza.

—Este era el diario de Lysandra: escritos de una Espada en las hojas del diario de un Tormenta —susurró Gabriel.
—¡Qué bien! —celebró Ángel con sarcasmo.

Se sentaron en el viejo escritorio que le había pertenecido a su abuela. Una a una, fueron recorriendo las páginas del diario, tratando de encontrar él porqué tenía Joachim ese libro en su poder, y los secretos que Lysandra había querido llevarse a la tumba.

Yarot Mason había ido al supermercado como cada tercer día. Se había hecho de una extraña rutina después de las compras: caminaba hasta la casa en la que vivía Astrid, se paraba frente a ella esperando verla por algún extraño milagro, y se iba. Ese día no sería la excepción. Pero desde que dobló por la esquina y se adentró en la calle, no notó algo extraño. Todo se reveló hasta que se paró frente a la casa: sus ojos se abrieron tanto que parecía que se saldrían de su órbita.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.