Angel Guardian

-Capítulo 27- Caminos entrelazados.

Mi corazón estaba hambriento por encontrar a otro que lo entendiese                          

Mi corazón estaba hambriento por encontrar a otro que lo entendiese...

˜Sara Barro.

-Rex-

—Cecilia, mírame —tomo su rostro entre mis manos y examino sus ojos.

La sangre que la cubre no parece ser suya, suspiro aliviado. Me apresuro a coger cualquier arma que encuentro cerca y le quito el seguro; tres tipos se infiltraron aquí y se encargaron de dejarnos incomunicados con los pisos inferiores, lograron acceder a la seguridad y traspasar el perímetro justo ahora que Ethan está fuera.

—¡Maldita sea! —vocifero mientras pienso en mis opciones.

Si salimos de aquí tendremos que huir sin descanso y perderé la pista de Ethan, tengo que permanecer en nuestro punto de encuentro. Debo recuperar la base, limpiar la zona y averiguar quién diablos mandó a estos tipos.

Giro el rostro y veo a la chica de ojos azules, me observa fijamente sin emitir algún sonido. Suspiro con cansancio, no puedo preocuparme por ella ahora; si quería mantenernos a salvo debía actuar rápido.

Cecilia se levanta de golpe y tantea el suelo a su alrededor hasta recuperar el arma que dejó caer minutos atrás.

—¿Quiénes son? —inquiere con la voz un poco rota, carraspea en un intento de sonar más firme y continúa—. ¿Tienes muchos enemigos?

—Tenemos... —corrijo acercándome al cuerpo sin vida.

—¿Qué haces?

—Busco en su chaqueta —digo con calma. Una vez que logro sacar de uno de los bolsillos el celular, se lo lanzo y ella lo atrapa con algo de torpeza.

—Llama al último número y escucha lo que dice—explico apresurado mientras cargo el arma y me acerco a la puerta.

—Rex... —susurra—. Ten cuidado.

Veo sus ojos cristalizarse, asiento para tranquilizarla y sigo mi camino evitando volver a ver su silueta; algo en mi pecho se comprime, pero me obligo a seguir.

El miedo por perder la vida jamás me había detenido antes, siempre he dado la cara sin importar el resultado; sin embargo, hoy había deseado con todas mis fuerzas que las cosas terminaran a mi favor, que fueran diferentes.

Por primera vez en mi vida me aterró la idea de morir, no podía dejar que todo terminara de esta forma, mi vida no valía nada, pero la de ella era una vida que no merecía ser desperdiciada. Hay cosas buenas en este mundo, al igual que personas que merecen seguir viviendo para hacer el mundo un lugar menos jodido. Si yo moría ella quedaría indefensa, era una posibilidad que no podía permitir; fue por ello que decidí enfrentarme a tres tipos armados, aun sabiendo que no tenía ni la más mínima oportunidad de ganar.

Estaba en total desventaja. Cecilia se encontraba indefensa y herida, no solo no podía contar con su ayuda, sino que yo tampoco podía ayudarla. Todo sucedió tan rápido, me abalancé sobre un sujeto y lo asfixié antes de que pudiera emitir alguna señal de alerta; minutos después atraje al segundo hacia la estancia y estuve a poco de acabarlo, pero un grito me sacó de mis casillas.

La voz de aquella chica había logrado crear una sensación incontrolable de pánico en mí, no pude evitar llamarla con desesperación y correr hasta el pasillo, no llegué más lejos que eso cuando mi oponente ya me tenía del cuello.

Si antes sentí impotencia, nunca de ese modo. Había olvidado lo que significaba estar a cargo de otra persona, en ese instante deseé con todas mis fuerzas ser capaz de protegerla; fue un impulso estúpido e incontrolable que me puso en un aprieto.

Poco después, la vi entrar por el pasillo con la mirada perdida y una expresión sin vida. Luciendo más blanca que el mismo papel, sosteniendo un arma sin titubear y disparando a quemarropa sin detenerse ni cuando derribó al tipo.

Cecilia era la persona más idealista que había conocido, un poco inocente y de alma noble. No paraba de hablar de lo importante que era evitar arrebatar la vida de otra persona, repitiendo una y otra vez que solo se debe usar un arma en defensa propia.

Y ahora estaba aquí, matando a otros para mantenerse con vida, obligada a convertirse en algo totalmente diferente a lo que había jurado ser. Mi mundo no tiene ni punto de comparación con el suyo.

Esto la está destruyendo.

***

Cuando estoy de vuelta, me encuentro a la chica llenando una mochila. El lugar ha sido tomado por completo, mi gente está muerta y solo es cuestión de tiempo hasta que lleguen refuerzos enemigos.

—Perdimos contra ellos —suelto al llegar a su lado y esta se gira tensa.

Bratvá —dice ella, llamando mi atención.

—¿Cómo estás tan...?

—Porque la última llamada fue al exterior, alguna parte de Europa por lo que dicen los prefijos —me entrega el teléfono y continúa—. Además, el acento e idioma era un inglés muy mal pronunciado; pensé en la posibilidad de que sea francés, pero el ruso encajó mejor con mi teoría.

—¿Teoría? —alzo una ceja, verla hablar tanto me tranquilizaba un poco. Esta es la Cecilia que conozco, la que adora presumir su ingenio y siempre tiene la razón.

—Sí, entonces revisé los cuerpos en busca de tatuajes. Uno, para ser más exacta —se cruza de brazos y hace una mueca de dolor, tal vez los puntos se abrieron.

Ato cabos al instante, hace medio año hicimos negocios con algunos tipos que aseguraban tener contactos infiltrados en las filas de Cardigan, gente de confianza que estaba siendo protegida por unos sujetos mucho más peligrosos. Según Ethan, solo existe dos posibles organizaciones que operan en Nueva York con total libertad: dos mafias tanto conocidas como muy temidas.



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En el texto hay: novelajuvenil, romance, angel de la guardia

Editado: 10.06.2020

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