Angela, mi primer amor

Capitulo 3

Busqué la app de comida rápida, la abrí por cuarta vez esa semana. No sabía qué estaba haciendo, a mí esa comida me hacía mal. La cerré y volví a mirar el techo de mi habitación intentando no pensar y fallando en el proceso. 

Era mi único día libre y volvía a pasarlo acostada mirando el celular, ya ni siquiera tenía ganas de escuchar música. Volví a sentir la presión en el pecho, esa sensación de vacío y dolor que no sabía cómo frenar y comencé a pensar en Bautista. No había pasado más de un mes desde que terminamos por mensaje… o más bien, desde que yo le terminé por mensaje. Ya habíamos tenido problemas y siempre que discutiamos terminaba peor que al comenzar, no podía seguir aguantando. 

¿Cómo habíamos llegado hasta ese punto?

Él apenas leyó el mensaje intentó llamarme pero no quería lidiar con él así que simplemente lo ignoré durante semanas y allí estaban las consecuencias. Me sentía culpable, sola y vacía.

Sentí el celular vibrar junto a mi oreja y miré la pantalla para corroborar que era un mensaje de Mateo; quería venir a visitarme. Solté una mueca, no tenía ánimos para verlo y le di vueltas para decirle que no, pero al cabo de una hora oí tres golpes en la puerta de mi departamento y lo ví a través de la mirilla.

—¿Estás escuchando a Luis Miguel? —preguntó cuando le abrí con pesar, plantando una sonrisa amable.

—Me alivia… —mentí y corrí a ponerle pausa.

—¿Te alivia oír donde un tipo que le dice a su ex novia que perdió por qué no lo amo cómo él quiso? —preguntó mirándome divertido y quitándose el calzado para lanzarse sobre la cama con una bolsa sujeta a la muñeca. Se rió sacando el celular—. Eso es muy tóxico, ¿sabes? —Alzó la mano y rió—. Red Flag.

Rodé los ojos y me senté a su lado para ver la comida que trajo dentro de la bolsa. 

Sonreí un poco más aliviada y contenta, era dulce y sin gluten. Mi favorita.

Nos recostamos a escuchar post casts y dejé que la tarde pasé sin pensar en nada más que el momento, en Mateo a mi lado, en la voz del celular y los comentarios que ambos podíamos hacer. No resolvía el problema, menos lo hacía más tenue, sabía que el dolor que tenía dentro no iba a desaparecer sino que se volvería peor, pero al menos por lo que resto de la noche me olvidé lo suficiente para solo abrir la app de comida rápida una vez mientras él dormía.

La mañana siguiente Mateo fue el primero en levantarse para ir por el desayuno, yo apenas tenía algo para comer porque desde que corté con Bautista no me ocupaba mucho, ademas de que el dinero a fin de mes nunca era demasiado y la salida al karaoke redujo mis ahorros, pero él ni siquiera lo mencionó. Se levantó mientras yo aún dormía, salió llevándose mis llaves y volvió al cabo de unos minutos con café y galletas.

—Tina —llamó sacudiéndome por el hombro. Me queje sin responder y fingí seguir durmiendo—. Tina, levántate.

Me golpeó con la almohada y también puso música a todo volumen, sabiendo que a los vecinos podrían no gustarle. Alcé la mirada molesta y me levanté arrastrando los pies hacia la mesa y sus únicas dos sillas.

Solté una mueca. Esa mesa y esas sillas me las había comprado Bautista, ¿debería devolverlas?

Me senté y miré el café caliente como si fuera la solución de mi vida.

—¿Y bien? —preguntó de repente Mateo y lo miré agotada.

—¿Y bien qué?

—¿Vamos a seguir fingiendo que no tuviste una ex novia? —Apoyó los codos sobre la mesa y se inclinó hacia adelante con el interés brillando en los ojos, sonriendo por más información.

Tomé el café con un suspiro y encogí los hombros.

—Solo fue una amiga.

Bebió café con sorbos cortos.

—No parecía que solo fuera una amiga.

Solté una mueca, el vacío en mi pecho se volvió doloroso de nuevo

—Salimos por tres meses —bufé levantándome por mi celular—, no hay nada que contar.

—¿Cómo se llama? —Insistió mientras apartaba las mantas y sábanas en busca del estupido aparato hasta que lo encontré en el suelo junto a mis zapatillas. Lo levanté para revisar la hora y los mensajes de Bautista diciendo que quería hablar conmigo. 

Los borré y bloqueé la pantalla pensando en la app de comida rápida. Conocí a Mateo después de mi relación con Ángela, ella no sabía de él, podría entrar a su perfil de Instagram sin que parezca que la acoso.

Caminé hacia él y me senté a su lado.

—Angela Acostas —dije y esperé que tomé su celular y comience a buscar.

—¿Me dirás qué pasó entre ustedes? —preguntó entre tanto y yo bebí café comiendo una galleta en silencio. Se detuvo y me miró con una ceja alzada.

—¿Qué?

—Es un soborno —señaló cuando me estiré para tomar la segunda galleta.

Me limpié las migas con paciencia, pensando en qué decir, bebí café y encogí los hombros.

—Las cosas no funcionaron.

—¿Qué quieres decir con qué no funcionaron? —preguntó reanudando su búsqueda y yo me limité a mirar el café mientras rememoraba como me recoste a su lado, con las piernas entrelazadas, escuchando música mientras lloraba hasta quedarme dormida porque sabía que no iba a estar cuando me despertara.

Negué.

—Teníamos diferentes metas.

—Que separación dramática —comentó con los ojos abiertos de sarcasmo y yo tomé otra galleta con un nudo en la garganta—. ¿Y no volvieron a hablar?

Negué y terminé el café.

—Quedamos en que no nos buscaríamos…

Bautista estaba llamando, la pantalla de mi celular estaba vibrando junto a mi mano.

—¿Y cuál fue el momento en que te volviste heterosexual? —Mire a mi amigo observarme con mucha atención y trague amargo mirando el celular insistiendo.

Lo ignoré y terminé la galleta para tomar otra. Sabía que tenía que detenerme, los nervios estaban haciendo que coma de más, pero el dolor no se calmaba y no podía parar. 

¿Cuándo? Cuando mi madre se puso feliz y aliviada porque presente a un novio.



#3995 en Novela romántica
#278 en Joven Adulto

En el texto hay: romance, secretos, lgtb

Editado: 18.08.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.