Ángel [vancouver #1]

Capítulo 47. Falsas Expectativas

Gwren.

Ángel no ha llegado.

Siento un nudo en mi pecho al ver la hora en el reloj cucú que se encuentra en la pared lanzando molestos sonidos de tic toc con cada segundo que pasa. Suelto un suspiro, angustiada y miro a Elena que junto con Vince siguen insistiendo al teléfono de Ángel.

Miro a la rubia con una esperanza en los ojos al ver su teléfono justo al lado de su oreja. Ella me mira y niega la cabeza con decepción.

Un hueco se inunda en mi estómago.

— No contesta — Elena me mira con unos ojos verdes llenos de una disculpa que sólo hace que ese enorme agujero que se ha asentado en mi pecho y mi corazón se acrescente. Cierro los ojos al borde de las lágrimas.

— Es mi culpa — me siento en el sillón de tres asientos con los ojos llenos. Cubro mi rostro con mis manos y trato todo lo posible por controlar mis emociones que están a flor de piel.

— No lo es — su palma cubre mi espalda y con ello siento que una parte de mí se quiebra aún más.

Es mi culpa, es mi culpa, es mi culpa.

Cierro los ojos un momento, olvidándome por completo del que Elena y Vince se encuentran en la casona Vancouver tratando de ayudarme a localizar a aquel hombre al que le golpeé el corazón. Aún recuerdo el cómo Ángel me miró cuando elegí a Ian antes que él. Maldita sea, me odio a mí misma por el simple hecho de haberme dejado llevar por el orgullo, el ego y el apasionamiento. Pienso en el hecho de que, sí, Ángel actuó muy mal en no tener confianza en mí y también en el hecho de que él no se comportó de lo mejor al golpear a Ian. Sin embargo, yo tampoco me comporté de la mejor manera.

Fui una estúpida.

Unas lágrimas escurren por mis mejillas.

¿Dónde está Ángel?

— Lo encontraremos, Gwren — dice Vince con voz suave. Reprimo un chillido.

— No sé dónde está — murmuro por lo bajo. Elena toca mis omóplatos.

— Ángel se ha ido ya muchas veces de parranda y ha llegado bien, vas a ver... él estará bien. Créeme, lo estará — Vince habla, tratando de tranquilizarme pero incluso eso me hace sentir aún peor. Él sabe que no le creo, él sabe que sé que lo que ha dicho es una piadosa mentira.

Dejo caer nuevamente mi cabeza sobre mis manos y medito lo sucedido en las últimas horas. Después de que Ángel se fuera, yo me ofrecí a limpiar y a curar las heridas de Ian, ambos fuimos a una pequeña botica que contaba con un médico y ahí le curaron. No fue nada grave pero si requirió una atención de al menos media hora.

Ian se fue después de eso, le dejé bien en claro que lo único que podríamos ser era amigos, si es que él lo aceptaba. Me sorprendió su voluntad para ponerlo como un hecho y no como un plan a futuro. Ian y yo quedamos bien.

Ángel y yo no.

Respiro con dificultad en mi burbuja de autocompasión. El aire se siente pesado en mis pulmones, el vahído me consume y la claustrofobia me encierra. Abro la boca para dejar entrar todo el aire que se me permite.

— Intenta de nuevo — opina Elena a mí oído sin apartarse un solo centímetro de mí. Sus brazos me rodean dándome un cálido abrazo.

— Si.

Cierro los ojos mientras respiro y saco nuevamente mi teléfono del bolsillo trasero de mis vaqueros y entro a mi agenda de contactos. Presiono sobre el nombre de Ángel y llevo el teléfono a mi oído.

Un tono.

Dos tonos.

Tres tonos.

Buzón.

Trago saliva, nerviosa y con los ojos aún chispeantes por las lágrimas intento nuevamente.

Un tono.

Dos tonos.

Entra la llamada.

Mi corazón se detiene al oír el silencio total en la otra línea. Me quedo callada, esperando oí la voz de Ángel antes de romperme a llorar, espero, espero... su voz no llega.

— ¿Hola? — mi voz suena ronca, extraña y con cierta suspicacia. Escucho un silbido del aire al otro lado de la línea.

— Hola — no es su voz. No, no, no, no. Un nudo se forma en mi garganta al escuchar la voz de mujer dulzona en la línea. Miro la pantalla de mi teléfono, alterada, tratando de verificar si me he equivocado de contacto. No.

— Yo... — me quedo sin palabras. Miro a Elena, ella parpadea perpleja en mi dirección.

— Gwendolyne Rowell, vaya sorpresa — mi espalda se rectifica al oír mi nombre. Esa mujer me conoce, esa mujer... esa mujer. Mis ojos se abren como platos.

— Tú... — la voz me interrumpe.

— No me digas nada, ¿quieres? — siento un dolor en el pecho, como un puñetazo. No, no, no... —. Es muy descortés de tu parte marcar tan tarde.

— Quiero hablar con Ángel — mi voz me traiciona, suena chillona y desolada. Suena ida, rota... quebrada por completo. La mujer que contesta en la otra línea suelta una pequeña risita que sólo sirve para romperme aún más.

— Lo siento, cariño pero no creo que sea buena idea — escucho sus hipidos por la risita —. Ángel está muy cansado ahora mismo está durmiendo, ¿sabes? Hemos tenido una reconciliación fabulosa la cual has roto con tu importuna llamada.

Contengo la respiración.

Dos lágrimas caen por mis mejillas.

Cuatro... cinco... seis...

Mis ojos se humedecen sin que siquiera yo lo note y ese nudo que se había formado en mi garganta y mi pecho, se retuercen aún más, creando una sensación de vacío en lo más hondo de mí. Cierro los ojos, tratando de controlar mis silenciosos hipidos que han comenzado a relucir.

Siento los latidos de mi corazón ir aún más rápido por la conmoción, siento algo dentro de mí romperse en mil añicos como vidrios. Siento algo dentro de mí derrumbarse.

Es ella.

— Jane — un susurro sale de mis labios intentando ser una palabra. Una palabra que rompe todas las ligaduras que me sostenían en pie.

— Él siempre fue mío, desde un principio fue mío — sus palabras son firmes, como cañones impactando contra mis sienes, contra mi pecho... contra mí —. Nunca tuviste la oportunidad, fuiste sólo un juego, un juego de muy mal gusto. ¿A caso creíste que alguien como Ángel podría fijarse en alguien como tú? No tengo nada en contra contigo cariño pero déjame aclararte algo: fuiste muy estúpida al creer que podrías tomar el lugar que a mí me corresponde.



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En el texto hay: amigos, drama, amor

Editado: 11.10.2020

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