Angel Guardian

-Prólogo-

Borrador :             

(En algún momento de la historia)

Las luces sofocantes, el olor a sudor y alcohol entremezclado con otros más desagradables cobran fuerza a medida que la noche transcurre, los cuerpos que se mantienen en constante contacto motivados por los pasos de baile y la música a todo volumen inundan la propiedad hasta más no poder. Las habitaciones cumplen infinidad de funciones, en donde el sexo es la que predomina. Sé que estoy más borracho de la cuenta y aunque entiendo que salir en mi estado podría costarme caro, no lo dudo ni un segundo.

Me tambaleo por el pasillo intentando mantenerme en pie, enfocando la vista en un solo punto —o por lo menos eso intento—, sosteniéndome de las paredes agrietadas con dirección al ascensor. Una risa escandalosa se apodera de mí y me carcajeo con ganas. La cantidad de alcohol que llevo en la sangre se hace presente con el constante mareo y cada vez que avanzo es como si el suelo vibrara y se hundiera bajo mi peso, debo estar muy borracho.

Con lo primero que me topo es con las escaleras, apoyándome en lo que encuentro por el camino tanteo con dirección a los ascensores, pero en un mal giro me tropiezo con mis propios pies y mi cuerpo se desliza escalera abajo. Entonces, a la espera del golpe, me dejo consumir por la oscuridad.

Me mantuve sumergido en la profundidad del vacío, sin ser consiente del transcurso del tiempo. Pensé que el cansancio sería más fuerte que mi voluntad, pero algo multiplicó mis deseos de abrir los ojos y analizar la situación. 

Comencé a sentir una cálida paz que jamás había experimentado en el transcurso de mi vida, era una sensación embriagadora y satisfactoria; unos suaves dedos recorrían desde mi cuero cabelludo hasta llegar a mi rostro en caricias delicadas, era como si me transportara al pasado en los días que enfermaba, esos días que mi madre cuidaba de mí con esmero hasta el cansancio. Nunca olvidaría aquella sensación de caricias maternales. Sin embargo, estas manos son mucho más suaves que las de mi madre, pero las emociones que intenta transmitir con cada caricia son las mismas. Ambas me traen una nostalgia abrumadora, es como si lograra regresar algo escondido que ha estado aquí toda mi vida, esperando volver a salir y adueñarse de mi existencia.

Impulsado por estas emociones que comienzan apoderarse de mi voluntad, lucho por concentrar todos mis sentidos, necesito saber de quién son estas manos que consiguen aliviar mi alma consumida por la soledad. Un aroma desconocido invade mis fosas nasales, nunca había sentido tanto gusto al oler un perfume como este —un olor floral medio dulzón, fresco y fuerte, pero a la vez adictivo y suave—, es como el aroma de un shampoo para bebé, o quizás parecido al de los jazmines que tanto le gustan a mi hermana.

Hechizado por las sensaciones que recorren mis sentidos, me dejo llevar esta vez por una voz melodiosa, armónica y perfecta en todos los jodidos sentidos de la palabra, su tarareo es lo que me impulsa a fingir unos segundos más de inconsciencia. Cuando recupero el control de mi cuerpo y comprendo que estoy recostado en el piso de algún lugar, fuerzo mis ojos a abrirse y de ese modo puedan permitirme ver dónde estoy; pero la tarea es complicada, puesto que los parpados me pesan a horrores. Suelto quejidos a medida que levanto mi mano para tocar lo que tengo a mi alrededor y sin querer mis dedos rozan una superficie tan suave que por un momento mantengo el contacto sin mover mi brazo, finalmente abro lentamente los ojos y mientras recobro mi capacidad para enfocar veo a la hermosa chica que me observa con sus impactantes ojos verdes, quedando totalmente embobado, la respiración se me corta y mi corazón se acelera a una velocidad preocupante.

¿Quién diría que podía pasarme algo así con solo ver su perfecta figura al despertar?

Mi cabeza esta sobre su regazo, ella está sentada cuidándome, estoy recostado sobre el piso a su lado. La bella desconocida aún mantiene sus manos en mi cabello y yo sigo con mis dedos sobre su mejilla, mis ojos no se apartan de los de suyos y ninguno se anima a hacer un movimiento que separe nuestros cuerpos.

Sus ojos verdes y redondos, esas pestañas arqueadas y esos labios...

¡Dios! Esos labios rosas en forma de corazón me dejan sin aliento.

Sus mejillas sonrojadas delatan esa expresión relajada, no sé cuántos segundos mantuvimos la misma posición, solo soy consciente de que estaba conteniendo la respiración al igual que ella. Sentí acalambrarse mi brazo y deslicé mis dedos desde su mejilla hasta sus labios —rozando su labio superior y luego el inferior para bajar con la misma lentitud mi mano— sin ser realmente consciente de mi imprudencia. Esa simple acción hizo que se estremeciera, del mismo modo que yo.

Tocarla había hecho fluir una corriente eléctrica por todo mi cuerpo, que encendió todos mis sentidos, haciendo que despertara como si de una bofetada se tratase. El nerviosismo me invadió y tragué fuerte, jamás me había puesto tan nervioso al despertar con una chica —aunque esta vez no desperté exactamente de la manera que acostumbro—, era una sensación nueva y emocionante, sobre todo porque lo primero que había recorrido al verla fueron sus bellos ojos. Unos verde musgo, que mientras más atención le prestabas, más verdoso jade se tornaba. Brillantes e infinitos, como si te sumergieras en un lejano y desconocido cielo sin límites; por primera vez en mi vida puedo jurar que vi una galaxia cubierta de constelaciones en tonalidades verdes. Era una puta fantasía hecha realidad en sus ojos.



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En el texto hay: novelajuvenil, romance, angel de la guardia

Editado: 10.06.2020

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