Ángel [vancouver #1]

Capítulo 16. Amargada Princesa

Elena.

Salgo de la cocina con los sentimientos a flor de piel y millones de pensamientos enredados en telarañas dentro de mi cabeza. Desde que nos conocemos Gwren y yo, jamás habíamos peleado de aquella manera: con rabia, sin pensar en los sentimientos de la otra y sin rogar una inmediata disculpa.

Las lágrimas corren por mis mejillas de manera silenciosa, ella puso sus cartas sobre la mesa y en ellas me colocó a mí como la mala de la historia. Tal vez tiene razón y estoy siendo inmadura pero no puedo evitar seguir lo que me dicta el corazón, quiero no solo protegerme a mí sino a ambos de una locura que puede terminar en tragedia.

Gwendolyne y Ángel no están hechos el uno para el otro.

Ella es un caos y él una tragicomedia.

Ella es autenticidad y él una representación.

Simplemente son tan distintos que la sola idea de estar juntos suena como un suicidio.

Camino por el salón con la mirada en el suelo, lo último que quiero son preguntas de extraños que probablemente no voy a volver a ver en mi vida. Necesito irme a casa y meterme entre la cama para llorar libremente. Muchos dicen que duele cuando pierdes un amor pero nadie habla de cuando pierdes a un amigo, se siente como si te fragmentaran en mil pedazos y no pudieras recuperarlos todos.

El rencor me carcome y a la vez me lastima, me siento defraudada no solo conmigo misma sino con Gwren y con Darren por haberme ocultado tal cosa… aunque claro, ¿cómo iban a decirme si yo soy la bruja malvada que impide que el príncipe y la princesa estén juntos?

Suelto un bufido que me resulta demasiado ronco como para ser mío. Estoy que echo humo por las orejas pero a la vez, mi corazón está hecho cenizas.

Se siente extraño están tan enojada y a la vez tan triste.

— ¿Elena? — pregunta una voz femenina que conozco a la perfección.

Levanto el mentón hacía la madre de Darren quien me mira con preocupación inscripta en el rostro. Ella es idéntica a su hijo: la misma forma de los labios y el color de sus ojos; verla es un alma de doble filo porque me provoca emociones contradictorias: quiero lanzarme a sus brazos y a la vez alejarme con una mirada de reproche como despedida.

Ella lleva el cabello castaño a la altura de los hombros y un flamante vestido rojo con escote de corazón que moldea sus anchas caderas. Ella es guapísima, no por nada Darren lo es, y derrocha encanto por cada poro de piel.

— Hola, señora Young — contesto, tembleque.

La señora Young se acerca a mí lentamente y bordea mis hombros dudosa, supongo intuye que lo último que quiero es un consuelo que no estoy del todo segura de sí tengo bien merecido. Amito que yo fui quien empezó aquel drama pero no pude evitarlo, se sintió como una noticia bomba cuando escuché a Gwren decir que le gustaba mi hermano.

— ¿Te encuentras bien, cariño? — sus ojos verdes están llenos de preocupación innata, me recuerda a mi madre —. Te ves un poco pálida.

Sonrío lo mejor que puedo.

Soy una maestra en las caras de póquer porque he vivido la mayor parte de mi vida fingiendo sobre mis emociones. Oculto siempre la tristeza, es el mejor de los recursos cuando no quieres afligir a alguien.

— Estoy bien — digo por lo bajo. La señora Young entrecierra los ojos con desconfianza, tal vez he perdido el toque en mis habilidades como actriz —. En serio…

— Ay mi muchachita, no puedes engañar a una madre — acaricia mi espalda como un consuelo, relajo mi cuerpo como reflejo —. Pero creo que no quieres contarme, ¿verdad?

— La verdad es que no — resoplo —. Preferiría estar sola si no le molesta…

— En absoluto — una comisura de sus labios se alza hacía arriba en un extraño gesto que resulta atractivo —. Si eso te hace sentir mejor, por mí no hay problema.

Asiento con la cabeza y antes de que ella diga algo, me zafo de su agarre y huyo como la cobarde que soy de la situación. Debería volver a la cocina y pedirle una disculpa a Gwren, burlarme de mi melodrama por una situación inexistente, mofarme de mis estúpidos complejos pero no puedo. No quiero hacerlo.

Si el precio que debo de pagar para mantener alejados a mi mejor amiga de mi hermano con tal de prevenir una tragedia es lastimarme… bueno, tal vez sea lo justo.

Encuentro a Ángel en la entrada mirando su celular, ajeno a lo acontecido hace aproximadamente veinte minutos. Me quedo a parada a unos cuantos metros de él, intentando controlar estas ansias que me carcomen y que no estoy del todo segura de sí terminarán bien: estoy molesta con él también pero a la vez celosa porque él sea un motivo demasiado fuerte como para que Gwren meta las uñas.

Me acerco lentamente, como un cazador a su presa, mientras aprieto los puños lentamente hasta que los nudillos se me tornan blancos. Hay un nudo en mi garganta y dolor de mi vientre que me incita a dejarme dominar por mi lengua viperina que en este preciso instante quiere atacar al muchacho de cabello cobrizo que resulta ser mi hermano.

Pienso en un momento cómo sería verlo con Gwren, la idea resulta extraña pero no descabellada. Ambos son de mundos distintos pero incluso en mi imaginación, a una parte de mí no le parece mala idea.

Sacudo la cabeza, borrando aquella idea.

— Vámonos — no se escucha como una sugerencia sino como una orden.

Ángel se vuelve hacía mí con aburrimiento, pareciese que solo está soportando una más de mis facetas como lo ha hecho en diecinueve años.

— Vale — mete el teléfono en el interior de su saco —. ¿Gwren viene con nosotros o se va a quedar con su novio?

El nombre de mi amiga entre sus labios me recuerda que debería estar enojada. Aprieto los labios con fuerza y le miro como se miraría a tu peor enemigo, con rabia y deseos de venganza.

Ángel frunce el ceño, confundido.

— ¿Estás bien o porque…?

No puede terminar su pregunta porque algo — alguien — más llama su atención.



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En el texto hay: amigos, drama, amor

Editado: 11.10.2020

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