Ángel [vancouver #1]

Capítulo 38. Caja de recuerdos

Gwren.

Los tacones de mis zapatos negros resuenan mientras corro de allá para acá en la búsqueda de mis aretes que me regaló mi padre hace dos años.

Mientras tanto, escucho como Darren parlotea acerca de sus estadías desde la video-llamada. Estoy contenta por él; y sin embargo, aún sigo un tanto celosa por el hecho de que él consiguió vacante en las editoriales de su padre.

Encuentro mis broquelillos largos justo en el bolsillo delantero de mi maleta, metidos en una bolsita de ziplok junto con mis pulseras y unos que otros collares.

Camino mientras coloco mi arete en la oreja derecha; me coloco en cuclillas frente a la pantalla de la computadora.

— ¡Santa vaca! Gwendolyne Rowell te ves despampanante — comenta Darren mientras su ojos se abren como platos. Me río mientras coloco el arete faltante.

— ¿Crees? ¿No piensas que me maquillé mucho? — pregunto mientras giro el mentón por encima de mi puño enseñando el perfil.

— ¡Qué va! ¡Déjame verte! — dice Darren, fanfarrón. Me limito a reír y a ponerme de pie. Escucho su silbido —. ¡Joder! Te ves increíble, Gwendy, recuérdame... ¿a dónde vas?

— A una cita — siento que mis mejillas se enrojecen al recordarlo —. Con Ángel.

— ¡Whoa! Sé que no es el mejor momento pero gané.

Lo miro confundida y me vuelvo hacía la pantalla.

— ¿A qué te refieres? — frunzo el ceño.

— Verás Gwendy — inicia él mientras mueve las manos haciendo ademanes —. Hace unos meses te aposté a que terminarías enamorada de Ángel Vancouver. Y lo estás. Así que gané.

— ¡Oh! — siento mis mejillas acalorarse y una horrorosas manchas rojas subir por mi cuello —. Eso... bueno yo...

— Vamos Gwren, sabes que bromeo aún así — sonríe pícaro —. ¡Te lo dije!

— ¡Oh, cállate! Me voy, tengo que terminar de arreglarme.

— No aguantas nada, Gwren, sabes que digo la verdad.

— ¡Adiós, Darren! — pongo una mano en el borde de la pantalla y saludo la pantalla.

— ¡No me dejes colgado!

— ¡Bay!

Cierro la pantalla.

Suelto un suspiro y miro la ventana por la que se filtra la luz de las mañana nevadas de las Vegas. Me pongo de pie y camino hacía el cuarto de baño.

Los acicalados de las cenefas son de pequeñas piedras parecidas a las de las mallas y los pequeños azulejos de sirenas dejan ver una perfecta sinfonía con el color hueso.

El vaho aún se siente en el cuarto después de haber tenido una ducha relajante. Miro el espejo y sacando mi bolsa de maquillaje, le doy un pequeño retoque a mis labios con el gloss.

Volteo hacía el espejo y me miro con cierto entusiasmo. ¡Voy a una cita con Ángel Vancouver! Inconscientemente sonrío como una niña pequeña después de conseguir un helado.

Reviso profundamente y sacando el celular de mi bolso reviso la hora.

7.59 pm.

Aún es demasiado temprano y pese a ello, estoy más que ansiosa. Ayer quedamos de salir a cenar a un restaurante a las 9.00 después de salir a trabajar.

Le había dicho a Ángel que era demasiado tarde como para salir a comer así que había propuesto el ir al casino; y sin embargo, Ángel me dejó colgada con la idea. Lo admito, me enfadé muchísimo pero al oír que no quería ir al casino conmigo por la simple y sencilla razón de que quería que nuestra primera cita fuera perfecta, no pude evitar el ruborizarme un poco.

Salgo del baño mientras cepillo por tercera vez mi cabello. Lo he dejado con un perfecto alaciado casero hecho por nada más y nada menos que Olivia. La verdad es que estaba en gran desacuerdo, adoro mis rizos y más aún el largo de mi pelo. Sin embargo, Olivia me aseguró el que Ángel se quedaría más que caldeado.

Así que acepté.

Miro mi cabello, sigue siendo del mismo color chocolate claro y sigue teniendo ese deje rojizo que con el sol es aún más visible, sigue todo igual a excepción del largo. Ahora llega a mi ombligo.

El vestido rojo de strapless de Olivia combina a la perfección con mi alaciado y mis zapatillas negras de tacón. Me agrada el llevar algo hogareño e inocente, me agrada el aún conservar mi protocolo de quinceañera.

Tomo mi abrigo negro y me lo pongo.

Aún no estoy tan familiarizada con el clima estadounidense, irremediablemente tengo demasiado frío. No me sorprende el tener cuatro cobijas en mi cama junto con mis sabanas y una colcha.

Miro nuevamente la hora, han avanzado apenas nueve minutos y ya siento una eternidad. Sé que es ridículo estar nerviosa ya que, bueno, ésta no es mi primera cita. Sin embrago, estoy tan temerosa de poder arruinarlo.

Me siento en la cama y miro mi computadora, mentalmente me arrepiento por el haber cerrado la video-llamada con Darren, tal vez ahorita no estaría tan ansiosa.

Tomo mi ordenador y lo coloco sobre mis piernas. Dirijo el cursor hacia el chat y abro la ventana de los mensajes con Abby. Me siento tan contenta de encontrarla conectada.

Envío una invitación de video-llamada. Abby la acepta en un santiamén.

— ¡Gwendo...! — se detiene en seco antes de terminar la oración. Abre los ojos como platos —. ¡Sato Cristo! ¡Gwendolyne luces fabulosa!

Sonrío ante su euforia.

Abby sigue igual de guapa como aquella vez que la vi en su fiesta de diecisiete años. A diferencia de aquella vez, su cabello ahora está mucho más corto, justo a la altura de su yugular y pese a ello, sus ojos grises siguen resplandeciendo como si hubiese magnetismo en ellos.

— Hola —comento, con cierto temblor en la voz. Abby se limita a reír.

— Oh por Dios, ¿a dónde vas tan arreglada? — abre los ojos como platos, emocionada —. ¡Dime por favor que a una cita!

— Bueno, has acertado y a que no te imaginas con quién...

— ¡Dime que es con el guapo de tu jefe!

— ¿Quieres saberlo? — pregunto, inquisidora mientras frunzo el ceño. Abby asiente con una sonrisa de oreja a oreja —. Pues sí, tengo una cita con Ángel.



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En el texto hay: amigos, drama, amor

Editado: 11.10.2020

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