Ángel [vancouver #1]

Capítulo 2. Justificación de Errores

Gwren

Su mirada rencorosa y furiosa se suaviza, y en cambio unas mejillas coloradas de rojo escarlata y unos ojos esmeraldas apenas la sustituyen. No dudo que yo esté igual.

Parpadeo un par de veces aun estado de shock y en lo único que puedo pensar es que un chico de ojos verdes, cabello cobrizo rizado y rebelde tiene una mano entre las montañas de mis senos. Mis mejillas arden de vergüenza y una sensación extraña de miedo me entra y eso se convierte en...

Bajo la mirada a su agarre.

— ¡Idiota! — grita Elena, furiosa. El chico castaño quita su mano de inmediato como impulso.

— Pe...per... ¡Perdón! — tartamudea en forma de disculpa mientras sus ojos verdes me miran como si fuera lo más extraño y remoto en la habitación.

— ¡¿Perdón?! — me siento avergonzada, pero sé que yo no debería estarlo. Yo no soy la que le agarró las tetas a una chica por creer que era un chico. Lo fulmino con la mirada —. ¿Es lo único que tienes que decir? ¡Me agarraste las tetas!

— Yo... yo... — me mira, aparto la vista indignada.

— ¿En qué estabas pensando, imbécil? — le cuestiona Elena irritada.

— Bueno, yo... — siento como me mira, peor aún, siento como su cuerpo sigue inclinado hacía el mío. — creí... creí que era... que era un chico.

— ¡Oh, genial! — gruño con sarcasmo. Lo miro de nuevo y me doy cuenta que aún sigue casi encima de mí. — ¡Quítate del medio!

Acata mi orden.

Sumiso... ¡je, je!

Me bajo de la cama y sin acercarme a él, me meto en el baño del cuarto de Elena.

Al cerrar, recargo la espalda en la pared y me dejo caer hasta el suelo.

¿Qué fue lo que ocurrió allá dentro? Más bien, ¿quién era él? ¿Su hermano? Pues si es así, no se parecían en nada. Por lo que alcancé a ver, el chico era alto de rasgos interludios, — ni tan marcados, ni tan delicados — con mandíbula cuadrada, cabellos rebeldes, cobrizos, rizados y cortado de manera púber. Sin embargo, ambos sólo se parecen en sus ojos verdes y quizá en algunos rasgos como la nariz recta o la presunción en las pupilas.

Me pongo de pie, camino hacía el lavabo y tomando los costados, respiro. Aplico el agua helada al rostro para refrescar el abominable calor que me carcome sin explicación alguna.

Después de secarme la cara con una toalla que se encontraba en la estantería. Me acerco a la puerta y antes de abrir, los murmullos de Elena y ese chico retumban en mis oídos:

— ¿Qué crees que estabas haciendo? — la voz de Elena no luce un tanto contenta, pero tampoco luce de lo más fatigada.

— Lo siento, yo... — ella lo interrumpe antes de tiempo.

— Tú nada. ¿estás loco? — le reclama con lucimiento. Una sonrisilla se forma en mis labios al saber que sus palabras son con el fin de defender mi honor, o lo que queda de él. — ¡Hiciste la peor bajeza! Peor aún, ¡Hiciste una abyección gravísima! ¿Sabes lo extraño que es interrumpir un plácido sueño sólo porque un canalla cree que eres un chico? ¡Debe ser espantoso!

— Ya, vale. — el chico emite un suspiro largo. — le pediré disculpadas, si deseas incluso una cena con banquete de honor. — pongo los ojos en blanco. Una risita coqueta y pequeña escapa de la boca de Elena.

— Aunque... — prácticamente estoy viendo una bobalicona mímica. — debo admitirlo. ¡fue divertido!

Pongo los ojos en blanco.

Merodeo por el baño en busca de una forma de olvidar la torpe platica entre el susodicho y Elena. Continúo en el baño y de cuando en cuando pego la oreja en la puerta para buscar el momento indicado en el que el chico se valla y pueda salir tranquilamente. Cuando al fin lo hace, decidida salgo con un suspiro de por medio, al igual que una mirada más que despierta por el baldeo de agua escarcha.

Al mirar hacía la habitación, me encuentro con Elena reposando en su cama de manera socarrona, casi cómica mientras cuenta imaginariamente los pétalos arrancados de su flor imaginaria.

— ¿Quién era ese? — reclamo furiosa. Elena a penas y levanta la vista de sus manos. — ¡Es un...!

— Es mi hermano.

— ¡Un...! — la miro en busca de aprobación ante lo que he de decir. Es por regla general, el pedir permiso para ofender a un chico siempre y cuando tenga algo que ver con tu amiga. Al menos Elena y yo lo manejamos así.

— Di lo que quieras. — exclama desinteresada y se sienta en la cómoda en posición de flor de loto.

— ¡Un idiota! — se empieza a reír de manera aniñada. Su espalda cae en la cama y empieza a mover las piernas como mantis. Gruño. — ¿Qué?

— Admítelo, ¡fue divertido! — su cuerpo convulsiona de la risa y unas lagrimillas comienzan a fluir de manera sincera de sus ojos. — ¡Imagina! ¡Casi te mata y luego...! ¡Bang! ¡casi se mata de vergüenza! Debe ser la peor forma de conocer a una chica "caliente".

— Define "caliente" — uso ambas manos para la interpretación de comillas. — sin el uso de socarronería.

— Sabes a lo que me refiero Gwren. — sonríe modesta y se recompone en la cama dando un giro para quedar descansando en su estómago. — aún así, fue muy divertido. Gracias por ser mi bufón por esta noche.

— No es gracioso Elena. — sonríe con inocencia.

— No importa. — la picaría invade su rostro y una mímica casi como la de un duende, pasa por su semblante. — tiene novia, así que tiene excusa para no manosearte. — pongo los ojos en blanco. Me encamino con los brazos cruzados hacia su puerta y la abro. — ¿a dónde vas?

— Abajo, a tomar algo. Muchas emociones en un día dejan la cabeza caliente.

— ¿no será por Ángel?

— Elena...

— Me callo. — asiento y me dirijo hacia la salida. Antes de que pueda dar otro paso agrega: — una cosa más.

— ¿Qué?

— Ángel está abajo.

— Ya veo.

Después de pasar por el pasillo, bajo las escaleras blancas con un barandal de madera oscura. Al llegar a la planta baja, paso por la pequeña sala que se encuentra justo enfrente del comedor secundario. Me dirijo a la cocina.



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En el texto hay: amigos, drama, amor

Editado: 11.10.2020

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