Capítulo 41. Malditos Veinte

SEGUNDA RONDA DE 10 CAPÍTULO ♥

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Elena.

El avión aterriza a las tres y pico de la mañana en el aeropuerto internacional de Grecia y con ello me siento totalmente intranquila. Tres días, tres malditos días duré en casa de mi abuela antes de que ella me mandara a casa y no porque no me quisiera en su casa sino porque notó que no yo no soportaba estar en ella.

La última noche en casa de la abuela Cecil fue la peor, el insomnio pudo conmigo y estuve divagando por el corredor como una zombi andante antes de encontrarme con Nubia, no fue el mejor encuentro pero fue preferible antes de que la abuela dijera "Ya no más". Sabía perfectamente que esas palabras significaban un ultimátum pero nunca creí que fuese algo tan caótico como para comprarme un boleto de vuelta a Atenas.

Y ahora estaba aquí, esperando en mi asiento sin nadie a mi lado a que el piloto autorice nuestro descenso del avión. Estoy ansiosa y no es por menos, normalmente cuando tomo vuelos sola me siento completamente vulnerable porque claro, Sara se quedó con la abuela. No estoy enojada, me alegra el que la pequeña rubiecita tenga su tiempo de calidad con la abuela, sólo esperaba regresar con ella. Ahora esta semana restante la pasaré sola.

Cierro los ojos, exasperada.

Por la ventana observo cómo algunos peatones que se encargan del recibimiento del avión comienzan a caminar despreocupados, después me encuentro con la escalera de descenso. Aliviada, me pongo de pie y saco mi bolso del compartimiento de la parte alta del avión, mi demás equipaje está en el área de carga. Para ser honestos en algo qu tuvo razón Vince Samuels fue en el hecho de que era demasiada ropa para sólo tres días.

El sólo recordar a Vince Samuels me provoca que unas horrorosas manchas rojizas comiencen a subir por mi cuello hasta instalarse en mis mejillas. Hace menos de un día él llamó a mi teléfono tratando de saber cómo estaba. Ciertamente me siento emocionada con la idea pero el tan sólo recordar como lo bateé me cae como agua helada. Ahora mismo debe de odiarme, simplemente debe de pesar que no soy más que una "muñeca" plástica, falsa y rubia. Suelto un suspiro.

Mis compañeros de vuelo con pocos por lo cual el descenso del avión no tarda más de lo esperado y eso está bien, lo único que quiero hacer ahora es llegar a casa y dormir hasta tarde y así olvidar el que sólo faltan unas horas para el aniversario de la muerte de mis padres.

Niego con la cabeza repetidas veces tratando de eludir el pensamiento. ¡Tonta de mí si vuelvo a recordar eso para que conste!

Al llegar al área de descarga me detengo a esperar que la línea deje pasar mi equipaje etiquetado, debo recoger tres maletas: roja con negro, verde y rosa. Cuelgo de mi hombro mi bolso y espero paciente hasta que mis maletas son visibles, las tomo y me dirijo a sala de espera.

Las sillas azules me reciben y nuevamente veo aquella máquina expendedora en la cual Sara en nuestro primer viaje me compró una botana. Me siento en una de las sillas de hileras vacías y saco mi celular con el fin de llamar a un taxi. Coloco el número y levanto la mirada, al hacerlo, mis ojos se quedan perplejos y una estúpida sonrisilla traviesa se instala en mis labios.

Un diminuto letrero hecho a mano con plumón permanente negro me recibe. Leo la inscripción: "bienvenida, Helena", mientras unos dedos bronceados sujetan el letrero. Me permito ruborizarme al ver la cara sonriente de Vince Samuels mientras se acerca a mí, fanfarrón.

— Buenas noches, ha hablado a... — cuelgo la llamada antes de que Vince se acerque lo suficiente. Bajo lentamente el teléfono de mi oreja como acto reflejo y lo dejo caer sobre mi regazo.

Vince me mira, divertido. Mis ojos nunca apartan la vista de los suyos color mercurio, él se detiene justo cuando está al lado de mí, baja el letrero como acto reflejo.

Siento sus ojos mirarme con euforia mientras toma asiento justo en una butaca de la hilera de enfrente, contengo mi respiración mientras meto el teléfono en mi bolsillo de la chamarra que me he puesto esta mañana en el avión. Siento un leve revoloteo en mi interior lleno de confusión al notar los ojos soñadores de Vince aún viéndome con diversión. Después de toda nuestra bronca al teléfono, él ha venido a verme, mejor aún, él ha cumplido su promesa. ¿Qué rayos le sucede? A estas alturas cualquiera hubiese entendido el mensaje y me hubiese abandonado, además, ¿cómo diablos sabe que hoy mi avión ha aterrizado? ¿cómo es que ha soportado estar aquí en el aeropuerto, o haber venido, a estas horas de la madrugada? Hasta donde yo sé, la abuela me mandó de improvisto sin darme tiempo de informar a nadie debido a que lo primero que m mandaron fue a hacer mis maletas las cuales, como bien dijo Vince, eran demasiadas para tres días. Además, estuvo esta compra matutina a la que la abuela me llevó con el fin de comprarme un regalo de cumpleaños al cual, rotundamente dije no. Sin embargo, la abuela es un hueso duro de roer, así que, bueno, ahora tengo una nuevas pantuflas de Hello Kitty junto a unas bonitas blusas de encaje.

Miro, nuevamente, a Vince Samuels, él luce divertido ante la situación después de todo, me tomó en desventaja, por alguna razón siento que Sara tiene algo que ver, no se me hace raro que en mi compra con la abuela haya husmeado en mi teléfono después de que le conté sobre la llamada del rubio.

— Después de todo viniste — murmuro por lo bajo mientras cruzo por los tobillos mis pies. Vince, mientras tanto, deja caer su mentón sobre su brazo que se encuentra recargado en el asiento. Sus ojos grises mercurio me miran con una diversión que por un momento fugaz me parece seductora.