Angel Guardian

-Capítulo 2- ¡Que comience el juego!

             

Primera corrección: || 07 / 03 / 2019  ||             

-Ethan- (16 - 01- 2017)

 

—Jodida mierda me tocó —bufo lanzando los naipes sobre la mesa—. Recuérdame por qué estamos jugando este juego...

—¡No digas malas palabras, Eth! —reprende Dannie, chillando molesta—. Jugamos porque lo prometiste.

—Ya la oíste hermano, bájale a ese humor de mierda —le sigue mi amigo carcajeándose.

—¡Rex! —vuelve a levantar la voz indignada—. ¿Por qué todos los hombres son tan vulgares?

—Está bien —me disculpo—, perdóname princesa. Prometo ser todo un caballero contigo —digo esta vez sonriendo con ganas.

—Eso sería fácil si habláramos de caballos —interrumpe Rex, intentando molestarnos.

—¿Por qué no te piras por ahí y nos dejas jugar tranquilos?

—¡Chicos! —grita callándonos—. Quiero jugar con mis hermanos, dejen de ser unos inmaduros. Lo prometieron.

—Lo siento —terminamos disculpándonos al unísono.

 

Cada dos fines de semana nos reunimos la familia para cenar y compartir, a los padres de Rex les gusta que todos estemos juntos y finjamos ser una familia. Me costaba demasiado estar aquí, solo lo hago por mi hermanita. Dannie tiene once años, la familia de mi amigo la acogió hace cuatro cuando Rex nos presentó a su tío, quien trabajaba en servicio social, en ese entonces yo tenía diecisiete y luchaba por escaparme del orfanato. Ese mismo año me dejaron buscar becas universitarias y trabajar para salir de ese maldito infierno, el hogar de acogida.

Siempre me aseguré que mi hermana tuviera todo lo que necesitara, aunque a mí me faltara un abrigo en invierno, a ella jamás le faltó ni si quiera la casita para sus muñecas. Trabajo desde que mi madre murió, con las familias temporales tuve todas las escapadas que necesitaba para buscar la manera de conseguir dinero y estabilidad económica. Dannie lo es todo para mí, ella es mi vida, mi mundo... y solo la muerte podría separarme de ella.

Mi amigo Rex también es huérfano, fue adoptado un año después de mi llegada al orfanato, pero eso no fue dificultad para que nos hiciéramos grandes amigos, ambos compartimos aventuras peligrosas. Podría decirse que hicimos de todo para sobrevivir por nuestros propios medios, desde repartir droga y dinero de dudosa procedencia, hasta meternos a peleas y carreras clandestinas. Estoy muy lejos de ser un santo y la verdad me importa un carajo la reputación y toda esa mierda, el motor que me impulsa a luchar es mi tesoro, Dannie, y no hay absolutamente nada que me detenga.

Siempre estaré agradecido con mi amigo, gracias a él, la señora Sally adoptó a mi hermana y hoy mi pequeña tiene un lugar seguro al cual llamar hogar. Después de tantos lugares temporales, ella se merecía estabilidad para asegurar su salud mental y física. Mientras mi niña sea feliz, yo también lo seré.

 

—¡Rex! Estas haciendo trampa de nuevo —exclama frunciendo el ceño.

—Ah, por favor —tira los naipes sobre la mesa enfadado y se levanta retando a Dannie, comportándose como si tuvieran su misma edad—. Eres una llorona, sabes que gané limpiamente.

—Ya basta —intento apaciguar—, vamos Rex, ya estás grandecito para hacer trampa.

 

Él gira, negando entre gruñidos, y me fulmina con la mirada haciendo relucir su enfado. Sus castaños ojos van de los míos a los azules grisáceos de Dannie, intentando dejar claro su punto.

 

—¿Acaso están ciegos? —inquiere reacio—. Gané limpiamente.

 

Decido ignorar el asunto y reviso mis mensajes en tanto ellos continuaban su interesante discusión. Llevábamos horas jugando y yo ya había consumido mi dote de paciencia, de todo el mes, para estas cosas. Entre los mensajes que acostumbraba a recibir —luego de una rápida visita al dormitorio de una de mis amigas— y los del trabajo, uno en especial me alarma.

 

<<Pelea a las 10pm. 20 grandes>>

Me levanto y guardo mi móvil en el bolsillo del jean, apresurado. Busco con desesperación mis llaves y tomo mi mochila del suelo para colgármela en el hombro.

 

—Rex, nos vamos —puntualizo mirando la hora en mi reloj y me alboroto el cabello como una reacción automática producida por mi nerviosismo.

—¿Qué sucede? —inquiere—. Pasó algo ¿no?

—¡No! —lloriquea Dannie—. Aun no es domingo, no me dejen sola.

—Dannie, perdón...—suspiro relamiéndome los labios resecos—. Te prometo que lo compensaré durante esta semana, vendré uno de estos días y te llevaré a comer un helado.

—Pero es nuestro fin de semana —repite haciéndose la fuerte, sus ojos cristalizados y sus puños apretados estuvieron a punto de hacerme retroceder, pero decidí ignorarla y salir rápido.

—Lo siento —me disculpo acariciando su cabello y saliendo sin verla realmente—, nos vemos luego.

 

Camino acelerado con la intención de evitar encuentros inoportunos, salgo sin despedirme de nadie y deslizo mis dedos por el bolsillo de mi pantalón, cuando tengo las llaves presiono el botón, el auto parpadea y los pestillos se levantan al instante. Rex, quien fumaba un cigarrillo apoyado en el auto, me observa a la espera de que le ponga al tanto. Paso de largo sin decir nada y subo para calentar el motor. Mi amigo suelta su cigarro y lo pisa antes de ingresar al asiento de copiloto.

 

—¿Problemas? —pregunta levantando una ceja.

—¿Estás listo para una pelea? —respondo poniendo el auto en marcha a nuestro destino.

—Cuando quieras —dice con una sonrisa de oreja a oreja.



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En el texto hay: novelajuvenil, romance, angel de la guardia

Editado: 10.06.2020

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