Angel Guardian

-Capítulo 24- Los Nefilim.

-Marrom-             

-Marrom-

Una cuatro por cuatro negra, con lunas polarizadas, se encuentra estacionada fuera de la casa. Ethan, camina a nuestro auto y me indica que suba sin rechistar, tiene el entrecejo fruncido y cara de pocos amigos. Su ánimo había cambiado en un abrir y cerrar de ojos; y después dicen que las mujeres somos bipolares. 

Asiento sin poder formular palabra alguna y aclaro mi garganta en un intento de llamar su atención. El recuerdo de lo sucedido hace tan solo un par de minutos aún permanece fresco en mi mente y por alguna extraña razón, el estómago me da vueltas y una especie de aleteo permanece agitando mi pecho, el ritmo de mis latidos acelerados me hace querer salir corriendo. Ethan, continúa blasfemando palabras mal sonantes como de costumbre, cuando pierde la paciencia e ignora cualquier intento de llamar su atención. 

La chica de cabello azabache y ojos negros, dijo que la sigamos muy de cerca. Pero lo cierto era que la única cosa que me apetecía en ese momento, era salir corriendo lejos de allí. No podía creer que las cosas se habían vuelto tan complicadas en cuestión de horas; hoy en la mañana estaba perfecta, me sentía más segura que nunca y juraba que podía darle una lección a cualquier imbécil que se cruzase en mi camino; pero, en la vida nada sale como lo esperas. 

Andrew, era la primera línea de fuego. Y esa escenita que hice en el café fue solo el inicio del desastre que me esperaba. Toda esta situación es verdaderamente una desafortunada acumulación de Karma.

 Sí, me emperra cuando llega en cantidades abundante y consecutiva. 

Además, ¿mi madre? ¿En serio?

Cuando estaba viva, ni se apareció una sola vez para saber de mí y ahora la dichosa vida me la presentaba en semejante situación, obligando a los demás a solucionar sus problemas sentimentales; es decir, solo hay que mirar el pésimo gusto que tiene en hombres y ahora que me doy cuenta, Andrew resultó ser mi medio hermano. 

¡Oh! ¡Por todos los cielos! ¡Tengo un hermano!

Siempre había querido tener uno, pero ahora que ya no: ¿Debía saber de su existencia?

Genial, morí para acabar descubriendo que mi madre pertenece a una raza ancestral —medio ángel, medio humano— llamada nefilim. Oh, y también, que de ella heredé el pésimo gusto que tengo para los hombres. 

Sí. Si mi corazón se aceleraba por el abrazo de alguien como Ethan, estamos mal. 

—¿Qué más me estás ocultando? —suelta de repente, malhumorado—. ¡Joder, no me digas que tú también eres un nefilim, o lo que sea!

Mi rostro voltea con evidente enfado y estoy segura de que con la cara de indignación, que acabo de poner, es más que suficiente para aclarar lo obvio. 

—¡Por supuesto, hombre! —el sarcasmo marca el tono en mi voz y prosigo con fingida euforia—. ¡Cuando me clavaron el cuchillo en el pecho me lo saqué en un santiamén! ¡¿No ves que soy media inmortal?!

El entrecejo ceñudo del chico se suaviza al recordar aquella escena que había logrado ponernos a los dos en un aprieto. Aún recuerdo la sensación del cuchillo perforando mi carne, su fuerza fue tal, que mis huesos crujieron y pensé que era el final; gracias al cielo esa chica me salvó. Sin embargo, en mi pecho se sigue sintiendo aquel escozor, me duele las costillas y respirar es agotador. 

Debía lucir fatal, ya que el castaño había vuelto la mirada al frente para seguir conduciendo. Íbamos tras la camioneta de la tal Mocca. 

—Está bien, no eres un nefilim —admite, sin apartar la vista del volante—. Entonces, ¿qué? ¿Esperas que me crea que no sabías nada de esto? Tu madre, el niño y la tal Mocca lo son. 

—La última vez que vi a mi madre, fue antes de irse de la casa —confieso. Algo en mi pecho se contrae, pero evito reflejar cualquier indicio en mi rostro—, cuando tenía seis años. 

Ethan no mueve la vista de enfrente, no obstante, sus manos aprietan el volante y suspira negando: 

—Este mundo es una mierda —farfulla—. ¿Será posible qué estemos todos jodidos? 

—Tal vez...

 

Su intento por aligerar el ambiente había fallado. No me sentía con la energía suficiente como para sonreír, estaba realmente agotada. 

—¿A dónde crees que vayamos? —inquiero, apoyando la frente en la ventana.

—No tengo ni la más remota idea —admite, llevándose una mano al cabello y lo despeina de forma inconsciente. Es el típico hábito que tiene cuando está sintiendo una descarga de estrés. 

Sabía que odiaba no tener el control de la situación, ese era el peor escenario en su mente y para desgracia de ambos, se estaba convirtiendo en nuestra actual realidad. 

No había que ser muy inteligente para ver el panorama completo; los nefilim son criaturas que odian involucrar a los humanos en sus asuntos. Y si había algo que odiaban incluso más, eso era el tener a un ángel infiltrado entre sus filas.

Acercarme a su territorio significaba muchos problemas para mí, muchísimos más problemas de los que ya tenía entre manos. 

Exhalo con cansancio. 

—Estás tan pálida como el papel —susurra, viéndome de reojo—. ¿Segura que estás bien?

—Sí —afirmo—, solo necesito algo de descanso y estaré como nueva.  

—Pues deberías comenzar a cerrar los ojos desde ahora —musita, sus labios se curvan formando una sonrisa casi imperceptible—, parece que nos queda mucho tramo por recorrer.

Cuando el chico voltea la cabeza en mi dirección le devuelvo el gesto, mi risa sale apenas, pero había logrado sentir una pizca de felicidad al oír la calidez de su voz. 



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En el texto hay: novelajuvenil, romance, angel de la guardia

Editado: 10.06.2020

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