Cuando volví de la consulta de Don José, Ángela y la chica rubia se habían ido. La señora Buenas se encerró en su habitación a escuchar música y rechazó la merienda diciendo que estaba demasiado ocupada. No pidió salir como de costumbre, tenía cierto brillo de emoción que nunca había visto antes y por mucho que me muera por preguntar qué sucedía me mantuve callada y a un margen, enviando enfermeras para revisar su estado. Al parecer, estaba bien. Don José en cambio necesitaba renovar sus pastillas y quizás cambiarlas, eso lo ocuparían la siguiente visita del médico.
Lo anoté en su ficha y comencé a redactar un mail para enviarle a su familia. Saqué el paquete de galletas y comencé a comer mientras leía, corregía y volvía a leer. Lo envíe y mire la hora. No faltaba mucho para salir.
Tomé mi celular del cajón y me levanté por café. Revisé las redes, mensajes de mi madre que no respondía hace varios días, mis hermanos enviándome memes y… Mateo. Lo abrí con curiosidad y encontré una foto de él sosteniendo un libro blanco con una sonrisa de oreja a oreja.
"Mira lo que conseguí", decía el texto de abajo y sin darle muchas vueltas lo ignoré para cuando salga de la residencia. Bebí el café intentando no pensar en nada, sentía un vacío extraño en el estómago, doloroso. Pensaba en Ángela, en la manera en la que me miró con esa diversión mezclada con maldad. Ella no era así. Tuve una pésima sensación y por un momento las náuseas se hicieron presente, pero trague más café, tomé otro paquete de galletas que no sabía de quién eran y volví a mí lugar.
Me senté a esperar que la hora terminara y cuando dieron las siete tomé todas mis cosas, saludé a las enfermeras y los ancianos que estaban mirando la televisión en el salón y salí disparada. Crucé la puerta, baje las escaleras y al detenerme a abrir la reja vi un auto blanco estacionado a unos metros con las luces apagadas. Lo conocía.
Solté una mueca y pensé de nuevo en la mejor manera de huir. En la próxima reunión con los directores podría sugerir una segunda salida de emergencia con la excusa de ambulancias, multas o algo por el estilo.
Miré a ambos lados de la calle, respiré profundo y abrí la reja bajando la mirada al suelo para que Bautista no me reconozca. Cerré la reja, me volteé y caminé tan rápido que por un momento me olvidé de respirar y llegué jadeando a la esquina, pero no me detuve y tampoco nadie me siguió por lo que por un momento pensé que quizás ese auto no era el de mi ex novio.
. . .
¿Por qué me sucede esto? Comencé a voltearme de la cama mientras me sujetaba con fuerza el estómago con fuerza y apretaba los ojos para no largarme a llorar. No había comido nada con gluten, ese dolor era producto de las situaciones que estaba pasando. Bautista no entendía que no quería volver, no dejaba de llamarme a pesar de que prometió no volver a hacerlo y yo ya no tenía fuerza para seguir huyendo. No tenía fuerzas para nada. Los pensamientos se volvían cada vez peores y mi desgano se estaba llevando mi vitalidad.
Olvidé pagar Netflix.
You tube solo me sugería música que le había gustado a Bautista y redes sociales se volvieron un faro de atención que intentaba con todas mi fuerzas ignorar. Hice mal al hacer a Bautista el centro de mi vida, eso nos perjudicó. Yo ni siquiera escuchaba Blues, ni tampoco Jazz, pero por un momento comencé a pensar que las diferencias que teníamos eran por nuestros gustos. Fue un error que ya no podría olvidar.
Me levanté al baño cuando los riñones no dieron tregua en dolor y deje una vieja canción de rock de fondo para no sentirme sola. El departamento era pequeño, una cocina usada y un colchón eran mis únicas posesiones ya que la computadora también se había roto y mi sueldo aún no alcanzaba para otra. Estaban los muebles que me había comprado Bautista, la mesa con las sillas y una pequeña biblioteca con mi ropa tirada de mala manera. Iba a sacarlos a la calle cuando tuviera más energía. Tenía que comprar comida, y agua potable porque me quedaba muy poca.
Las personas del departamento de al lado golpearon la pared haciendo que esta tiemble y la cortina del baño oscile. Oí la risa de un niño pequeño y a la madre regañándolo a él y a su marido que pasaba casi todo el día en el departamento. Los ignore. Sabía que ella trabaja en el hospital todo el día por las pocas veces que intercambiamos palabras en las escaleras o el ascensor, todo su sueldo era para mantener el alquiler y alimentar a su familia… y yo apenas podía existir.
Me daba pena pero creo que yo le daba más.
Volví al colchón en el suelo y miré la única ventana cubierta junto a este. Mi madre me había regalado las cortinas, eran horribles pero no sabía qué otras comprar así que las deje y cuando las pidió de vuelta tome un marcador y las manche. Seguían siendo horribles pero eran mías y ya nadie las quería.
Me estiré para apartarlas y me detuve al ver la franja de cielo anaranjado. Ya estaba amaneciendo y yo no había dormido casi nada. El celular no tenía batería y el hambre… el hambre hacía que me ardan las tripas.
Debería abrir un poco la ventana para que el fresco entre y el olor a encierro salga.
Me senté, estiré los brazos para terminar apartar la cortina y toque el plástico del marco con la punta de los dedos, pero no lo logre. Oí la alarma de un celular, creo que era el mío, volví a intentarlo y tiré la cortina sobre el colchón, descubriendo por completo el amanecer y el cielo en todos sus colores.
Un nudo se apretó en mi pecho. A Ángela le gustaban los amaneceres y los atardeceres. Antes, cuando aún nos hablabamos, ella me enviaba fotos de donde sea que estuviera del cielo. Todas eran hermosas, profesionales. Use una de fondo de pantalla hasta que terminamos, salíamos nosotras dos sonriendo de oreja a oreja con el cielo turquesa de fondo.
No borré la foto, no tuve valor como tampoco tuve valor de volver a verla. Ni ninguna que tenga de ella. No tenía sentido, ya no éramos las mismas personas. Con Bautista pasó lo mismo, fueron unos meses intensos, unos meses en que lo amé con locura, pero luego algo pasó, quizás la distancia, o quizás fui yo que creí que él era diferente, y comenzamos a ser incompatibles, como dos piezas de un rompecabezas que antes encajaban y luego no. Él no lo entendía. ¿Por qué no lo entendía?