Angel Guardian

-Capítulo 4- Black Queen.

 

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-Marrom-

De día es más fácil hacer mi trabajo, puedo mantener mi forma espectral —o cómo decimos los buenos hijos del cielo, nótese el sarcasmo."Espiritual"—, al igual que puedo intervenir en las decisiones de los humanos que cruzan camino con mi protegido, también recibo el consejo de otros ángeles más experimentados. 

El problema inicia al oscurecer. ¿Alguna vez han sentido que en la oscuridad son más vulnerables?

Si ese es tu caso, están en lo cierto... Los humanos tienden a caer en la tentación y pecar, en su mayoría, por las noches.

El deber de un ángel guardián es asegurar que su protegido transite por el camino correcto en todo momento, aligerar las consecuencias de sus errores y preservar su vida a toda costa. Eso no significa que pasemos por alto sus malas elecciones, por el contrario, cada vez que están cerca de tomar el rumbo equivocado nosotros combatimos con los caídos para evitarlo. Muchos fracasamos en nuestra misión, yo ya lo hice una vez y no pienso volver a fallar.

Continúo observando lo que nos rodea y voy deduciendo hacia donde nos dirigimos. Conozco a Ethan desde que cumplió los diecinueve años, llevo protegiéndolo desde entonces. Al principio aparentaba ser una persona retraída y antisocial, pero luego de haberlo estudiado todo este tiempo llegué a la conclusión de que simplemente no confía en nadie y considera una pérdida de tiempo intentar entablar una conversación trivial con fines sociales.

Hace mucho que dejé experimentar deseos propios de la humanidad. Desde el día en que me suicidé no he vuelto a querer experimentar el deseo de aferrarme a nada que no puedo obtener.

Siempre imaginé que después de la vida existía otra mejor a la anterior, pero me volví a equivocar. Al morir me encontré con los ángeles paladines, estos me mostraron la entrada al infierno y el salón celestial. Fui juzgada y condenada a sufrir el vacío oscuro y la soledad del abismo.

Por primera vez desde que morí, sentí arrepentimiento y mi alma vibró descontrolada intentando separarse de mi espíritu, el miedo me volvió a invadir tal como lo hacía cuando estaba frente a mi padre. Fue devastador darme cuenta que el cielo estaba tan lejos de la muerte, jamás creí que sería juzgada por elegir el suicidio, nadie podía entender el dolor y la agonía que vivía cada día de mi maldita vida. Tenía tanto miedo que no me importó rogarles por mi alma a esos inmensos paladines.

De cuerpos fuertes y fornidos, cabellos de distintos colores y ojos dorados y penetrantes, que con tan solo una mirada podían decir tantas cosas sin soltar palabra alguna. Sus alas eran lo que más resaltaba en esas figuras, tan extensas y lisas que llegabas a perderte en su plumaje sagrado y brillante. Sus pieles no eran como lo imaginé, simplemente eran oro blanco, una preciosa perfección, propia del cielo.

Cuando mi sentencia estaba por escribirse en los registros de la humanidad —el libro que lleva el control y destino de las almas que habitan la tierra—, un ángel majestuoso y de porte imponente, pero con actitud humilde, apareció frente a mí y los suyos para anunciar una alternativa de salvación.

 

FLASHBACK

—Humana, cometiste el pecado de atentar contra el regalo que nuestro Señor te otorgó, tú vida misma—sentencia con firmeza, manteniendo un semblante inquebrantable—. Sin embargo, nuestro Dios es bueno, al igual que su misericordia.

 

Al oír eso no pude evitar sentir un escalofrío, podía sonar tonto, pero si aún tuviera un cuerpo podría jurar que estaría empapada en sudor y con las piernas hechas gelatina. Mis ojos no podían mirarlo de frente, tenía miedo de hacer contacto visual y quedarme ciega en el proceso.

Sus ojos, azules y llameantes que sentía su calor recorrer mis mejillas. Este ángel era tan diferente a los otros, de cabellos rubios dorados, cuatro alas salientes de su espalda y mostraba una figura delicada y bella. Estaba ante una criatura única y perfecta en tantos sentidos que dudaba de su existencia.

Enfocaba todas mis fuerzas en observarlo de reojo y evitar quemar mis corneas, si es que aún las tenía, claro. Por un momento quedé sumergida en mis pensamientos y casi olvido el lugar en el que me encontraba, los jueces gritaron sentencias más justas, a su parecer, para mi pobre e insignificante alma.

 

—No podemos perdonar un alma sin arrepentimiento—exclamó uno, con gran enfado.

—Así es, Gabriel, no toleraré esta falta de respeto—dijo, esta vez el juez principal, poniéndose de pie y retando al ángel llamado Gabriel—. La paga del pecado es la muerte.

 

Gabriel, observó a su alrededor con una expresión severa, sacó una especie de pergamino reluciente que estaba enrollado en dos cilindros raros y lo extendió frente a todos. Los presentes comenzaron a murmurar y una trompeta se escuchó antes de que el decreto se anunciara.

 

—Tú—pronunció dirigiéndose a mí—, al ser un alma humana perdida, fuiste condenada al abismo por atentar contra el regalo que Dios te otorgó; pero entonces—su voz se transformó en un dulce cántico y por un momento comprendí a esas personas quienes podían escuchar las voces del cielo, eran demasiado hermosas—, nuestro Señor, quién es testigo de todo lo que sucede en su creación, se apiadó de tu alma y me mandó este mensaje. Presten atención, porque lo que tengo en mis manos es la palabra final de nuestro Dios.



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En el texto hay: novelajuvenil, romance, angel de la guardia

Editado: 10.06.2020

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