Ángel [vancouver #1]

Capítulo 4. Metamorfosis de Daños

Gwren.

La brisa del viento golpeando mi cara mientras me dirijo a la facultad, es una buena forma de regresar a clases. Después de las semanas excelentes que pasé con Elena y su alocada familia, al igual que otra en particular en la compañía de Joseph Rowell, mi padre, fueron suficientes para darme un descanso del colegio.

Sin embargo, ahora me dirigía a él y exactamente, no me sentía del todo alegre.

Las semanas con los Vancouver se basaron en diversas paganías que me resultaron del todo graciosas, incluso dulces. Ángel pidió días libres para estar con nosotras dos y Sara canceló una que otra tocada e invitación a casa de Savannah, su mejor amiga.

A pesar de que las tres semanas que estuve con ellos, la última la decidí pasar con mi padre. Él había vuelto de su viaje, así que nos pasamos una buena cena familiar, incluso comimos en “Lithos” un restaurante que se ha catalogado en las lista de los mejores de Grecia.

Además, estaba el asistir a mi trabajo. O más bien, mi encargo como mesera en un café/restaurante destinado para adolescentes. TeaCoffe. Mi trabajo en sí, consistía en estar en la barra junto a mi amiga Janine McTwain y así, ambas pedir las órdenes para dárselas a Janette Jensen, nuestra cocinera principal.

Mi jefe era el señor Brooklyn, un hombre demasiado huraño y aburrido para su apellido que podía ser confundido con el nombre de una chica; y muy a pesar de ello, seguía trabajando en su café de mala muerte para conseguir unos cuantos euros con los cuales ganarme mi vida.

El tener un padre empresario de categoría baja no es nada relevante, mucho menos si acudes a la universidad y tienes gastos que para una chica son “necesarios”. A pesar de que el trabajo fuese algo importante para mí, era una lata el salir demasiado temprano de la facultad y a las carreras, ir a mí casa, alistarme y acudir al trabajo hasta las 9.00.

Sin duda demasiado estresante.

Al llegar a la facultad, lo primero que hice fue el dejar el auto en un lugar estratégico y así, cuando sea lo suficientemente necesario, salir e ir corriendo hacía TeaCoffe. Elena y yo estudiamos en la Universidad de Atenas que fue construida hace casi 4 décadas. Esta universidad la elegimos mi amiga y yo porque desde el inicio fue caracterizada por sus cuatro divisiones: teología, sociales, biológicas y artes.

Por supuesto estoy en la rama de las artes.

Me bajo del Spider y camino hacía las escalinatas. Reviso nuevamente mi ropa mentalmente: zapatillas Converse, camiseta holgada y unos shorts que para mí son lo suficiente largos para cubrir lugares exactos; la melena suelta y bien peinada con aquellos productos químicos que hacen que mi cabello se amanse. Sin duda estoy lista.

Camino unos pocos metros hasta llegar a mi taquilla y sacar los libros de mi próxima hora. La verdad es que olvidaba lo rutinario que era estar en la escuela. Ya que tengo los libros de literatura, camino hacia mi primera clase después de las vacaciones que tuve por el fin de semestre.

Cuando entré a la Universidad junto con Elena, ambas queríamos estar en clases juntas. Sin embargo, ella eligió literatura, hubiese estado bien, pero la verdad es que aunque sea una lectora empedernida, nunca me llamó la atención estudiarla. Yo leo por gusto y no quiero verlo como algo que forme parte de mi trabajo, aun así estaría bien conocer un poco acerca de ella, oír lo cual, me decidí por periodismo. No es lo mismo, claro está, aun así Elena y yo compartimos una que otra clase debido a que unieron en un conjunto las carreras. Demasiado extraño.

A pesar de que ambas no podamos estar en clases conjuntas, tengo a alguien que siempre está conmigo para no hacerme sentir demasiado sola en las clases: Darren Young.

Al entrar al aula, me lo encuentro demasiado entretenido con un libro en particular. Miro la caratula: El Lado Oscuro de Jude.

Tomas Hardy, estás en todo.

No puedo evitar chillar por mis adentros, en lo que concierne a la literatura Thomas Hardy es uno de mis favoritos. Sonrío al volver a verlo, un chico demasiado peculiar y atractivo por aquellos ojos saltones color verde. Sin duda otro atributo aún más consecutivo a que se una a la lista de “chicos ardientes” es aquel cabello con remolinos, castaño. Miro los brazos enfundados en una camiseta de cuello de tortuga y manga larga color negro. Digno de ser un guapo y atractivo muchacho.

— ¿Qué tal las vacaciones? —. Lo tomo por sorpresa al sacar aquella pregunta de mis labios, cierra el libro y me sonríe con deferencia.

— Gwendy, hola —. Me da lugar en la mesa que siempre compartimos en todas las clases: la del fondo. — inicia tú, no tengo nada divertido.

— Pues en realidad es lo de siempre. Me la pasé con Elena —. Me encojo de hombros —. Ya sabes. ¿y tú?

— Nada, tampoco. — una sonrisa peculiar sale de sus labios —, estuve con Claudio todas las vacaciones

— ¿Sigues con él?

Aquella pregunta se la hago cada vez que mención a Claudio. El tener un amigo homosexual es demasiado igualitario a tener uno hetero: siguen siendo igual de ingenuos en las relaciones afectuosas. Sin embargo, la única diferencia es, que si tu amigo hetero es demasiado ardiente, puedes salir con él y darte unos cuando besos. En cuanto a mi…

— Ya, vale —. Su ego demasiado alto reluce. No por ser como es, significa que aquel ego de todo chico guapo, desaparezca —. Sé que estás loca por mí, sin embargo yo lo elegí a él.

— Nunca me derretiría por ti.

— ¿Y la primera vez que me viste…?

Pongo los ojos en blanco al recordar esa historia.

La primera vez que Darren Young y yo tuvimos cualquier tipo de contacto amistoso, yo buscaba algo más que eso. Tengo que admitir que a primeras vistas, cualquier chica que desconociera su inclinación sexual, ya estaría dispuesta a ponérsele de rodillas con tal de que le hablara.



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En el texto hay: amigos, drama, amor

Editado: 11.10.2020

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