Ángel [vancouver #1]

Capítulo 14. Protocolo de Darren Young

Gwren.

Me siento demasiado torpe por todas las metidas de pata que he hecho desde la noche anterior que van de un enfrentamiento caluroso con Jane Keller — vale, ese no fue tan mi problema—, mi muy incómoda aparición en el momento en que Danna Moretz y Ángel Vancouver estaban haciendo quién sabe qué, mi grandiosa idea de quedarme dormida en la habitación del hermano de Elena para luego despertar con él a mi lado, manchar su camiseta con sangre y por último, la mentirilla de una doble cita.

Elena sí que se mostró muy entusiasmada con la idea aunque me preguntó un montón de veces porqué Ángel debía de ser su pareja además de qué clase de cita tendríamos. Me limité a contestar un “a Darren le pareció guay” y “aún no hemos quedado del todo”. No fue muy buen argumento pero al menos calmó las insistencias de la fierecilla irascible de cabellos de oro.

Después de esa charla con Elena, hui prácticamente de la mansión para refugiarme en casa donde mi padre esperaba con un humor de perros que muy a mi pesar tuve que admitir estaba en todo su derecho y no exageraba las cosas.

— ¡No vives sola, Gwendolyne! — gritó apenas entré a casa. En mi mente solo pululaban pensamientos como “bien pudo ser un ladrón y tú reprochándole o quizá mi desvergonzada madre que aún tiene las llaves de la casa” pero eso no evitó que diera un brinquito —. ¡Si vas a salir debes de decírmelo!

— Ni quisiera estabas — contesté en forma de reproche. Si bien entendía ese ceño fruncido y el tic en su labio por culpa del enojo, mi lado emocional ganó —. Es más, nunca estás.

— ¡Sigo siendo tu padre aun así! ¡Me tuviste con el Jesús en la boca! — ya sonaba a un episodio de Amas de Casa Desesperadas —. ¡Te fuiste toda la maldita noche y hasta ahora te apareces tan fresca como si nada!

— ¡No es mi culpa! Siempre estoy sola, ¡para mí ya es una costumbre vérmelas por mi cuenta!

Después de ello solo sacudí mi cabello tan digna y me encerré en mi habitación. Tenía los nervios de punta y a la vez la sangre me hervía pero por la costumbre — mira que es más normal que haya gritos en la Riviera Rowell que un pacífico silencio cuando estamos los dos dentro — terminé soltando un suspiro y fui a buscar a Joseph Rowell unas horas más tarde, con los brazos en jarra y una miradita rencorosa.

Nuestra reconciliación fue la misma de siempre: tomamos asiento en el comedor de la cocina y bebimos una taza de café negro humeante mientras guardábamos silencio, nos miramos a los ojos unos segundos para después soltar una carcajada dolorosa que eludió de alguna manera la tensión que existía entre nosotros. Platicamos un rato sobre lo sucedido y hasta me atreví a contarle un poquito sobre mis problemitas con Elena — exceptuando lo del rollo de Ángel y Danna, claro está — a lo que él se limitó a decir:

— Esa muchachita debería de comprender que el amor nunca es el equivocado — murmuró antes de tomar un trago de su bebida —. Si en algún punto llegas a tener sentimientos por su hermano, lo mejor que podría hacer es apoyarte muy a su pesar.

— Lo único bueno es que eso nunca va a pasar — frunció el ceño esperando una justificación —. Yo lo sé.

— Nunca digas nunca, duende.

Vimos la televisión un rato — o al menos lo intenté —, papá tiene una fascinación peculiar por las películas del cine heleno como lo es “Eternidad y un día” que fue dirigida por Theo Angelopuolos en el año de 1998 quien es considerado como uno de los maestros del cine europeo, no por nada aquel filme llegó a ganar la Palma de Oro en Cannes, y va de la relación entre un poeta moribundo y un niño albanés exiliado; y “Canino” de Yorgos Lanthimos que es de las pocas que compartimos en gustos que podría verme cientos de veces sin parpadear junto a “Stella” de Mihalis Kakogiannis, una adaptación de la ópera homónima de Lakavos Kabenellis que es uno de los hitos más grandes del cine feminista ¡La historia es una joya!

— ¿Cómo es posible que Angeliki se aventara del balcón? — preguntó mi padre un tanto horrorizado. Había elegido un canal al azar donde Miss Violence de Alexandros Avranas era proyectado —. ¡Solo tenía once años!

— Todo su alrededor era una basura, papá — inquirí —. Además, tómalo de esta manera, fue un paso a la libertad.

— Solo era una chiquilla…

Suspiré.

La noche me resulta encantadora y desde mi habitación tengo una vista privilegiada que me permite admirar gran parte de las lámparas que iluminan todo el barrio de Plaka. Tengo el teléfono en mano donde Darren Young está en la línea y pese a que realmente estoy interesada en lo que está diciendo, no puedo evitar perderme en las estrellas, desde niña he sido muy soñadora y admirado cada uno de los pequeños detalles de la naturaleza.

— Dime… ¿por qué su habitación, Gwendy? — pregunta Darren al momento que termino mi relato de los hechos. Percibo diversión en su voz, no ha tratado en lo ms mínimo de ocultarlo.

— Ese no es el asunto, Darren.

— Por supuesto que sí — inquiere en medio de la frase. Está emocionadísimo con el tema —. Hay algo ahí.

— Tonterías, no estaba pensando. Imagínate: hormonas alocadas, una escena incómoda, escenas que parecían de terror y posibles preguntas de Elena — suspiro, ahotada —. Fue lo primero que se me ocurrió.

— Me parece que tu SPM no es una excusa adecuada.

— Lo que sea — doy un manotazo al aire y camino hacia mi tocador. En el espejo se refleja mi rostro sin maquillaje y el moño desaliñado que me he hecho porque mi cabello no da para más, es un desastre —. El punto es que he acordado una doble cita como cuartada para evitar el reproche de Elena y tú estás inmiscuido en eso.

— ¡Oye! No me gusta mentirle a Elena.

— No es mentira si lo hacemos realidad — sonrío pese a que él no pueda verme —. Vamos, le he dicho que te ha caído bien Ángel.



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En el texto hay: amigos, drama, amor

Editado: 11.10.2020

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